Panamá
Sigue la pasión de Cristo
Jesús, te siguen dando azotes y en la cruz permaneces colgado. Los dolores en tu cuerpo y en tu alma continúan.
- Rómulo Emiliani cmf
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- - Actualizado: 25/3/2024 - 12:00 am
Jesús, te siguen dando azotes y en la cruz permaneces colgado. Los dolores en tu cuerpo y en tu alma continúan. Y es que las guerras siguen golpeando a la humanidad. No bastaron dos guerras mundiales con millones de muertos, más la de Irak, Afganistán y guerras civiles en el siglo XX. Ya en este siglo Rusia y Ucrania, Israel y Hamás mantienen tu calvario. Nos seguimos matando unos a otros, y fabricando armas cada vez más sofisticadas y letales.
Son miles de millones de dólares invertidos en armamento para acabar la vida de más personas. Y los niños, las pobres criaturas inocentes masacradas por los bombardeos, los asaltos a los pueblos y ciudades por soldados de cualquier ideología y fe, no importa la que sea, pero todos igualmente representando a Herodes, terrible encarnación de la maldad que se sacia de sangre tierna, de personitas que no llegarán a adultos, de niños que pudieron ser hombres y mujeres de bien, y simplemente no fueron. Sus cuerpecitos como en Belén yacen entre los escombros de los edificios, despedazados. Sus rostros desfigurados y sus padres llorando al ver sus cadáveres.
Actualizando la imagen de la Virgen dolorosa sosteniendo el cuerpo muerto de su hijo Jesús.
Jesús, los clavos en tus manos y pies siguen lacerando, abriendo más tus heridas, extendiendo el tétano por los músculos del cuerpo. Es el hambre que azota al mundo, donde muchos millones no reciben al día los nutrientes necesarios para vivir. Por eso poco avanzan poblaciones enteras, porque el cerebro de sus habitantes no reúne las condiciones adecuadas para aprender, ser creativos y emprendedores. No es asunto de racismo, sino de injusticia social, mal reparto de los bienes. Y qué fácil, decir que porque son de tal color de la piel por eso no avanzan.
Mentira. Así se esconden, se disimulan los egoísmos. Se tapan las estructuras injustas que favorecen a unos y marginan a tantos.
Señor, la corona de espinas se clavó en tus sienes y en la cabeza provocando un chorro continuo de sangre que corría por tu cara y por tu cuerpo. Moriste con esa corona. El secularismo espantoso que intenta decir que "Dios ha muerto", excluyéndolo de todos los ámbitos de la vida, es el culmen de la ignorancia.
Por eso hoy sigues pidiendo al Padre que nos perdone porque no sabemos lo que hacemos. Tu pasión continua en el mundo. Sigues ofreciendo la vida por nosotros. Sigues clavado en las cruces, millones de ellas, de hombres y mujeres que esperan la redención tuya, que ya se está dando.
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