Alcaldes italianos se disfrazan para verificar que todos sigan las medidas de cuarentena
La misión de incógnito fue la táctica más reciente empleada por los alcaldes italianos para hacer que los residentes obedezcan las medidas de cuarentena al convertirse Italia en un centro de la epidemia global. Han desplegado drones que lanzan insultos.
- Jason Horowitz
- - Actualizado: 08/5/2020 - 03:29 pm
ROMA — El alcalde de la ciudad de Asti, en el norte de Italia, recientemente inspeccionó a escondidas los supermercados en busca de la venta ilegal de productos no esenciales.
“Obviamente tengo que ir disfrazado”, dijo el alcalde Maurizio Rasero en un video en Facebook. “Así que desaparecieron los lentes, desapareció la barba”. Se puso una gorra de beisbol y un cubrebocas.
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La misión de incógnito fue la táctica más reciente empleada por los alcaldes italianos para hacer que los residentes obedezcan las medidas de cuarentena al convertirse Italia en un centro de la epidemia global. Han desplegado drones que lanzan insultos.
Han enfrentado personalmente a infractores en las calles. Se han burlado de mujeres por arreglarse el cabello.
“Necesitábamos enviar un mensaje claro, con lenguaje ligeramente brutal”, dijo Vincenzo De Luca, presidente de Campania y exalcalde de Salerno, quien amenazó con usar un soplete para poner fin a una fiesta.
Esas amonestaciones llenas de maldiciones se volvieron virales. Pero los alcaldes han jugado un papel serio en confrontar la tragedia de Italia. Al tiempo que el país empezó a reabrir el 4 de mayo, afirman que serán claves en hacer que la gente siga las reglas a medida que la vida se reorganiza para evitar contagios.
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El papel de los alcaldes “será aún más importante”, dijo Antonio Decaro, alcalde de la ciudad de Bari, en el sur del Italia.
Comentó que durante toda la crisis, los alcaldes habían hecho la labor de asegurar que los pobres se alimentaran, que a las personas en cuarentena les sacaran la basura, que los niños abandonados por padres hospitalizados fueran cuidados. Sobre todo, aseguró, hicieron sonar la alarma.
A inicios de la crisis, señaló Decaro, acudió con Giuseppe Conte, el primer ministro de Italia, y, con la esperanza de evitar 8 mil alcaldes con 8 mil políticas diferentes, le pidió que retirara a los alcaldes del país la autoridad que tenían sobre las políticas de salud locales. Su propuesta fue aceptada.
Al acercarse la fase inicial, Decaro se unió con los alcaldes de las grandes ciudades italianas en una carta a Conte pidiendo claridad y fondos, y que los dejara simplificar los contratos de obras públicas para lograr que las cosas avanzaran de nuevo.
Decaro dijo que también había instado al Gobierno a ofrecer una línea uniforme sobre todo, incluyendo si el espresso debería consumirse parado junto al bar o sentado a una mesa, en una taza de cerámica o desechable.
“No puedes reabrir sin directrices”, indicó. Ésas incluían el transporte público, escalonar los horarios de escuelas y oficinas, y decidir cómo los restaurantes dispondrán el espacio para los comensales.
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Pero muchos alcaldes han encontrado que el liderazgo de Conte ha carecido del impacto y la claridad de su propio mensaje.
Antonio Tutolo, alcalde de Lucera, en Apulia, perdió los estribos al oír que algunas estilistas habían visitado los hogares de mujeres. “¿Entienden que los ataúdes estarán cerrados?”, preguntó.
Cateno De Luca, alcalde de Mesina, urbe siciliana al otro lado del estrecho que la separa de la Italia continental, alcanzó prominencia al amenazar a los residentes de su ciudad por dar un paseo.
El mes pasado, amonestó a los que abandonaban sus balcones para ir a los parques. “Hemos ordenado cuatro megadrones con la voz del alcalde”, dijo. “Detectarán a los que pasean por ahí y oirán mi voz diciendo, ‘¿qué chin.... estás haciendo? Vete a casa’”.
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