Panamá
Lo has matado
A los calumniadores de todos los tiempos les decimos: Sí, lo has matado. Tu lengua asesina lanzó flechas, lanzas, balas, morteros y bombas.
- Monseñor Rómulo Emiliani (CMF)
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- - Actualizado: 03/6/2024 - 12:00 am
A los calumniadores de todos los tiempos les decimos: Sí, lo has matado. Tu lengua asesina lanzó flechas, lanzas, balas, morteros y bombas que destrozaron la fama de aquella persona. Fue como ver una ciudad ardiendo, destruida, demolida, arrasada por las bombas de aviones enemigos como sucedió en la segunda guerra mundial. Tus palabras calumniosas, certezas en su vileza, fueron destruyendo la fama y el buen nombre de aquel hombre o mujer.
Te comía la envidia, o la sed de venganza, No soportabas que fuera mejor que tú en muchas cosas. Así pasó con Jesús, acusado de comilón y bebedor, embaucador que promovía la rebelión contra el imperio romano, blasfemo por hacerse pasar por Dios, que iba a destruir el templo de Jerusalén en tres días.
Propagaron esas mentiras por todo el pueblo, que sin recordar todas las palabras de vida eterna de Jesús, los milagros, curaciones, exorcismos, resurrección de muertos que hizo Cristo el Señor, les creyeron a esos mentirosos, envidiosos y malignos adoradores del poder.
Sí, tú lo has matado. Lo acusaste falsamente ante los tribunales; lo despojaron de su libertad, perdió sus bienes, su buen nombre, su fama bien ganada por su conducta. Tú calumniador de todas las épocas perteneces a la estirpe cainita de la historia, cuyo padre Caín sentía en el fondo de sus entrañas la envidia que se lo comía como los buitres devoran la carne podrida. Por eso mató a Abel. Tú que has levantado falsos sin importar las consecuencias, perteneces también a otra estirpe maldita de la historia, a la de los Judas de siempre, los que con un beso hipócrita engañan a sus víctimas, para luego hacerles caer en trampas letales.
Tú, asesino de la fama y del buen nombre, tienes una lengua criminal, que como culebra se esconde después de inyectar el mortal veneno que elimina a los que brillan más que tú, a los que crees te van a hacer daño porque son mejores que tú, a los que destacan en algunas áreas muy sensitivas y hacen descubrir a otros tu mediocridad. No te das cuenta de que los Judas y Caínes de la historia terminan siempre mal, consumidos en su propio vómito de sus envidias y sentimientos negativos.
Terminan siendo gente amargada, frustrada, torturada por su propia conciencia.
Señor, te pedimos que no caigamos en la tentación de la envidia; que reconozcamos las virtudes, cualidades y triunfos de los demás, y nos alegremos de sus victorias. Señor, te suplicamos que nunca difamemos, calumniemos, le robemos la fama y el buen nombre a ninguna persona. Que no seamos mentirosos, que no levantemos ningún falso, que respetemos la dignidad de todos. amén.
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