Epicentro
Sobre las pandemias y la conducta humana
...el miedo también viaja más rápido hoy en día, y se filtra bajo los dinteles de las puertas, y penetra como un humo fino en los hogares a través de la tecnología.
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 13/4/2020 - 12:00 am
No dejemos que el pánico se filtre, por medio de noticias indiscriminadas, hasta el seno de lo más sagrado del hogar, donde estamos hoy llamados a permanecer hasta que ceda la pandemia. Foto: EFE.
Un registro literario, e histórico, de la plaga bubónica o muerte negra, sobrevenida en Europa en el año de 1348, llega hasta nuestros días gracias a la pluma del escritor italiano Giovanni Boccaccio, quien fue testigo directo de los estragos de dicha enfermedad en la ciudad de Florencia.
Boccaccio nos relata que la pandemia habría segado en la región europea unas 100,000 vidas a solo dos o tres meses de su inicio; las estimaciones modernas, sin embargo, arrojan cifras mucho más elevadas, y la misma Florencia vio reducidos sus propios moradores de unos 90,000 a unos escasos 25,000, cuando la plaga ya se fue replegando en el año 1353.
Se cree también que la plaga bubónica pudo haber dejado un trágico saldo de 60 millones de personas muertas en el mundo y posiblemente de hasta un 60% de la población europea de ese entonces.
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Lo curioso, sin embargo, es que en tiempos de pandemia, sin importar su gravedad, la humanidad tiende a actuar en formas similares.
Por supuesto, la pandemia de coronavirus no se acerca en su tragedia y dimensión a la plaga bubónica, cuyos devastadores efectos podían segar cualquier vida, sin discriminación alguna, en unos cuatro días desde el contagio.
El propio Boccaccio fue sin duda también viva presa del temor que sus propios ojos vieran con total impotencia y nos relata:
"Con mis propios ojos presencié lo siguiente: yacían en la vía pública los harapos de un hombre muerto algo antes, cuando dos puercos, los olieron y mordisquearon, según su costumbre, y a poco, tras algunas convulsiones como si hubieran tomado veneno, ambos cayeron muertos en tierra sobre los mal compuestos andrajos".
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Sin duda, entonces, que entre los síntomas comunes, indirectamente relacionados a las pandemias, es que las personas no contagiadas, y hasta de intelectos robustos como el de Boccaccio, sin duda, comienzan a sufrir de pánico incontrolable, que desvía la imaginación hacia terrenos trágicos, donde comienza a germinar la semilla de la desesperación, la desesperanza y la impotencia.
Hoy en día sabemos lo que en ese entonces no se conocía; que la plaga bubónica y neumónica se contagiaba de los animales a los humanos a través de la picada de las pulgas infectadas, y que luego las personas contagiosas la podían contagiar a otros, a su vez, a través de contacto directo con tejidos infectados o inhalación de aerosoles cargados de la enfermedad.
Eso no lo sabían entonces, lo que por supuesto agravó el contagio de personas que salían en masa en procesiones sin saber que esa devoción se haría también tal vez su último rezo.
En ese entonces se tenía la dicha, si se quiere, de no contar con medios electrónicos que, sin filtro alguno, se asentaran rápido en el hombre, empapando y saturando su imaginación de más tragedias de las que la fría realidad podría indicar.
Así que el miedo también viaja más rápido hoy en día, y se filtra bajo los dinteles de las puertas, y penetra como un humo fino en los hogares a través de la tecnología.
Hay que ponerle un freno muy rotundo, si queremos salir adelante y enfrentar con gallardía lo que vivimos.
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No se trata de entrar en ostracismos y de rehuir la realidad, sino más bien de saber cómo dosificarla para que no se adentre como un mortal veneno en el espíritu.
Una de las lecciones más valiosas que nos deja Boccaccio, que vivió y sobrevivió a esos terribles tiempos, es que voluntariamente se impuso a sí mismo un riguroso y prolongado distanciamiento social, del cual tenemos como fruto hoy su mayor obra,
El Decamerón, y además de esa medida, dejó otra magistral que allí mismo nos relata al ordenar estrictamente a un grupo reducido de hombres y mujeres que se habían ido a recluir en una estancia en el campo, para aislarse de la peste, lo siguiente: "Y a todos en general y a cada uno decimos y ordenamos que el que desee estar en nuestra gracia, vaya donde vaya, vuelva de donde vuelva, vea lo que vea y oiga lo que oiga, no nos traiga de fuera nueva [noticia] alguna que no sea de contentamiento".
Sigamos, pues, ese consejo básico, que llega hasta nosotros de uno de los sobrevivientes de la peor de las pandemias registradas por la historia; no dejemos que el pánico se filtre, por medio de noticias indiscriminadas, hasta el seno de lo más sagrado del hogar, donde estamos hoy llamados a permanecer hasta que ceda la pandemia.
Y, sobre todo, recordemos la frase que se dice fue grabada en el más sencillo y preferido anillo del sabio rey Salomón: זה גם יקרה, es decir,"esto también pasará".
Abogado.
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