Epicentro
Sobre la utilidad aleccionadora de la historia
... se crearon las necesidades muy artificiales en la población, para hacerla dependiente, como ahora, del consumo por importación.
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... se crearon las necesidades muy artificiales en la población, para hacerla dependiente, como ahora, del consumo por importación.
La producción de productos nacionales, inclusive para el consumo interno, fue dejada a un lado. Foto: EFE.
Desde que, atraídos por el sueño bolivariano, decidió nuestra nación abrirse su camino en la historia de este mundo, independizándose de España en 1821, la trocha ha sido ardua, pero también nos ha forjado en lo que somos hoy, casi 200 años después de esos sucesos.
La ignorancia es la única que resta valor a la necesidad de entender su propia historia como nación. Lamentablemente, no han faltado, desde entonces, los pequeños sectores que trataron de apropiarse del conocimiento, procurando prosperar a base de la explotación de otros, basada, más que nada, en la necesidad de una ignorancia masificada; una ignorancia que se cultivaba cuidadosamente, procurando que las colectividades pudieran mantenerse en la sombra de pobreza y de la necesidad, creando una cadena de constante dependencia.
Así, sectores de poder optan por el control de las avenidas nuevas del comercio y de servicios que deben necesariamente seguir el curso natural de nuestra posición geográfica.
Como tronco a la deriva ante el vaivén de los océanos del comercio mundial, hicimos la incursión dentro de la curva de la oferta y la demanda; cada variación en preferencia de las rutas marítimas de entonces, tenía repercusiones inmediatas en las situaciones económicas internas.
Como una bolsa de valores, hipersensitiva a variaciones extranjeras, estuvimos siempre, desde entonces, sujetos a las curvas y a los indicadores de la escala mundial.
La economía de azar y lotería se hacía prevalente, sujeta a cambios estacionales y a la suerte.
Así, no se consideraba en ese entonces la necesidad de promover la educación entre los arrabales o el campesinado, y las familias pudientes hacían predilección de estudios extranjeros para asegurarles el dominio a sus proles ilustradas.
Seguimos las mareas de las demandas internacionales de servicios y el único producto nacional que, por excelencia, se llegó a exportar en grandes cantidades durante el siglo XIX fue la perla.
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Para todo lo demás, se crearon las necesidades muy artificiales en la población, para hacerla dependiente, como ahora, del consumo por importación.
En tanto que la producción de productos nacionales, inclusive para el consumo interno, fue dejada a un lado, legándonos hasta hoy un interés marcado pobremente hacia esa industria.
Relatos de mediados de siglo XIX nos revelan que la leche fresca, huevos y otros bienes de consumo diario hoy, eran muy escasos y de lujo en ese entonces. La harina, por ejemplo, se importaba casi por completo de Estados Unidos, las telas de Inglaterra y así sucesivamente.
No fue sino hasta que la nación se hizo República, que se iniciaron seriamente los esfuerzos por colocar la educación como una prioridad social.
Para tales efectos, la Convención Nacional emitió la Ley 11 de 1904, que reglamentaba la docencia y otorgaba al gobierno facultades para fundar escuelas de comercio, agricultura, oficios y bellas artes.
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Incluso, se tomó consciencia de la necesidad de la educación balanceada, para que alcanzara todos los estratos sociales, en vez de concentrarse únicamente en el sector pudiente.
Ese mismo año se dispuso, por ejemplo, de una beca especial por medio de la cual se escogieron 24 jóvenes para que realizaran estudios superiores en el extranjero, y cuyos gastos estarían a cargo por completo de por nuestro gobierno.
Tal decisión probó ser acertada, ya que luminarias como el Dr. Harmodio Arias fueron el producto balanceado de esa iniciativa que tanto beneficio trajo a la nación.
Hoy por hoy, todavía se tiende a prestar poca importancia al esfuerzo educativo nacional, como el canal seguro para alcanzar un día el desarrollo máximo de todos los sectores, y se siguen teniendo los resabios, aunque escasos, de querer hacer un monopolio de la ilustración masiva, como mecanismo para controlar la masa; pero hemos avanzado grandemente.
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