Panamá
Reflexiones acerca de la maldad pt. 2
- Alonso Correa
- /
- [email protected]
- /
Es justo señalar al malvado, es correcto marcar al execrable. Es digno no perdonar, no entregarle la más mínima pizca de compasión, a aquel que descargó sobre un inocente la depravada obra del mal, ¿cierto?, ¿entonces por qué la exigimos nosotros cuando somos ungidos por el óleo de lo malo? Clamamos por empatía y perdón, suplicamos clemencia y entendimiento, al mismo tiempo que lanzamos injurias ante los clasificados por la máquina social como deleznables.
El mal siempre está, porque es un invento humano y se ha enraizado en nuestra genética como un recurso, un recuerdo. El mal no existe, pero sí se materializa en las acciones de los que lo utilizan como herramienta.
El mal es lo que se esconde en las sombras y contra lo que hay que pelear para traerlo a la luz. El mal está, eso se sabe, pero, ¿quién es aquel que puede declararlo y señalarlo? ¿Es acaso el espontáneo e ignorante juez, de manera sugestionada por los valores impartidos en la juventud, el responsable de declarar algo como malvado o es requerido el voto anónimo de una multitud para catalogar lo malo, aún si esto puede generar algo bueno? ¿O somos nosotros los que, con la espada de la justicia y el sentido común, cortamos las lianas de lo maligno? ¿Debemos alejarnos innegablemente de aquello que lleva la marca de lo malvado, de lo ruin; o tenemos espacio para experimentar el viscoso líquido de lo corrupto sin llegar a mojarnos por completo ni perturbar nuestra alma?
Es justo señalar al malvado, es correcto marcar al execrable. Es digno no perdonar, no entregarle la más mínima pizca de compasión, a aquel que descargó sobre un inocente la depravada obra del mal, ¿cierto?, ¿entonces por qué la exigimos nosotros cuando somos ungidos por el óleo de lo malo? Clamamos por empatía y perdón, suplicamos clemencia y entendimiento, al mismo tiempo que lanzamos injurias ante los clasificados por la máquina social como deleznables. Porque el trazar una línea con la que se pueda dictaminar la naturaleza real de nuestras acciones es utópico e irrealizable.
Porque aquel que trace la estría por la que se filtren las buenas acciones la convierte en suya y la transforma en una herramienta tan subjetiva como los ojos que la ven. El brillante premio de la objetividad pura es imposible, inalcanzable, porque somos únicos y porque las reacciones que ocasionamos con nuestro andar en esta vida perturban los pétalos del tiempo que caen hacia el olvido, aún cuando no lo notamos. Y qué pasa cuando la necesidad apura el hambre y el cansancio drena la vida de los ojos del desdichado, cuando las situaciones no paran de empeorar y las desdichas se cuentan por centenares, ¿es acaso válido el hurto de un poco de pan, algo de queso y un poco de agua o la condena de la penuria es algo que se tiene que recorrer sin rechistar? ¿No es más "malo" el permitir el surgimiento del sufrimiento entre miembros de una tribu sobreextendida, de una macro familia que se hace llamar 'nación'? ¿Quién es aquel sabio juez que dictamina quién debe sufrir y quién no? ¿Dios, la sociedad o el Destino?, ¿de dónde brota tan recto dictamen que influye en la vida de todos los presentes en el presente?
Y lo que desboca el que exista una tenue línea que corte lo malo de lo que no lo es, o eso queremos creer, es que crea dicotomías como, digamos, un testigo del robo mencionado previamente, ¿es malo por no avisar a las autoridades del crimen del que fue espectador o es bueno por permitirle a un “criminal” poder satisfacer una de las necesidades vitales más básicas? Porque para muchos el objetivo de ser “bueno” es un elemento más que superado, se creen que con solo atenerse a una serie de normas ya se pueden colgar la medalla del virtuoso, del bondadoso. Su ablepsia los mantiene alejados de las diferentes realidades que los rodean y que, de llegar a verlas, podrían llegar a cuestionarse, de una vez por todas, el verdadero significado de la idea de ser “bueno”.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.