Brasil desestimó los riesgos del coronavirus, y ahora sufre una crisis
El enfoque desordenado ha saturado aún más las unidades de terapia intensiva y las morgues y contribuido a los fallecimientos de veintenas de profesionales de la salud, al hundirse la economía más grande de América Latina en la que podría ser la recesión más profunda en su historia.
- Ernesto Londoño, Manuela Andreoni y Letícia Casado.
- - Publicado: 02/6/2020 - 06:00 am
Bancos concurridos. Vagones del metro atestados. Autobuses llenos de simpatizantes fervientes del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, con destino a mítines en los que se exhorta a los brasileños a ignorar las órdenes de quedarse en casa emitidas por alcaldes y gobernadores y, en cambio, a seguir las directrices del mandatario de regresar a trabajar.
Escenas como estas son un reflejo de la respuesta caótica de Brasil a la pandemia del coronavirus, que quedó evidente el viernes cuando renunció el ministro de Salud, tan sólo semanas después de que su predecesor fue abruptamente despedido.
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La confusión ha contribuido a convertir a Brasil en un epicentro emergente de la pandemia, con una tasa de mortalidad diaria tan solo superada por la de Estados Unidos.
Los expertos en salud pública afirman que el enfoque desordenado ha saturado aún más las unidades de terapia intensiva y las morgues y contribuido a los fallecimientos de veintenas de profesionales de la salud, al hundirse la economía más grande de América Latina en la que podría ser la recesión más profunda en su historia.
La crisis se yergue en claro contraste con el historial de Brasil en respuestas innovadoras y ágiles a los retos en materia de cuidados de la salud que lo convirtieron en un modelo a seguir entre los países en vías de desarrollo.
“La de Brasil pudo haber sido una de las mejores respuestas a esta pandemia”, dijo Marcia Castro, profesora en la Universidad de Harvard que es originaria de Brasil y se especializa en salud global. “Pero ahorita todo está completamente desorganizado y nadie está trabajando hacia soluciones conjuntas. Esto tiene un precio, y el precio son vidas humanas”.
Brasil tuvo meses para estudiar los errores y los aciertos de los primeros países en ser afectados por el virus. Su sólido sistema de salud pudo haber sido desplegado para realizar pruebas en masa y rastrear los movimientos de los pacientes recién contagiados. Su falta de acción está en oposición a la manera en que abordó crisis pasadas, dijeron los expertos.
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Después de un disparo en infecciones por vih en los 90, Brasil ofreció tratamiento universal y gratuito y presionó a la industria farmacéutica para reducir los costos. Amenazó con no respetar la patente de una empresa farmacéutica suiza de un medicamento para el vih en el 2001, y así lo hizo en el 2007, fabricando su propia versión genérica y disminuyendo en gran medida la prevalencia del vih.
En el 2013, Brasil expandió en gran medida el acceso a la atención médica preventiva en áreas de escasos recursos contratando a miles de médicos extranjeros. Y para combatir el zika en el 2014, Brasil creó mosquitos genéticamente modificados.
El éxito anterior de Brasil fue resultado de la inversión en ciencia, dijo Tania Lago, profesora de Medicina en la Universidad Santa Casa en São Paulo, quien trabajó en el Ministerio de Salud en los 90.
“Ahora ha habido una ruptura de la nación con su comunidad científica”, dijo. “Lo que me entristece es que estamos y seguiremos perdiendo vidas que se pudieron haber salvado”.
Al tiempo que los países comenzaron a implementar medidas drásticas para frenar la propagación del virus en febrero y marzo, Bolsonaro desestimó los riesgos y alentó las reuniones públicas. Ahora, insta a los brasileños a regresar a trabajar, aún cuando los números de casos y decesos están en ascenso.
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A mediados de mayo, emitió un decreto clasificando a los gimnasios y los salones de belleza como negocios esenciales que deberían reabrir. “La salud es vida”, dijo.
Al 19 de mayo, Brasil tenía 262 mil casos de coronavirus y 17 mil 365 muertes. Sin embargo, la cifra real probablemente sea mucho más alta, arrojan los registros recopilados por Fiocruz, un instituto gubernamental.
De acuerdo con el Instituto de Medición y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, el virus se perfila a matar a más de 88 mil personas en Brasil para principios de agosto.
La zozobra política ha afectado la capacidad del país para prepararse. Nelson Teich renunció el 15 de mayo, sin un mes en el cargo. Bolsonaro despidió a su predecesor, Luiz Henrique Mandetta, después de que chocaron por el desprecio del presidente hacia las medidas de confinamiento. Mandetta dijo que la respuesta “errática” de Brasil a la pandemia dejó al país mal equipado para competir en la rebatinga global por equipo y personal médico.
El Estado de Amazonas ha visto rebasados a sus hospitales y a sus cementerios teniendo que recurrir a fosas comunes. Arthur Virgílio Neto, alcalde de Manaos, la capital estatal, ha llorado durante entrevistas televisadas mientras implora asistencia federal.
Bolsonaro, con su desdén por las medidas preventivas, ha sido parte del problema, sostuvo.
Ante la crítica, el Gobierno de Bolsonaro, que no quiso hacer comentarios, lanzó recientemente una campaña destacando la preocupación del presidente por la economía, que se prevé que se contraiga al menos un 5 por ciento este año.
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“Esos confinamientos no son el camino, son el camino al fracaso”, dijo Bolsonaro el 14 de mayo. “Se convertirá en un país de miseria, como un país en el África subsahariana”.
Castro, la profesora de Harvard, dijo que es probable que el fracaso del Gobierno en dar una respuesta efectiva probablemente conducirá a brotes que causarán más daño a la economía a largo plazo. “¿Cómo puedes promover el crecimiento económico si tu población está enferma?”, dijo. “Una fuerza de trabajo enferma no puede trabajar”.
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