Mujeres frustran planes mortales de grupos terroristas
Más de 500 mujeres han sido utilizadas como terroristas suicidas. Algunas se han resistido con valentía, y antes de llevar a cabo sus misiones se deshacen de las bombas en pozos para no causar muertes.
- Dionne Searcey
- - Publicado: 25/3/2020 - 03:00 pm
MAIDUGURI, Nigeria — Las seis jóvenes pusieron sus bombas en el piso y se pararon alrededor del pozo, asomándose al oscuro vacío. Como cautivas de Boko Haram, uno de los grupos terroristas más mortales del planeta, habían sido enviadas a hacer estallar una mezquita con toda la gente que hubiera adentro.
Las mujeres querían deshacerse de sus bombas sin causar muertes. Balaraba Mohammed, en ese entonces de 19 años, quien había sido secuestrada por Boko Haram unos meses antes, ideó un plan: se quitaron sus velos islámicos y los amarraron para formar una cuerda larga. Mohammed sujetó las bombas y las bajó cautelosamente al pozo, rezando que estuviera lleno de agua.
Mohammed soltó la cuerda. “Corrimos para salvarnos”, dijo.
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En la guerra de una década de duración con Boko Haram, que ha devastado el noreste de Nigeria y se ha extendido a tres países vecinos, más de 500 mujeres han sido utilizadas como terroristas suicidas o capturadas antes de llevar a cabo esas misiones. Algunas, como las mujeres en el pozo, se han resistido con valentía, frustrando los planes de los extremistas.
Pero la mayoría de las mujeres que se desvinculan de Boko Haram mantienen sus secuestros en secreto, sabiendo que serían estigmatizadas como simpatizantes terroristas a pesar de que fueron retenidas contra su voluntad. A menudo son olvidadas, como las más de 100 alumnas de escuela del poblado de Chibok que siguen desaparecidas —casi seis años después de que su secuestro causó alarma global.
Docenas de mujeres entrevistadas dijeron que Boko Haram les presentó una elección terrible: “casarse” con los combatientes del grupo o ser empleadas como terroristas suicidas. Las cautivas han dicho que algunas mujeres optaron en lugar de eso por hacerse estallar sólo a sí mismas. Pero algunas sobrevivieron y querían contar sus historias.
Mohammed dijo que llegó aturdida al campamento de Boko Haram en el 2012. El grupo había asesinado a su esposo por criticarlo. Días después, Boko Haram regresó, arrojó a su bebé al piso y la secuestró. Ella pensó que su hija había muerto. Algunas cautivas fueron violadas, contó Mohammed. Algunas fueron usadas para probar chalecos suicidas.
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“Estaba tan asustada”, recordó Mohammed. Contempló suicidarse, pero pensó en su abuela enferma, quien necesitaba que la cuidara. Para escapar a que la casaran, fingió estar enferma. Para no tener que entrenar con armas, simuló una enfermedad mental. Cuando los combatientes le dieron una bomba, dijo, “sentí como si estuviera muerta”. Sabía que tenía que irse, o sería acribillada.
Así es como terminó a la orilla de aquel pozo. Las bombas no explotaron. Las mujeres, sin saber qué hacer, corrieron de vuelta al campamento, dijo Mohammed. Les juraron a sus captores que habían llevado a cabo su misión, y que corrieron tan rápido para escapar que perdieron sus hijas en el camino.
Los combatientes convocaron un festejo en honor a las mujeres que pensaron que se habían convertido en asesinas.
Los combatientes prepararon a Mohammed y otras mujeres para una operación importante, hacer estallar el Mercado del Lunes, el más grande en el noreste de Nigeria. Cargaron alrededor de 20 autos, motocicletas y camiones militares robados con dinamiteros y combatientes y manejaron al mercado. Mohammed dijo estar enferma y se quedó sentada dentro de un auto mientras las bombas explotaban. Fue llevada de regreso al campamento y encerrada en una choza de metal con otras cautivas. Escuchó disparos y perdió el conocimiento.
Hadiza Musa, quien se había unido a la fuerza local de justicieros para vengar la captura de su hermana a manos de Boko Haram, llegó para encontrar una escena espantosa: el campamento entero estaba en llamas y había una carnicería en todas partes. En un intento por distraer a los justicieros, parecía que Boko Haram había hecho estallar su propio campamento y a sus cautivas, para huir.
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Musa encontró a Mohammed, quien estaba inconsciente con quemaduras que cubrían su cuerpo y lo que parecía ser una herida de bala en la pierna. Ayudó a transportarla a un hospital. Localizó a su abuela y le dio a Mohammed la primera buena noticia que había recibido en meses: Hairat, su bebé, estaba viva. Musa y Mohammed se consideran ahora hermanas.
En Maiduguri, donde Mohammed vive con Hairat, algunos vecinos que saben que fue raptada piensan que podría serle leal a Boko Haram. “Lo mejor es que te maten”, le dijo un vecino.
Mohammed paga la escuela de Hairat tejiendo gorros y vendiendo refrescos, y ha empezado a capacitarse para convertirse en enfermera. Pero no pudo pagar unos exámenes recientes después de que un tío la corrió, al sospechar aún de ella.
Hasta que pueda ahorrar dinero, lleva consigo un kit de primeros auxilios, en caso de que se tope con alguien que necesite ayuda.
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