Chipre es una nueva ruta para los migrantes que se dirigen a Europa
- Matina Stevis-Gridneff
“La forma más simple es pensar en el norte de Chipre como la sala de espera para pasajeros en tránsito más grande del mundo”, dijo James Ker-Lindsay, investigador titular en la London School of Economics.

Chipre tiene la mayor cantidad de solicitantes de asilo per cápita en Europa. Migrantes en Kokkinotrimithia. Foto / Laura Boushnak para The New York Times.
KOFINOU, Chipre — Con su visa de estudiante en la mano, Clinton Yebga abordó un vuelo de Turkish Airlines en Camerún, su país natal, cambió de avión en Estambul y aterrizó sin problemas en el norte de Chipre.
Pero en lugar de dirigirse a su universidad en el norte controlado por Turquía, se abrió camino a la así llamada línea verde —una barrera nominal que divide a la isla— para ingresar a la República de Chipre, que es parte de la Unión Europea.
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A la espera de una decisión sobre su solicitud de asilo, vive en el campamento para refugiados de Kofinou, donde sirios, palestinos y otros cameruneses son sus vecinos. Yebga y los demás están entre más de 11 mil 200 personas que el año pasado descubrieron una enrevesada ruta para llegar a la Unión Europea que ha dejado a esta pequeña isla con el mayor número de solicitantes de asilo por cápita en Europa.
En la cúspide de la crisis migratoria en el 2015, el bloque hizo un trato con Turquía para evitar que solicitantes de asilo llegaran a Grecia. Desde entonces, muchos menos migrantes han intentado cruzar el Mar Egeo. Pero Chipre ha demostrado ser una laguna problemática.
“La forma más simple es pensar en el norte de Chipre como la sala de espera para pasajeros en tránsito más grande del mundo”, dijo James Ker-Lindsay, investigador titular en la London School of Economics. “Has aterrizado en el territorio de la República de Chipre, pero no es hasta que has pasado el control fronterizo en la línea verde —que no es por sí misma una frontera— que estás oficialmente en la República de Chipre”, señaló.
Más solicitantes de asilo están haciendo eso ahora, dejando a Chipre, con una población de 850 mil habitantes, con una crisis de migración que gran parte del resto de la Unión Europea ha dejado atrás. La mayoría de los migrantes, dijeron las autoridades, llegaron por tierra desde el norte.
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Yebga, de 23 años, contó que dejó su país natal porque enfrentaba persecución como periodista al tiempo que se intensificaba una guerra civil. Después de que su madre fue golpeada por negarse a decir su paradero a la Policía, dijo que sabía que tenía que irse. Gastó mil euros, alrededor de mil 100 dólares, en su vuelo de Turkish Airlines y otros mil euros para inscribirse en la universidad en el norte de Chipre.
Después de que un golpe de Estado derrocó al Gobierno chipriota en 1974 y que hubo un intento por unir a la isla con Grecia, Turquía envió a su Ejército. Cuando terminó la lucha, la isla estaba dividida.
Hoy, la línea verde separa al sur étnicamente griego del norte turco.
Ya que el norte es considerado territorio ocupado de la República de Chipre, las autoridades en Nicosia no reconocen ni se comunican con la administración ahí. Y Turquía no reconoce al Gobierno, reconocido internacionalmente, de la República de Chipre en Nicosia, lo que significa que el acuerdo sobre migrantes entre el bloque y Turquía excluye a Chipre.
Muchos sirios, entre ellos Mustafa Alagha, han quedado atrapados en el norte. Alagha, que tiene título de arquitecto y fue criado en el seno de una familia profesionista que iba y venía entre Siria y Kuwait, huyó de Alepo en el 2012. Recibió su título en una universidad del norte de Chipre y terminó una maestría. Durante un tiempo, estuvo contento.
Entonces, su pasaporte sirio expiró y no tenía forma de renovarlo, fuera de presentarse en un consulado sirio. Pero eso significaría entregarse a un Gobierno que quiere enlistarlo en el Ejército. Solicitó tres veces una visa para ir a Turquía y fue rechazado cada vez.
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Si fuera a la línea verde y pidiera asilo en la República de Chipre, quedaría varado durante años a la espera de una decisión y no podría trabajar como arquitecto. “Significaría regresar a cero”, dijo. “Tengo 32 años —no siento que pueda empezar desde cero”.
Tiene un empleo y un departamento, pero de todos modos está atrapado.
“Este no es mi hogar, y nunca lo será”, dijo.
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