En medio de la pandemia, camioneros están acostumbrados al autoaislamiento
- John Branch
Estar confinados en espacios pequeños, desconectados de familiares y amigos, inseguros de qué depararán los días. La soledad es parte del trabajo, incluso mientras el mundo pasa a su lado.
Al igual que muchos otros traileros de larga distancia, bombeando los productos de una economía agonizante por las arterias del sistema carretero de Estados Unidos, Darrell Woolsey ve el cambiante paisaje a través de su parabrisas.
Autoaislado en la cabina de su tractocamión de trabajo pesado, con un colchón individual detrás de él y el mundo al frente, Woolsey pasa de un cargamento al siguiente, de una parada para traileros a otra, un juego de une los puntos para mantener el comercio activo.
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Durante las últimas dos semanas de marzo, mientras el coronavirus se propagaba por EE.UU. y obligaba a la mayoría de la gente a recluirse, Woolsey zigzagueaba por el país, transportando plástico reciclado y rollos de papel de estraza, equipo de excavación y bobinas de enfriamiento para calderas.
Por ahora, seguirá conduciendo su camión, rodando a través de estas épocas en una coraza de vidrio y acero impulsada por diesel, con un perro de raza lhasa apso llamado Rusty a su lado y toallitas desinfectantes en el tablero. Él y otros traileros están llevando los productos para que todos los demás puedan quedarse en casa.
Woolsey, de 52 años, no sabe cuándo irá a su hogar en Cheyenne, Wyoming, donde están su esposa y tres hijos.
“Estoy en cuarentena, aunque me estoy moviendo”, dijo. “Así que para el caso seguiré trabajando, mientras pueda”.
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Los camioneros ya están familiarizados con el tipo de autoaislamiento que ahora enfrentan millones de personas: estar confinados en espacios pequeños, desconectados de familiares y amigos, inseguros de qué depararán los días. La soledad es parte del trabajo, aun mientras el mundo pasa a su lado.
Casi todas las 24 horas del día, despierto o dormido, se pasan en la cabina. Cuando está estacionado, y cierra las cortinas al mundo exterior, se halla en total cuarentena. Llama a casa, cocina en su parrilla, ve DVDs y duerme en el pequeño colchón.
“Todo el tiempo vivo en un espacio más pequeño que la celda de una cárcel”, comentó Woolsey. “Oigo que otras personas se quejan, y digo, supérenlo. Somos muchos los que vivimos así todo el tiempo, con o sin coronavirus”.
No está seguro por cuánto tiempo pueda escapar del virus, o de sus efectos en el negocio del transporte de carga. Una menor cantidad de embarques del extranjero en los puertos significa que se necesitan menos camiones para el transporte de las mercancías al interior del país. La decreciente producción y los menores ingresos para las compañías estadounidenses fluirán cada vez menos al decreciente torrente sanguíneo del transporte.
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Woolsey está decidido a ver cómo se desevuelve el panorama. Su mundo sigue la elasticidad de la oferta y la demanda. Tal vez los embarques disminuirán. Tal vez los camioneros se quedarán estacionados.
“Si ya no hay muchas cargas, pero aún hay muchos camiones esperando cargamentos, las tarifas caerán. Y no ganaré mucho dinero”, afirmó Woolsey.
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