Panamá
Sobre la solidaridad en los tiempos de pandemia
- Arnulfo Arias O.
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Curiosamente, esos enemigos del hombre que he mencionado son como la arena movediza, porque mientras más trata uno de salirse de ellos por sí solo, más se asfixia y más se ahoga.
Hace algunos días leía un autor que indicaba que la lamentación, la ansiedad y el temor son los más grandes enemigos del hombre. Yo añadiría que son los grandes enemigos también de la humanidad entera, porque hacen que los hombres se fabriquen muros para resguardarse ciegamente dentro de sí mismos, abandonado progresivamente la atención de los demás.
Curiosamente, esos enemigos del hombre que he mencionado son como la arena movediza, porque mientras más trata uno de salirse de ellos por sí solo, más se asfixia y más se ahoga.
Esta pandemia que vive todavía el mundo, trajo consigo los pesados síntomas del miedo, la ansiedad y el aislamiento, y el mejor remedio para combatir contra esos males es, curiosamente, olvidarse de uno mismo y de su propia situación para poder pensar en los demás; vaciarse de la angustia y dejar que la solidaridad hacia otros llene esos espacios, sabiendo que los otros sufren de una condición global también y desafortunada.
Un emprendimiento personal como este implicará tener la valentía, en medio de la oscuridad del pesimismo, de no permanecer petrificado inútilmente en medio de la desesperación, y nos hará pensar en los cientos y miles y millones de personas que ahora mismo necesitan de un remedio que será tan efectivo como la propia medicina sanadora.
Esta pandemia nos ha hecho olvidar, por falta de la práctica, la importancia de la risa, de la diversión y el entretenimiento sano en nuestras vidas, en las vidas de nuestros hijos y del hombre en general. Este emprendimiento de mejoramiento personal se convierte en esa ruta que nos hace retornar hacia el camino claro de normalidad; nos hacer recordar a todos lo que somos. Ofrece un camino inicial para la recuperación económica de la tan dolida economía mundial. Una vida sin amenidades y sin compartir con los demás, es como ese óxido en las maquinarias, que termina corroyendo todo el mecanismo y minando todas las funciones. No es el trabajo excesivo el que destruye y mata al hombre, es la fricción de la ansiedad y de la preocupación sin compartir la que en realidad lo hacen. La solidaridad, la expansión hacía los otros y el sano esparcimiento son remedios que nosotros mismos debemos recetarnos para su consumo diario.
Esa tendencia de olvidarnos, poco a poco, de lo que la vida era antes de masificarse la pandemia, nos roba de tranquilidad, nos aísla y nos aferra a salvaciones falsas que no están en esa ruta de egoísmo que claramente se ha extendido como opción primaria para el individuo. Pensemos, entonces, en todo lo que nos rodea y busquemos esa forma por la cual podemos integrarnos a ese mundo que hace poco pasábamos por alto.
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