Panamá
Y quizás con esto me despido
En pleno siglo XXI es absurdo observar como en lugar de avanzar en materia político-electoral como Estado esencialmente democrático, nos hemos retrotraído.
- Rodrigo Chiari Álvarez
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- - Actualizado: 20/2/2024 - 12:00 am
Panamá atraviesa una de sus peores crisis institucionales, de las casi últimas cuatro décadas, incluyendo el golpe militar de 1968, el triunfo pírrico de Nicolás Ardito en 1984, las revelaciones de Díaz Herrera en 1987 y la anulación del resultado del torneo electoral de 1989.
En pleno siglo XXI es absurdo observar como en lugar de avanzar en materia político-electoral como Estado esencialmente democrático, nos hemos retrotraído. Ello conlleva consecuencias nefastas dentro del sistema socioeconómico nacional. Luego de haber atravesado dos años por los efectos causados de la pandemia, no levantamos cabeza. Veamos los índices de desempleo y el numero de empresas que se vieron obligadas a cerrar. Persignémonos.
Las dos recientes administraciones se han dedicado a desmantelar los logros de las dos anteriores. El panameño cada vez tiene menos dinero en su bolsillo y la iniciativa privada ha sido llevada a su más mínima expresión. Ni se diga de la posibilidad de atraer inversión extranjera tras la fallida ejecución de un proyecto minero, negociado a espaldas del pueblo.
A quien le toque tomar las riendas del Gobierno a partir del próximo 1ro de julio, no la lleva toda fácil. Lamentablemente para todos nosotros, las alternativas para dirigir el país el próximo quinquenio es de terror. Jamás se vio peor alineamiento de candidatos de la era republicana de este país, que aquellos que aspiran hoy, el solio presidencial. El único candidato que objetivamente podría resolver de alguna manera la actual crisis que atravesamos, se encuentra ocupado tratando de poder seguir participando en la contienda.
En su contra tiene a todo un aparato estatal, que cual mago de feria, sigue sacando conejos en forma de subterfugios, acto vergonzoso que se contrapone a todo orden institucional y de decencia.
Pero la crisis institucional no puede ser achacada totalmente a la clase política y a los gobernantes de turno. Ellos definitivamente son los principales culpables. Sus cómplices son ciertos empresarios a los que les conviene el statu quo, las plataformas de comunicación social mediatizadas a la medida de su propia conveniencia, algunas dirigenciassindicales, un numero de fuerzas extranjeras tanto de izquierda como de derecha con agenda propia y a la apatía generalizada de la población. Amigo lector, si tienes hijos, nietos o cualquier tipo de descendencia, deberías estar tan preocupado como yo. Sobre todo, al observar la hueca y mediocre oferta electoral. Las credenciales y falta de experiencia saltan a la vista. ¿Dónde están esas propuestas? Se ve bonita la letra muerta sobre el papel en que redactaron sus planes de gobierno. Pero no dejan de ser solo eso. No sigamos comiendo cuento.
Miro dijo, “revuelvo la mirada y a veces siento espanto...”. Hoy, más que nunca resuena aquel verso del bardo nacional de principios del siglo pasado. Aún estamos a tiempo para corregir el entuerto. Aún estamos a tiempo para encontrar las soluciones que la problemática nacional demanda y requiere. Seamos responsables entonces, para las siguientes generaciones.
No me toca decirle a nadie como votar. Seria un irrespeto a la inteligencia de todos. Pero, ponderemos las circunstancias. Pongan atención a los debates. Vean como cada candidato se desenvuelve. No pierdan tiempo leyendo textos reenviados a través de redes, ni a los slogans sobre las vallas en las avenidas y autopistas. Esos ni siquiera lo piensan ni escriben los candidatos. Para eso se paga y es parte de la campaña electoral. Vivimos bajo una filosofía del “todo vale”, como parte del ejercicio democrático. Aunque algunos se les va la mano en el irrespeto hacia la integridad de los miembros de las familias de los candidatos.
Yo por mi parte, haciendo uso de mi derecho a equivocarme o no, escogí a mi candidato hace rato. De haberse dado la oportunidad, hubiese corrido y quizás habría hecho un mejor papel que muchos dentro de la contienda, tomando en consideración quienes me hubiesen tocado como contrincantes. ¿Qué puedo ofrecer yo? Un amor incondicional hacia mi Patria; el poseer una experiencia académica y profesional solida; exposición global; el haberme podido rodear de gente capacitada y de principios y una convicción sólida, que la administración del Estado no es una oportunidad de lucrarse a nivel personal. Mi trayectoria dentro de cargos públicos son prueba fehaciente de lo último. Como no participo como candidato, solo me resta decir: “abre los ojos panameños y no te dejes golear una vez más. Panamá merece mejor suerte”.
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