¿Hacia dónde vamos?
Aspirar a ser Dios es el pecado oculto de nosotros. Queremos tener mucho poder, saberlo todo, que nos admiren, que nos adoren. Queremos tener más y más. Sin límites. Deseamos vivir siempre. No queremos saber nada de la muerte.
- Rómulo Emiliani
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- - Publicado: 14/3/2020 - 12:00 am
Dios todo lo hizo bueno. Porque él no puede hacer nada que sea malo. Él es toda bondad, infinita y pura. Él es toda verdad y toda belleza, todo amor pleno y absoluto. En Dios no hay nada impuro, negativo o que cause destrucción. Él es la perfección total. Por eso la creación es buena. Y el ser humano, cúspide de la creación, hecho a imagen y semejanza de Dios, es bueno esencialmente. Lo que ha trastornado todo ha sido la libertad mal usada por el ser humano. Y Dios tenía que darle a la persona libertad para poder entablar con él un diálogo de amor.
No se puede intercambiar amor con una marioneta, con un pedazo de madera o con una piedra. El riesgo allí era que la persona humana haciendo un uso equivocado de la libertad trastornara todo el plan de Dios. Y el ser humano cayó en la tentación de querer ser como Dios. La soberbia es el primer pecado de la humanidad, y es el pecado madre de todas las transgresiones humanas.
Aspirar a ser Dios es el pecado oculto de nosotros. Queremos tener mucho poder, saberlo todo, que nos admiren, que nos adoren. Queremos tener más y más. Sin límites. Deseamos vivir siempre. No queremos saber nada de la muerte.
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Y no queremos ni hablar de la muerte, ni recordarla, porque esa nos pone en nuestro sitio. Todo acaba con la muerte. Cae el ser humano en el reino de la total impotencia, en la nada. Todo lo que había sido poder, posesiones, fama, se derrumba, se pierde.
Nada queda. Nada nos llevamos. La muerte es maestra de vida. Nos hace ver que nuestros sueños de grandeza y de omnipotencia se diluyen totalmente. ¿Hacia dónde vamos entonces? Pues al reino de la muerte porque no somos Dios.
Podríamos decir que lo más humano es la muerte, y lo que es divino es la vida eterna, permanecer para siempre y de manera plena, absoluta, tal y como Dios vive. Él no tiene limitación alguna, defecto alguno. En él no hay agotamiento, desgaste, vulnerabilidad.
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Pero, vuelvo a preguntar: ¿Hacia dónde vamos? Sin Dios a la muerte. Con él a la vida eterna, al gozo supremo, a la plenitud total, a vivir con Dios. Con él seremos resucitados. Cristo murió por nosotros, derramó su sangre en la cruz pagando el precio de nuestro rescate.
Con Cristo venceremos a la muerte. Gracias al Señor la muerte se convierte en un paso necesario para ser resucitados y con Cristo glorificados eternamente. Nacimos para vivir eternamente con Dios, ya que esa es la voluntad de él. Pero escogimos el pecado y como consecuencia la muerte. Pero podemos cambiar y elegir la vida eterna. Todo depende de nosotros.
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