Combaten el aislamiento con una tradición indígena
- Priya Krishna
Muchas personas, por la crisis del coronavirus, recurren a las prácticas de guardar semillas, enlatar, deshidratar, que sus antepasados desarrollaron para sobrevivir en condiciones severas con suministros limitados.
Para los 20 mil miembros de la tribu oglala sioux que viven en la Reserva Indígena Pine Ridge —una extensión de 800 mil hectáreas en el sur de Dakota del Sur— el distanciamiento social definitivamente es factible. ¿Poner comida en la mesa? Lo es menos.
Conseguir comida ha sido un desafío desde hace mucho tiempo. Para muchas personas, la tienda de abarrotes más cercana está a dos horas en auto. Muchos dependen de los programas del Gobierno de Estados Unidos, incluido uno que proporciona despensas (históricamente carentes de opciones saludables) para familias de bajos ingresos. Las tasas de diabetes son muy altas. La crisis del coronavirus solo lo ha hecho más difícil, ya que los estantes de los pocos comestibles se vacían, los envíos se ven retrasados debido a interrupciones en la cadena de suministro, y la caza y la recolección están restringidas por regulaciones gubernamentales y condiciones ambientales.
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Pero los oglala sioux, al igual que muchos otros nativos americanos, recurren a las prácticas —guardar semillas, enlatar, deshidratar— que sus antepasados desarrollaron para sobrevivir en condiciones severas con suministros limitados.
“Te obligan a quedarte en un área específica, te dicen que confíes en el Gobierno, te dicen que la comida será escasa, bienvenido a la nación nativa del siglo 18”, dijo Jamie Azure, presidente tribal de la tribu turtle mountain band of chippewa, en Dakota del Norte.
Las tiendas grandes y los alimentos procesados han erosionado algunas de las viejas costumbres. Pero ahora, ante un sistema alimentario interrumpido, muchos están regresando a ellas.
Milo Yellow Hair, que vive en la Reserva Pine Ridge, está preparando 8 mil plántulas de calabaza y maíz para plantar en los patios de las personas. Muchos residentes viven sin electricidad para refrigeradores o congeladores, así que para prepararse para lo que podrían ser semanas o meses de quedarse en casa, está exhortando a las personas que deshidraten verduras.
“Aquí en la reserva se vive al día”, dijo Yellow Hair, de 70 años, que trabaja para el Programa de Desarrollo Agrícola Slim Buttes, que no tiene fines de lucro. “Si esto se vuelve una locura y los servicios externos de alimentos cesan, la comida que cultivamos localmente será primordial para cubrir esta necesidad”.
La emergencia del coronavirus es funesta para la Nación Navajo en Arizona, Utah y Nuevo México, con cientos de casos y docenas de muertes.
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“Les dicen a las personas que se autoaíslen en casa sin agua potable y sin suficiente comida”, dijo Denisa Livingston, que ayuda a otros nativos americanos a cultivar su propia comida, en su empleo como Consejera Indígena Internacional del Norte Global, de Slow Food.
En Dakota del Norte, la tribu turtle mountain band of chippewa tiene una fuerte tradición de enlatar cultivos como betabel, pepino y zanahoria.
En Alaska, los pueblos athabaskanes durante mucho tiempo han lidiado con inviernos brutales y prolongados preservando hortalizas y congelando carne. Cynthia Erickson, que es athabaskana y propietaria de la única tienda de comestibles en su aldea, Tanana, tiene un congelador lleno de alce, caribú y pescado.
Pero ella ha estado batallando para que sus proveedores habituales surtan pedidos. La tribu podría pedir al Gobernador Mike Dunleavy que abra la temporada de caza de alces (que normalmente comienza en agosto o septiembre) temprano si el suministro de alimentos escasea, dijo.
La producción de maíz blanco está aumentando en la reserva de la Nación Oneida de Wisconsin. El cultivo es un alimento básico desde hace mucho tiempo por sus numerosos nutrientes. Rebecca y Stephen Webster, una pareja casada nativa propietaria de una granja de 4 hectáreas, han estado dando sus preciadas semillas a familias en la reserva a cambio de lo que puedan ofrecer, incluso si es solo un frasco de mermelada.
Thosh Collins y Chelsey Luger, una pareja casada que fundó un programa de bienestar indígena llamado Well for Culture, viven cerca de Scottsdale, Arizona, una ciudad rica con supermercados finos.
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Aún así, han estado conduciendo diariamente a la Comunidad Indígena Salt River Pima-Maricopa, donde creció Collins, de 37 años, para cosechar capullos de cactus, bayas y cebollas silvestres.
Luger, de 32 años, dijo que los nativos están excepcionalmente bien posicionados para resistir la pandemia.
“No estamos tan alejados de nuestras formas de vida tradicionales como la mayoría de los estadounidenses”, dijo. “Nuestro sentido de comunidad y familia es tan fuerte como siempre”.
Julia O’Malley contribuyó con reportes a este artículo.
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