Panamá
Diagnóstico de falla cardíaca no es una sentencia de muerte
- Karol Elizabeth Lara
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Aunque es una enfermedad grave, si el paciente sigue las recomendaciones médicas puede tener una buena calidad de vida.
Panamá
Aunque es una enfermedad grave, si el paciente sigue las recomendaciones médicas puede tener una buena calidad de vida.
Recibir un diagnóstico positivo de cualquier enfermedad propina un duro golpe. Sin embargo, no se trata de una sentencia inmediata de muerte.
En el caso de la insuficiencia cardíaca o falla cardíaca, que ocurre cuando el corazón no puede bombear suficiente sangre rica en oxígeno para cubrir las necesidades del cuerpo, es clave que los pacientes sigan las recomendaciones médicas.
El especialista Wilson Varela, vicepresidente de la Asociación Costarricense de Cardiología, recalca que aunque hay cambios, la inclusión del paciente en la sociedad es clave.
Varela participó días atrás en el Congreso Latinoamericano de Cardiología, cuyo objetivo fue mejorar la educación a nivel de los profesionales de la rama e integrar el manejo de los pacientes con enfermedades cardiovasculares. El médico conversó con Panamá América sobre el tema.
¿Cuál es la prevalencia de la falla cardíaca en la región?
La falla cardíaca anda bastante alta y en el mundo son 64 millones de personas que tienen falla cardíaca. De ellos, un 50 % tiene la posibilidad de morir en los siguientes 5 años. Es una enfermedad muy grave, por eso le damos auge al manejo y tratamiento de los pacientes.
¿Recibir este diagnóstico es una sentencia de muerte?
No es necesariamente una sentencia de muerte. Lo que hacemos primero es educar al paciente y también darle la responsabilidad para que se eduque. Se les da las herramientas para que maneje la enfermedad. Si el paciente hace bien el primer año tiene una probabilidad del 90 % de vivir y si lo hace mucho mejor a los 5 años tiene una posibilidad del 75 % de sobrevivir. El problema es la gente que no se ajusta al tratamiento y educación. Son ese 50 % que va morir en los próximos 5 años.
¿Cómo cambia la calidad de vida del paciente?
Cambia bastante, lo que intentamos es incorporarlo a la sociedad, dependiendo de su trabajo. Nunca en la casa, mientras se mantenga ocupado se sentirá funcional, bien. Esa parte anímica también es importante. Tratamos que la mayoría, si se puede, se incorpore a la sociedad como una persona sana, con educación.
¿Acuden las personas a tiempo al médico?
No, ese es el problema. Los pacientes no acuden al médico hasta cinco años después de tener hipertensión arterial y cuando ya tienen un daño. No acuden preventivamente, tal vez el 5 % hace una medicina preventiva.
Tras la pandemia, ¿los pacientes van a sus controles?
Han vuelto más a las consultas, son más responsables. Pero la pandemia ahora ofrece otro factor de riesgo porque tenemos muchos pacientes con falla cardíaca, arritmia o alguna afectación a nivel pulmonar o neurológico. No podemos eximir la covid todavía, pero sí, la gente ha consultado más.
¿Las afectaciones por covid se tratan igual?
El tratamiento es diferente a lo que veíamos antes como una falla cardíaca o factores de riesgo cardiovasculares. La covid ocasiona un daño directo sobre el músculo cardíaco. Es importante que los pacientes que tienen algún síntoma o molestia consulten al cardiólogo para que se les haga un electrocardiograma y estratificar la enfermedad si la padecen.
¿Qué tan importante son los nuevos tratamientos?
Hemos avanzado bastante bien. América Latina no se ha quedado atrás, pero debe tener la mente abierta a adquirir esos servicios. Si el país se detiene y no obtiene estas actualizaciones, no vamos a tener un buen diagnóstico.
¿Se incorporan estos tratamientos de inmediato al sistema público?
No, tenemos un rezago dentro de la institución pública, a nivel privado sí se instalan de inmediato. En la seguridad pública es difícil porque se tienen que incorporar a través de protocolos y lleva varios años, hasta cinco, contar con nuevas líneas de tratamientos.
¿Qué tan importantes son los nuevos tratamientos para los pacientes?
Se ha mejorado la expectativa de vida. Antes la gente moría en un 80 % el primer año, ahora un 80% sobrevive y un 20 % muere. Ese es un cambio muy grande. Las implementaciones de los dispositivos han ayudado a tener una mejor calidad de vida y función del corazón.
¿Cuál es el mayor reto que enfrenta la región?
Creo que es la globalización en la atención a los pacientes porque estamos muy dispersos. La pública por un lado y la privada por otra. Tenemos que incorporar a nivel de cada país centros en los que se atienda a gente que no tiene capacidad de pago porque si no solo la gente que tiene dinero tendrá la adquisición de los mejores tratamientos. Hay ciertas herramientas que hacer similares a las de otros países. Nos faltan más recursos para tener la misma atención.
¿Cuánto cuesta esta enfermedad?
El problema es que una consulta, al menos en Costa Rica, puede costar 100 dólares. Cada procedimiento entre 100 y 150 dólares y eso se tiene que repetir cada tres meses. Eso sin los dispositivos. Uno como el cardiodesfibrilador anda por unos 40,000 dólares. Un dispositivo cuesta y no lo puede adquirir todo el mundo. A nivel privado es muy cara la atención y también hay que considerar que los medicamentos tienen su precio.
¿Se pueden prevenir esta enfermedad?
Está en las manos de los pacientes no llegar a esos estatus siempre y cuando sepan qué tengan que hacer y no haya una carga genética. También ocupamos médicos que le enseñen al paciente. ¿Cómo va a prevenir si no sabe qué prevenir o qué comer? La pauta más importante es la educación. Es un tema de políticas públicas y comenzar desde edades tempranas con la orientación. La prevención es más barata para el Estado.
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