Festival Kabuki, una tradición con más de 370 años en Japón
- Ben Dooley
Cada año, los estudiantes pasan meses preparándose para sus papeles en una producción muy elaborada organizada por los aldeanos en honor a una diosa budista.
![Los niños están al corazón del festival anual Kabuki en Damine. Podría ser el más antiguo de la región. Foto / Noriko Hayashi para The New York Times.](https://www.panamaamerica.com.pa/sites/default/files/imagenes/2020/05/15/ref_08_kabuki2-0_0.jpg)
Los niños están al corazón del festival anual Kabuki en Damine. Podría ser el más antiguo de la región. Foto / Noriko Hayashi para The New York Times.
SHITARA, Japón — Más de tres siglos de tradición descansan sobre los estrechos hombros de Mao Takeshita.
Mao tiene 6 años y está envuelta en un pesado kimono, su rostro cubierto con la gruesa pintura blanca de un actor del teatro Kabuki. Un público de cientos de personas está sentado en tapetes. Realiza un baile y luego se presenta en el estilo de un antiguo soliloquio.
Su apariencia es una especie de iniciación, y Mao lo hace sola. Ella es la única alumna de primero en su escuela primaria en Damine, una aldea en el centro montañoso de Japón, donde se une a una larga, pero menguante, línea de niños que han interpretado los estilizados dramas del teatro Kabuki.
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Cada año, los estudiantes pasan meses preparándose para sus papeles en una producción muy elaborada organizada por los aldeanos en honor a una diosa budista.
El intenso compromiso con la presentación, para la cual los residentes de Damine construyen un teatro temporal de bambú, ha ayudado a mantener viva la escuela primaria, incluso cuando muchas otras en las zonas rurales de Japón han cerrado por falta de niños.
Mientras Damine lucha con las mismas fuerzas que diezman otras aldeas japonesas —una población que envejece y un éxodo a las ciudades— este ritual que se remonta una docena de generaciones podría desaparecer algún día.
El canto atonal del coro, combinado con el gemido del samisen tipo banjo, transporta a la audiencia a un Japón muy alejado de las bulliciosas calles de las modernas Tokio u Osaka.
En el corazón de la presentación, realizada cada febrero, están los niños. Corren por el hanamichi, un estrecho escenario secundario donde los actores principales hacen sus dramáticas apariciones, luego golpean el piso con los pies y blanden sus espadas. La multitud ruge su aprobación, arrojando bolsitas llenas de monedas al escenario.
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El festival de Damine es una de las pocas presentaciones que aún se realizan al aire libre en un pabellón temporal construido para la ocasión. Sus orígenes se remontan a más de 370 años, a una época en que Japón estaba gobernado por un shogunato que controlaba estrictamente la vida diaria.
Los residentes en Damine dicen que su festival comenzó con un milagro. Un verano, dice la historia, un grupo de hombres entró al bosque del shogun y robó algo de madera para reconstruir un templo local, un delito capital.
Después de que el gobierno feudal envió a un funcionario a investigar, los aldeanos rezaron para que Kannon, la diosa de la misericordia, los salvara, prometiendo que mientras tres familias permanecieran en Damine, celebrarían un festival en su honor cada año.
Una tormenta de nieve inusual impidió que el funcionario ingresara a la aldea, dice la leyenda, y ha habido una presentación todos los años desde entonces, incluso durante la Segunda Guerra Mundial.
La tarea de enseñar a los niños Kabuki ahora recae en Suzume Ichikawa, de 82 años, quien viaja por el circuito del festival con un pequeño grupo de viejos actores de teatro.
Ichikawa cree que el festival Kabuki de Damine es el más antiguo de su tipo en la región. Pero no está claro cuánto tiempo puede durar: no sólo los niños, sino también sus maestros, están desapareciendo.
Una vez que Ichikawa no esté, no sabe quién tomará su lugar. Los niños, si es que hubiera, “probablemente tendrán que aprender viendo un video”, dijo con tristeza.
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La aldea rural de Damine tiene una docena de generaciones de realizar su presentación de Kabuki cada año, pero un decreciente número de alumnos de primaria amenaza esa tradición. Mao Takeshita, de 6 años, es la única alumna de primer año.
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