‘Venden’ aislamiento en pueblos fantasma
Con el servicio celular y de internet limitado, Brent Underwood, uno de los emprendedores, desarrolló pasatiempos rústicos, como rastrear animales, monitoreando la actividad de un gato montés que parecía visitar su porche todas las noches, dejando sus huellas.
- Angella D’Avignon
- - Publicado: 14/7/2020 - 06:00 am
Hay unos 3 mil 800 pueblos fantasmas en los Estados Unidos, la mayoría abandonados en los siglos 19 y principios del 20 a favor de ciudades más grandes o víctimas de la industria cambiante. Algunos languidecen como ruinas, otros son parques nacionales. Y un puñado está siendo convertido en sitios vacacionales de lujo.
El antiguo pueblo minero de plata de Cerro Gordo, California, engarzado en las montañas del desierto cerca de Death Valley, es uno de ellos. Fue comprado en 2018 por dos emprendedores, que planearon convertirlo en un “destino para soñadores”: un resort instagrammeablemente rústico.
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En marzo, Brent Underwood, uno de los emprendedores, fue al lugar en un viaje que debía durar una o dos semanas. Luego llegó el doble golpe de la pandemia y una tormenta de nieve no estacional. Después de meses de aislamiento, Underwood, de 32 años, dijo que planea quedarse indefinidamente. Ha aprendido a “reducir la velocidad y dejar que la quietud revele lo que es más importante”, dijo.
Con servicio celular y de internet limitado, Underwood desarrolló pasatiempos rústicos. Comenzó a rastrear animales, monitoreando la actividad de un gato montés que parecía visitar su porche todas las noches, dejando sus huellas. Exploró los túneles de la mina de plata por la que es famosa la ciudad y halló graffiti garabateado en 1938.
En su época más poblada, más de 4 mil 500 residentes vivían en Cerro Gordo, pero solo quedan 22 estructuras originales. Dos casas históricas habían sido convertidas en modestas casas de huéspedes por los antiguos propietarios. Underwood alterna entre las propiedades, como residente y como renovador. Los lugares que Underwood ha evitado son el cementerio y el dormitorio de los mineros, que según él está embrujado.
Durante la fiebre del oro y la plata de fines del siglo 19, vivir aislado era un costo inevitable del sueño de la frontera. Las penurias de estas vidas han sido idealizadas en la imaginación del público del Viejo Oeste. En parte, eso es porque la intensa soledad —ya sea en 1800 o 2020, en cuarentena o en un pueblo fantasma— recablea la mente y dobla el espíritu.
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A una altura de más de 2 mil 500 metros en la Sierra Nevada, Bodie es tan remota que cuenta con su propio microclima. Un puñado de guardaparques, como Taylor Jackson, quien tiene 3 años de trabajar en Bodie, vive una existencia aislada la mayor parte del año. “Quiero decir, la tienda de abarrotes más cercana está a dos horas de distancia”, dijo Jackson, de 38 años. “Si se te olvida comprar la leche, no vas a tener leche esa semana.
“Aún me impacta cómo los pioneros pudieron sobrevivir los inviernos”, añadió.
Para Brad Sturdivant, un exsuperintendente guardaparques y exdirector de la Fundación Bodie, la nieve y el aislamiento brindan un alivio. Sturdivant había pasado 24 inviernos trabajando en Bodie desde 1975 antes de ayudar a establecer la fundación en el 2008. Más de 150 mil turistas visitan Bodie anualmente, recordando la bulliciosa ciudad a principios del siglo 20. Pero cuando está nevado, está bastante vacío.
“Hubo un tiempo en que Bodie era el tercer centro de población más grande del Estado de California, y desapareció”, dijo Sturdivant. “¿La lección más importante de la historia de Bodie? Esto también pasará”.
En Dunton Hot Springs, un pueblo fantasma convertido en un complejo de lujo en Colorado, las cabañas están agrupadas en un prado que florece con flores silvestres. Un río corre al pie de una cordillera nevada. Y se puede disfrutar de las aguas termales naturales dentro de unas termas restauradas del siglo 19 o bajo las estrellas.
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Alojarse en un pueblo fantasma equivale a hacer un viaje en el tiempo, dijo Edoardo Rossi, de 40 años, su director ejecutivo. Vaqueros auténticos pasan a menudo con su ganado.
No más de 50 personas están presentes en Dunton en cualquier momento dado. Veinte miembros del personal se resguardaron en el lugar durante las órdenes de quedarse en casa. “Estamos muy alejados aquí, pero nos sentimos como una parte fluida del mundo porque nuestros huéspedes entran y salen, y de repente eso simplemente se detuvo y de la noche a la mañana solo fuimos nosotros”, dijo Seth O’Donovan, de 40 años, que vive y trabaja en Dunton durante todo el año como director de operaciones.
El complejo ha reabierto para aceptar huéspedes, y muchos de los aspectos comunales de la estadía de lujo han sido sometidos a modificación.
No han vuelto los viajeros a raudales, pero “a largo plazo, creo que lugares como el nuestro se volverán más populares a medida que las personas busquen estar afuera nuevamente”, dijo Rossi.
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