Pandemia, crisis y educación
No sumemos a la tragedia sanitaria y humana que ya vivimos, una tragedia educativa que derive de una educación de ínfima calidad por el empleo de una modalidad para la que no estamos realmente preparados.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 14/4/2020 - 12:00 am
Ensayemos, en todo caso, una educación no formal y flexible. Este aprendizaje será el primer paso en la construcción de un campo civilizatorio nuevo, que nacerá después de esta tragedia mundial. Foto: EFE.
Los modelos mat emáticos que dan cuenta de la evolución previsible de la pandemia en curso, indican que entramos en la fase crítica, donde los resultados de las medidas sanitarias previas, su relativo éxito o fracaso, podrán verse, constatarse con descarnada brutalidad.
El éxito relativo será que el sistema sanitario no colapse ante el número de infectados graves o moderadamente graves, que pueden elevarse a 3 o 5 mil personas, dependiendo de los parámetros que se utilicen, pero donde el factor clave será el resultado de las medidas de contención, de ese "Quédate en casa" tan permisivo hasta la fecha presente.
Soy del criterio de medidas draconianas de contención inmediatas que reduzcan al mínimo la movilidad social.
Pero para que ello sea posible el Gobierno debe dar seguridades sobre medidas que han marchado con parsimonia: la declaratoria de la moratoria de todos los pagos públicos y privados que sea posible posponer por tres o cuatro meses, a fin de que los que tienen algún ahorro o ingreso puedan destinarlo a alimentos y medicinas; y concentrar toda la fuerza humana en dos frentes: sanidad y alimentación.
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Nuestra frágil sociedad tiene escasos ahorros, y puede estallarnos en la cara la mala distribución del ingreso y la pobreza que por decenios hemos combatido con migajas.
La economía de guerra supone racionamiento y racionalidad a fin de salvar el máximo de vidas posible.
Toda otra consideración es fútil.
Si algo deberá cambiar ahora es la distribución del producto social, pasando las cargas a los que más tienen en favor de los menos favorecidos.
Y no por otra razón que la mera supervivencia de todos.
En esta situación crítica, a todos toca arrimar el hombro y disciplinarse en pro del bien común.
Un bien común que para ser preservado no deberá tolerar el mínimo juega vivo ni nada que atente contra la atención a la prioridad nacional: salvar y preservar la vida de los connacionales y de quienes viven en nuestro territorio.
En el plano educativo nacional, no tiene sentido iniciar el año escolar, a ningún nivel del sistema.
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No estamos en tiempos para llevar adelante la educación formal de decenas de miles de personas, pues ni el grueso de la población ni el grueso del personal docente –del parvulario a los postgrados- está entrenado para llevar a cabo un proceso de enseñanza virtual de calidad mínima a nivel masivo.
Pensar lo contrario es un autoengaño o una ceguera tecnocrática que piensa que si disponemos de conexión a internet y equipos como laptops y celulares, todo lo demás vendrá por arte de magia.
Los dos meses críticos –los más críticos y dolorosos- que tenemos por delante, de sanidad precaria debe ser invertidos en la reconversión efectiva de los docentes en tutores de educación virtual y dotarlos del mínimo de herramientas pedagógicas y andragógicas para que, a partir de fines de mayo o junio, se pueda dar inicio a la otra fase sanitaria que vivirán Panamá y el mundo.
Y con ello iniciar un año escolar que tampoco estará exento de problemas.
¿Quién puede enseñar y quién aprender correctamente con los rigores del aislamiento por contagio o las secuelas del mortal coronavirus, o de que no se tiene para comer en el hogar o en el barrio? Despertemos.
A situaciones extraordinarias, respuestas extraordinarias.
No sumemos a la tragedia sanitaria y humana que ya vivimos, una tragedia educativa que derive de una educación de ínfima calidad por el empleo de una modalidad para la que no estamos realmente preparados.
¿Alguien puede decirme qué milagro hizo que educadores tradicionales sean reconvertidos en unas horas en competentes docentes virtuales?
Insisto.
No podemos engañarnos.
Como educadores responsables, lo prudente es usar constructivamente estos meses de confinamiento social en reconvertir nuestras habilidades y aprender con nuestros hijos, intercambiando conocimientos, no por la presión de una calificación que nada significará, sino para darnos la oportunidad de alcanzar aprendizajes significativos.
Ensayemos, en todo caso, una educación no formal y flexible.
Este aprendizaje será el primer paso en la construcción de un campo civilizatorio nuevo que nacerá después de esta tragedia mundial.
Aprendamos de lo ya evidente.
La pandemia ha venido a develar nuestras miserias, la inequidad social y las falencias claras de un sistema educativo anclado en el pasado.
Economista. Docente y gestor universitario.
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