Solidaridad
Todos en la misma barca
Nunca se puede ser verdaderamente solidario si no logramos vaciarnos de nosotros mismos, para tomar la condición de aquel a quien queremos ayudar.
Solidaridad
Nunca se puede ser verdaderamente solidario si no logramos vaciarnos de nosotros mismos, para tomar la condición de aquel a quien queremos ayudar.
Esta pandemia la venceremos con oración y solidaridad, reconociendo que todos somos hermanos y estamos en la misma barca. Foto: AP.
Hay diferentes formas en que podemos sentir misericordia.
Podemos sentirla como aquel que está agradecido de no estar sufriendo los males del otro.
También podemos compadecernos de la situación precaria del otro, pero siempre vista desde arriba, como aquel superior que mira con tristeza la miseria del inferior.
Pero existe un tipo de misericordia en la cual sentimos una conmoción dolorosa por alguien cercano, a quien amamos y consideramos uno de nosotros.
Esta es la misericordia que tiene Jesucristo por nosotros y que nos enseña que debemos tener por nuestros hermanos.
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En las presentes circunstancias, tomamos conciencia de que estamos en la misma barca que está azotada por la tempestad y las olas parecen que la hacen naufragar, mientras nuestro Redentor duerme plácidamente en la popa.
Ante el aparente silencio de Dios, frente al peligro, los discípulos sucumben en la desconfianza, ya no en el poder de Dios, sino en su interés por nosotros.
El texto dice lo siguiente: “Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento se aplacó y sobrevino una gran calma”.
Es la misma desconfianza que nos puede estar azotando a nosotros, le podemos estar reclamando a Jesús su falta de amor o interés por nosotros, provocando una herida profunda en su corazón y en el nuestro.
El caer en esta tentación nos lleva indudablemente al egoísmo, al desinterés por el otro y cuidado que por nosotros mismos.
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Ante esta situación, debemos saber que no solo Dios tiene el poder de salvarnos, sino que nos ama y quiere también que nos amemos unos a otros.
Sigamos confiando en el amor de Dios, orando y pidiendo su misericordia, pero también prodigándosela al prójimo.
Reconociendo y viendo en el otro, uno igual que Dios ama y le importa.
Esto me hace recordar las palabras del papa Francisco en el mensaje de Cuaresma del año 2014, que lo explica de la siguiente manera: "La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza».
No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación.
Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz.
Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica."
Hacer del otro mi prójimo como el Buen Samaritano que supo vivir una profunda solidaridad imitando “… los mismos sentimientos de Cristo Jesús, quien, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo…” (Filipenses 2, 5)
Nunca se puede ser verdaderamente solidario, si no logramos vaciarnos de nosotros mismos, para tomar la condición de aquel a quien queremos ayudar.
Meditemos los sentimientos de Jesús y hagamos las cosas a su manera.
De otra forma nuestro acercamiento siempre será desde arriba como soberbio y filantrópico y no a la manera de Cristo.
Esta pandemia la venceremos con oración y solidaridad, reconociendo que todos somos hermanos y estamos en la misma barca.
Catequista.
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