Migrantes agrícolas temen al virus
Las regiones agrícolas tienen un alto grado de riesgo incorporado. Los pizcadores de frutas y verduras laboran cerca unos de otros en los campos, se trasladan en autobuses hombro con hombro y duermen en departamentos o casas móviles con otros jornaleros o varias generaciones de sus familias.
- Patricia Mazzei
- - Publicado: 03/7/2020 - 06:00 pm
IMMOKALEE, Florida — Dentro de su hogar ordenado, un modesto departamento enclavado en un barrio de trabajadores agrícolas itinerantes, Angelina Velásquez empacaba. Una bolsa de viaje medio llena estaba en el sofá, rodeada de ropa por doblar. La cosecha anual había terminado en Immokalee, la capital del tomate de invierno de Estados Unidos, y era hora de dirigirse al norte.
Velásquez, madre soltera de 52 años con dos hijas, no quería ir. No en el largo viaje en una van atestada a Nueva Jersey. No al atiborrado alojamiento que compartiría con sus hijas, de 11 y 15 años, y otros jornaleros como ella que pasarían el verano pizcando moras azules. No en un viaje donde cada paso las pondría en riesgo de contraer el coronavirus.
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“Tenemos miedo”, dijo Velásquez. “Pero ¿a dónde me voy? No hay trabajo aquí”.
Velásquez y miles de trabajadores migrantes más se desplazan cada año desde el sur de Florida por la costa este de Estados Unidos hacia el Medio Oeste, siguiendo la maduración de las frutas y verduras. Este año, muchos llevarán el coronavirus consigo.
Las comunidades agrícolas de Florida se han convertido en cunas de infección, alimentando un nuevo y preocupante disparo en el número diario de infecciones nuevas del Estado, que ha alcanzado nuevos récords en días recientes. Las implicaciones van mucho más allá de Florida: el número de casos en lugares como Immokalee están creciendo al tiempo que los trabajadores agrícolas migran.
Las regiones agrícolas de Florida tienen un alto grado de riesgo incorporado. Los pizcadores de frutas y verduras laboran cerca unos de otros en los campos, se trasladan en autobuses hombro con hombro y duermen en departamentos o casas móviles con otros jornaleros o varias generaciones de sus familias.
El gobernador Ron DeSantis, un republicano, ha calificado el contagio en comunidades agrícolas como “el brote número uno” de Florida.
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Pasaron muchas semanas para que una respuesta coordinada de salud pública tomara forma en Immokalee, que tiene una clínica federalmente financiada, pero ningún hospital. Médicos Sin Fronteras, la organización sin fines de lucro, llegó en abril para ayudar. Su centro de pruebas ambulatorio se ha instalado dos veces en el mercado de pulga cerca de la calle principal.
“Aún estamos un poco impactados de estar aquí”, afirmó Jean Stowell, que supervisa el equipo nacional de respuesta al coronavirus de la organización. “Sabíamos que la migración era un problema en EE.UU. que expondría a las personas a la vulnerabilidad. Sabíamos que batallarían para recibir cuidados”.
Immokalee, comunidad de 25 mil habitantes en la orilla occidental de los Everglades, tiene más de mil 250 casos —más que Miami Beach, una ciudad tres veces más grande. El índice de pruebas positivas en el Condado Collier, donde se encuentra Immokalee, es del 11 por ciento, casi dos veces el nivel estatal.
Laura Safer Espinoza, directora ejecutiva del Fair Food Standards Council, organización que labora con trabajadores migrantes, dijo que los patrones agrícolas estaban, en gran parte, exentos de tener que compensar a los trabajadores enfermos que se quedan en casa, y que los trabajadores a menudo ignoran sus síntomas y se presentan a trabajar. “Hay mucho temor a perder un cheque de sueldo”, afirmó.
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Aunque muchos son trabajadores invitados con visas temporales, otros son indocumentados, con poco acceso a cuidados de la salud y un temor arraigado a las autoridades.
Pese a la penuria financiera, algunos residentes de Immokalee tienen tanto miedo de infectarse lejos de sus familias que planean prescindir de la cosecha en el norte.
Alejandrina Carrera, una trabajadora agrícola de 38 años, dijo que había planeado dejar a sus hijos al cuidado de su hermana.
“Pero decidí que mejor no”, manifestó. “Me voy a quedar aquí”.
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