Epicentro
Sobre la "quaranta giorni" o cuarenta días
...no nos acostumbremos, nosotros mismos y a los nuestros, a este tipo de distanciamiento trágico que ya ha venido preparando la tecnología moderna, porque no resulta natural al hombre. En estos momentos, es una medicina, pero nunca es un remedio.
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 03/5/2020 - 12:00 am
La propia tecnología ha venido ya invitando a ese aislamiento desde hace algunos años, al darnos herramientas por las que nos comunicamos en tiempo real. Foto: EFE.
La medidas de aislamiento se vinieron a instalar como proceso sanitario hace muy poco, en términos de historia.
Y dichas medidas han quedado tal vez como resabio de esa pandemia tan terrible denominada como la gran Peste Negra, que se vivió en el siglo XIV, porque la "quaranta giorni" o cuarenta días comienza a implementar, desde ese entonces, en los puertos de Venecia, aplicándose a todos los navíos que hacían arribo desde el extranjero, como una forma muy certera de evitar las epidemias.
Pero era una medida extraordinaria, que no se había masificado en ese entonces, como sí se ha hecho ahora a raíz de la pandemia que vivimos.
Aparte de los grandes sitios militares de ciudades, no encuentro yo otro paralelo similar en nuestra historia, donde el confinamiento de millones de personas se haya decretado por mano de los hombres.
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Nos referimos, por ejemplo, al sitio de Leningrado, donde millones de familias rusas se vieron acorraladas por maniobras desquiciadas de Hitler con cerco militar de hambre entre 1942 y 1943, que dejó saldo de dos millones de muertos.
Pero esos fueron, al final, sitios de ciudades enteras por la guerra y no cuarentenas impuestas por actos de autoridad, consentidos al fin por los ciudadanos.
Gran diferencia hay, entonces, entre estas dos medidas.
A todo se acostumbra el hombre, en medio de un aprendizaje que le viene natural, como una especie de regalo de la adaptación a la vida en esta tierra.
Así, mientras mayor sea el grado de aislamiento, más tendrá tendencia el hombre a aceptar el mismo como parte de su vida diaria.
La propia tecnología ha venido ya invitando a ese aislamiento desde hace algunos años, al darnos herramientas por las que nos comunicamos en tiempo real, pero sin realmente estar presentes; a tal punto que las generaciones nuevas prefieren usar redes sociales y aparatos móviles para comunicarse sin hablar y hasta reducir a símbolos precarios la forma de expresarse.
Todo eso parece ya parte de este mundo nuevo en que vivimos.
Hoy compramos por las redes sin movernos de la casa y sin intercambiar dinero en efectivo; leemos libros sin pisar las bibliotecas; hablamos por medio de los dedos a través de plataformas móviles, y viajamos virtualmente a otros países.
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Por eso el aislamiento, con el que ya estamos más familiarizados, se nos hace llevadero como una medida sanitaria impuesta y no ha impactado tanto a esa porción del globo con acceso a redes, que hoy alcanza hasta un 57% de la población mundial o un estimado número de 4,000 millones de personas.
Toda esa verdad, si se acepta simplemente, haría más bien de nuestra cuarentena una razón de más para evitar la interacción social que ya se ha hecho medianamente familiar al hombre en forma voluntaria.
Creo que es de la esencia de los seres humanos compartir con otros socialmente, pero sin las barreras de la tecnología moderna; interactuar en tiempo físico real y usar todos los sentidos en medio del proceso.
No podemos aceptar como completa e integral la educación virtual, por ejemplo, porque se podría poner de moda, haciendo que el ser humano pierda parte de su humanidad, que se propicia siempre por medio del contacto humano; o aceptar como normal que el trabajador no interactúe con otros del trabajo o solo lo haga de manera muy virtual y con distanciamiento artificial.
Ese mundo futurista donde se expresa el hombre, usando menos sus sentidos y disminuyendo su capacidad inquisitiva, no es objeto ya de la ficción; hoy lo vivimos.
Por eso, no nos acostumbremos, nosotros mismos y a los nuestros, a este tipo de distanciamiento trágico que ya ha venido preparando la tecnología moderna, porque no resulta natural al hombre.
En estos momentos, es una medicina, pero nunca es un remedio.
Abogado
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