Los sueños del futuro
Cualquiera de nosotros podemos debilitarnos y demandar el acompañamiento, aunque sea para compartir problemas, con el fin de hallar soluciones conjuntas.
- Víctor Corcoba Herrero
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- - Publicado: 28/2/2021 - 12:00 am
Nadie puede caminar por sí mismo. Nos necesitamos unos a otros, a través de ese espíritu solidario que nos fraternice de verdad. Foto: Víctor Arosemena. Epasa.
Reconozco que me entusiasma el anhelo de esos auténticos abecedarios que tejen unas circunstancias que verdaderamente alivian nuestras miserias humanas. Sin duda, tenemos que dejarnos enhebrar por los sentimientos de certeza, y pensar que detrás de todo conocimiento, están las emociones que nos reconducen. Lo importante es dejarse oír, asumir las tareas encomendadas, y arriesgar siempre.
Ahí están nuestras propias historias, también las de nuestros progenitores, marcándonos el rumbo sin desfallecer. Lo nefasto es perder el ánimo, máxime en un momento en el que todos necesitamos ser arropados. Si hay algo que la pandemia ha puesto de manifiesto es esa interdependencia entre todos.
Nadie puede caminar por sí mismo. Nos necesitamos unos a otros, a través de ese espíritu solidario que nos fraternice de verdad.
Cualquiera de nosotros podemos debilitarnos y demandar el acompañamiento, aunque sea para compartir problemas, con el fin de hallar soluciones conjuntas. Por desgracia, la respuesta humanitaria sigue sufriendo un grave déficit, también de fondos. No cerremos los ojos a estas necesidades, abrámoslos al horizonte de la clemencia y activemos la confianza en cada acción diaria.
Hoy, más que nunca, requerimos de coraje ante este duro acontecer de injusticias sembradas, lo que puede hacer que nuestras ilusiones se apaguen. Desertemos del miedo a fracasar.
Precisamente, son las pequeñas cosas, ejecutadas en familia, las que nos abren grandes espacios para conciliar lenguajes. Lo significativo es reconciliar nuestros propios latidos, ponerlos en disposición de sumar anhelos y no restar entusiasmo; pues, en el fondo, todos tenemos que rehabilitarnos para mostrar esa capacidad de subsistencia del linaje, alimentándonos de afanes y nutriéndonos de esperanzas.
En efecto, nuestras inquietudes humanitarias hay que dejarlas elevarse, acordes con las normas de derechos humanos y congruentes con la propia vida.
Al fin y al cabo, perseguir los sueños es una manera de rehacerse de los escombros y de hacerse a los cuidados de la inspiración, que es lo que en realidad nos mueve y conmueve, hasta imprimir en nosotros el aliento del ser, bajo las riendas del pensamiento y las bridas de la utopía.
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Pensemos que soñar es la acción embellecedora más antigua. Toca, por tanto, cultivar la estética de la imaginación.
Escritor.
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