Historia
Una madre, diez perlas
Nadie podía creer lo que sus ojos veían; médicos, enfermeras y todos los que atendían el parto estaban en schock. Iluminada, alumbró a ¡diez!, sí, a ¡diez hermosas niñas!
Historia
Nadie podía creer lo que sus ojos veían; médicos, enfermeras y todos los que atendían el parto estaban en schock. Iluminada, alumbró a ¡diez!, sí, a ¡diez hermosas niñas!
Iluminada, era una joven mujer con un corazón muy noble y sensible, le gustaba cantar mientras hacía sus oficios, vivía con una tía hermana de su mamá desde los 15 años, edad que tenía cuando falleció su madre, que era madre soltera y la había criado sola.
Un día, chambeando para ella y su hija, tan cansada estaba de haberse partido el lomo, como dicen, lavando pisos y limpiando casas, que no se percató de que un camión venía a gran velocidad, dueño y señor de la carretera, la arrolló en un segundo dejando su cuerpo destrozado.
¡Qué horror!
Cómo no tenía más parientes, la niña fue recibida por su tía Mercedes, quien la crió con valores y buenos principios, proporcionándole una modesta educación, según su situación económica se lo permitió.
Iluminada soñaba con casarse con un hombre bueno que le gustaran los niños y tener muchos hijos.
Dios le concedió su deseo y se casó con Joselito Amores, un apuesto y noble caballero de condición económica media que, hacía cómoda la convivencia.
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Cuando Iluminada quedó embarazada de su primer bebé era la mujer más feliz de mundo, felicidad que compartía con su esposo.
Cuando dio a luz a una preciosa niña le pusieron por nombre Perlita, por la piel tan tersa y de una blancura impresionante.
Lamentablemente, la dicha les duró muy poco, porque los médicos descubrieron que la niña padecía de un síndrome cuyo nombre científico no entiendo, pero, era heredado de uno de los abuelos.
Su permanencia en este mundo fue muy corta, porque al cumplir su primer mes de vida, cerró sus ojitos para siempre, dejando a sus afligidos padres con el corazón destrozado.
Iluminada no tenía consuelo, sin embargo abrigaba la esperanza de tener más hijos.
Un día, Joselito llegó con una amplia sonrisa y llamando a su esposa le dijo: mi amor te he traído un regalo para calmar un poco tu dolor de madre, y sacando de su bolsillo una cajita blanca se la entregó diciendo: esta perla es por todas las lágrimas que has derramado por tu Perlita amada.
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Iluminada no podía creer lo que sus ojos contemplaban.
Joselito le había entregado la perla más hermosa que sus ojos hubieran visto.
La afligida madre, muy conmovida, dijo entre lágrimas: gracias, amado José, la guardaré, no en su hermosa cajita sino en la cajita de mi corazón junto a mi Perlita, que siempre estará allí.
El tiempo fue transcurriendo e Iluminada tuvo otras niñas hermosas como la primera y lamentablemente fallecían del mismo mal.
Los médicos le aconsejaron que se operara para no tener que pasar por ese trauma, pero ella no aceptó alegando que mientras Dios le concediera concebir ella no se operaria, y Joselito le seguía regalando una perla por cada niña fallecida.
Un día, estando en su décimo embarazo, de rodillas orando con mucha fe, suplicaba a Dios diciendo: Señor, he tenido nueve perlas que tú me prestaste y luego te llevaste, las tengo como joyas hermosas en mi corazón, pero sería más hermoso tenerlas con vida conmigo.
Señor, perdóname a veces no sé ni qué digo ni qué pido, pero tú sí que lo sabes.
Acepto tu voluntad y bendigo tu bondad.
Amén.
Pasaron los meses y a Iluminada le llegó el día de tener su décimo bebé, a diferencia de los otros alumbramientos, no se veía triste ni preocupada, cuando intentaron administrarle un tranquilizante como otras veces, se negó, comentando: ya me lo administraron y todos se miraron extrañados, cómo preguntándose ¿cuándo fue eso?
Nadie podía creer lo que sus ojos veían; médicos, enfermeras y todos los que atendían el parto estaban en schock.
Iluminada, alumbró a ¡diez!, sí, a ¡diez hermosas niñas!
Fenómeno que fue una bomba noticiosa en toda la sociedad y parte del mundo.
Iluminada formó años después, un coro musical que llamó: "Las Perlas de Iluminada”.
Todas llevaban una hermosa perla colgada al cuello, incluyendo la décima en nacer.
La primera presentación de las niñas fue en una celebración litúrgica en agradecimiento al Señor, por el gran milagro obtenido.
De rodillas, nuevamente Iluminada decía: te dije que no sabía lo que decía, ni lo que pedía, ahora veo que, tú sí lo sabías, por eso aquí, está una madre con sus diez perlas dedicadas a alabarte con sus angelicales voces hasta que tú lo decidas.
Y asì Iluminada fue premiada por su fe y resignación con la dura prueba que vivió.
Escritora.
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