Santísima feminidad
Según estos maestros del humo y sus patéticos seguidores, las manifestaciones del 8 de marzo son una necesidad humana y una acción primordial para su lucha contra los fantasmas del patriarcado en la sociedad...
- Alonso Correa
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- - Publicado: 02/3/2021 - 12:00 am
En gran parte del planeta, dentro de unas semanas, se celebrará sin alegría el primer aniversario de la declaración de la pandemia. En esos 365 días se han visto tristezas, enojos, alegrías; hemos visto el atardecer de lo somático desde nuestro balcón y fuimos testigos del amanecer digital en nuestras pantallas.
El tacto de un abrazo, el roce de las pieles y el calor de un beso han quedado lejos, detrás de doce meses de malas decisiones y mala praxis de los gobernantes de turno. En este aniversario son millones las familias que ahora se visten de negro por la partida de algún ser querido, por las secuelas en el cuerpo o por el cierre de una empresa.
Estas fútiles palabras no ayudarán en nada a aquellos que visitan una tumba fresca o que cuentan los centavos para su próxima comida. Pero, tal vez, sirvan para visibilizar el daño que quiere causar un grupo egocéntricos maniquíes.
En lo que va de 2021, se han cancelado ya las festividades de Año Nuevo, la fiesta de los Reyes Magos, los Carnavales y es probable que también se prohíba la Semana Santa, en general, lo que signifique reunir un gran grupo de personas. Está también vedado el reunirse un grupo de amigos para una charla, para tratar de alivianar el peso de que llevan cargando los sanitarios y ayudar a la lucha contra el contagio del virus. Pero ¿quiénes parecen no vivir el mismo mundo apocalíptico en el que nos encontramos? ¿A quiénes las leyes y los consejos parecen resbalarles? Al grupo supremacista y misándrico que tiene controlada la política global, y, en especial, la española. Según estos maestros del humo y sus patéticos seguidores, las manifestaciones del 8 de marzo son una necesidad humana y una acción primordial para su lucha contra los fantasmas del patriarcado en la sociedad.
Centenares de señoras reunidas en plazas de la capital para mostrar su descontento con las básculas y los espejos. "No estamos convocando manifestaciones masivas. Somos responsables y estamos comprometidas a expresarnos, manifestarnos y a decir lo que queramos decir de mil formas. Nadie nos va a callar" dice Mercedes Ruíz, una de la portavoces de estos grupos. Han optado, con un gran fervor social, por cambiar los planes este año.
En vez de realizar una manifestación masiva que colapse la ciudad, harán cuatro manifestaciones más pequeñas, de menos de 500 personas, para colapsar la ciudad, según lo que han dicho los portavoces de estos grupos.
VEA TAMBIÉN: Historia del béisbol en la Zona del Canal de Panamá El problema no recae en el hecho de la violencia dentro del hogar ni en las mujeres violadas y asesinadas, esto tampoco va de qué es lo que nos cuelga a los hombres entre las piernas, ni de si el Estado debe pagar un subsidio a todo lo femenino. El problema está en el escupitajo de irresponsabilidad que soltarán si estas protestas se realizan; serán un gargajo en la cara para todos aquellos infectados que están en las salas de cuidados intensivos y a todos los fallecidos por el virus. Será un bofetón para los esfuerzos titánicos de los sanitarios y miembros de hospitales. Se convertirá en un ariete contra los muros que se han construido a lo largo de este año para contener al virus.
Pero sé, porque ya lo han demostrado los saqueadores y anarquistas la semana pasada, que da igual las muchas veces que se repitan estos hechos, a los que solo buscan atención poco les importa la vida de un extraño. Ellos seguirán en lo suyo, dejando el legado de desatino un año más. Defenestrando el sentido común y rematando con un tiro de gracia a la lógica.
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Estudiante panameño en España.
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