La pandemia del coronavirus nos interioriza
El virus llegó en un momento en que el mundo ya se estaba volviendo hacia adentro, en gran medida en reacción a la crisis financiera global del 2008.
- Ruchir Sharma
- - Publicado: 19/5/2020 - 12:00 pm
Una crisis tan alteradora de la vida como la pandemia del coronavirus naturalmente inspira especulación sobre cómo vendrá a cambiar todo. Pero vale la pena recordar que un predecesor mucho más mortal, la gripe española, mató a entre 50 y 100 millones de personas entre 1918 y 1920, y fue seguida por los felices años 20. Entonces, ¿cambió algo?
Posiblemente solo aceleró tendencias que ya estaban en marcha. Y lo mismo podría ser cierto hoy. El coronavirus llegó en un momento en que el mundo ya se estaba volviendo hacia adentro, en gran medida en reacción a la crisis financiera global del 2008. Las naciones han estado levantando barreras al libre flujo de personas, dinero y bienes, aun cuando el flujo de datos de internet ha seguido creciendo rápidamente.
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Hay evidencia de que todas estas tendencias ahora se están acelerando, particularmente en los países liderados por populistas, que aprovechan la pandemia para erigir barreras que de todos modos querían levantar. Y al tiempo que los confinamientos obligan a las personas a trabajar, comprar, estudiar y jugar en casa, el tráfico de internet se ha disparado entre un 50 y 70 por ciento en los países desarrollados, creando nuevos hábitos que podrían, a diversos grados, durar más que la pandemia.
Por lo tanto, es probable que la era posterior al coronavirus se sienta mucho como la era posterior a la crisis del 2008, pero con sus tendencias hacia el interior magnificadas: los líderes populistas más envalentonados para despotricar contra los extranjeros; las naciones menos dispuestas a exponerse al comercio mundial, a los bancos globales y a la migración internacional; las economías nacionales más dependientes de las industrias locales; y las personas en todas partes retrayéndose a la seguridad del hogar libre de coronavirus para trabajar, educarse y entretenerse en el mundo inmersivo de la economía en línea.
El comercio global estaba creciendo más del doble de rápido que la economía mundial antes del 2008, pero apenas ha mantenido el ritmo en los últimos años. Se proyecta que el comercio global caiga alrededor del 15 por ciento en el 2020 —al menos tres veces la caída esperada en la producción económica— y el alcance de la recuperación posterior al virus podría verse mermado por políticas comerciales más divisivas.
El presidente Donald J. Trump ha agudizado sus declaraciones antiglobales, anticomercio y anti-China, diciendo, “no estoy seguro cuál es peor”, la Organización Mundial de la Salud o la Organización Mundial del Comercio, a las que acusa de favorecer a China. Su asesor comercial, Peter Navarro, ha citado la escasez de equipo de protección como prueba de que Trump siempre tuvo razón sobre el riesgo de depender de China en cuanto a productos manufacturados y como “justificación de la estrategia del presidente de comprar lo estadounidense”.
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La gran diferencia ahora es que el discurso anti-China se está volviendo más estridente y común en muchos países, como Gran Bretaña, Francia, India, Brasil, Italia y Japón. Y el discurso anticomercio proviene incluso de uno de los últimos paladines de alto perfil de la globalización, el presidente Emmanuel Macron de Francia. “Delegar (a otros) nuestro suministro de alimentos es una locura. Tenemos que recuperar el control”, advirtió en marzo.
Francia, España e Italia estuvieron entre los países que estaban presionando a la Unión Europea a que protegiera a sus agricultores antes de la pandemia, y están presionando más fuerte ahora. Rusia, el mayor exportador de trigo en el mundo, ha impuesto cuotas a las exportaciones de granos. Vietnam, uno de los mayores productores de arroz, suspendió las exportaciones del mismo. Más de 60 naciones han limitado o prohibido las exportaciones de cubrebocas, guantes y demás equipo de protección personal, dejando a muchas naciones pobres que no fabrican este equipo desprotegidas frente a la pandemia.
Antes de que apareciera el virus, la democracia estaba en retirada y los autócratas estaban en marcha. Para contenerlo, los líderes de todos los estilos políticos han asumido poderes previamente inconcebibles para cerrar la economía, dirigir la producción, cerrar fronteras y mantener a empresas con vida artificial. Incluso las sociedades más liberales han cedido con gusto estos poderes. El gran riesgo es que los líderes con tendencias autocráticas salgan de la pandemia con mayor influencia para controlar y cerrar sociedades.
Los inversionistas alguna vez embelesados por la posibilidad de hacer fortunas en el mundo emergente han retrocedido desde la crisis financiera, pero la retirada se aceleró en los primeros tres meses de este año, cuando más de 90 mil millones de dólares fueron sacados de los mercados de valores emergentes.
Ahora, los cierres económicos están cortando el flujo de dinero de compañías muy endeudadas desde Estados Unidos hasta Europa y Asia, amenazando con llevarlas a la bancarrota.
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La retirada hacia adentro ha inspirado a muchas naciones a reconsiderar las líneas de suministro que ahora abarcan todo el mundo y llevan, con más frecuencia, a fábricas en China. Esta retirada ha estado en marcha durante años. En su apogeo, en el 2007, China era la maquiladora del mundo, generando casi una quinta parte de su producción económica ensamblando partes hechas en otros países para convertirlas en productos terminados, pero esa participación había caído a menos de una décima parte para cuando llegó el coronavirus.
Una encuesta reciente que cubrió 12 industrias globales arrojó que compañías de 10 de ellas, como automóviles, semiconductores y equipos médicos, están mudando o planean mudar al menos parte de sus cadenas de suministro, lo que en la mayoría de los casos significará salir de China. Si los nacionalistas se salen con la suya, las fábricas regresarán a sus países de origen.
La pandemia llegó como un regalo propagandístico de la naturaleza a los populistas que quieren contener todo lo “global”, desde la migración hasta la internet. En años recientes, China ha liderado el camino en la creación de una internet nacional, aislada de la red más amplia, pero Rusia, Indonesia y otros países están siguiendo su ejemplo. El Centro Europeo para la Economía Política Internacional rastrea una creciente maraña de prohibiciones, reglas y subsidios de internet, incluyendo medidas que intentan garantizar que los datos se almacenen localmente y sea difícil transferirlos al extranjero.
Sin embargo, el auge en el tráfico en los últimos dos meses ha acelerado el cambio a una economía en línea.
Sector and Sovereign Research estima que de los aproximadamente 40 millones de estadounidenses que tienen empleos de oficina, la cantidad que trabaja a distancia se ha triplicado desde enero a casi 25 millones, y pronostica que casi 3 millones de estos nuevos jockeys de escritorio en línea se quedarán en casa después de que pase la pandemia. Los proveedores de videoconferencias se esfuerzan por manejar el volumen de participantes y se han convertido también en lugares de reunión para amigos y familiares.
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Los analistas tecnológicos esperan que este aumento se disipe luego de la pandemia, pero a una base más alta que antes y posiblemente también a una tasa de crecimiento más rápida. Las personas que nunca habían pensado en probar el trabajo, la escuela o las compras en línea han aprendido lo básico. Sin embargo, las posibilidades más interesantes están en los juegos digitales, porque su ambición va más allá de los juegos.
Verizon reporta que los volúmenes de datos están aumentando en general, pero en especial para los juegos digitales, que registraron un aumento del 75 por ciento en marzo. En la primera semana de abril, el gasto de los consumidores de EE.UU. en videojuegos estaba 95 por ciento arriba, en comparación con la misma semana del año anterior, mientras que el gasto en salas de cine cayó 99 por ciento. La evidencia de China y Corea del Sur —donde la gente se ha tardado para regresar a los bares y restaurantes reabiertos— sugiere que los negocios que dependen de recintos a reventar tendrán dificultades para recuperarse.
Y pensar que no hace mucho tiempo los gamers aún eran ampliamente percibidos como adolescentes inadaptados. La fortaleza de la economía mundial depende en parte de cuál de estos equipos gane la contienda sin cuartel por la dominación global: los gamers arriesgados o los populistas constructores de barreras.
Aunque el auge de la economía virtual también es un giro hacia adentro, hacia el trabajador solitario seguro en casa frente a una pantalla, su nuevo enfoque en la eficiencia y creatividad podría elevar la productividad en los próximos años.
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La economía global se recuperó lentamente tras la crisis del 2008, debido en gran parte a la desglobalización, y ahora flujos incluso más lentos de personas, dinero y bienes amenazan más de lo mismo: menos competencia e inversión.
La pandemia, de hecho, está acercando el futuro. Tendencias que podrían haber tardado 5 o 10 años en desarrollarse se han desplegado en sólo 5 a 10 semanas, y todas apuntan en la misma dirección: a un mundo que se está volviendo más interiorizado.
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