Historia
Puquita, la superdotada
- Bernardina Moore
- /
- [email protected]
- /
Puquita era una niña entre 7 u 8 años, inquieta pero aplicada en sus estudios. Su madre era una maestra de grado, cuarto grado, llamada Siboney.

La niña obtuvo el premio en el concurso de matemáticas y una beca hasta secundaria. Foto: EFE.
Estaba dormida, me veía como en un templo, no sentada en la banca sino de pie, ¡de pronto!, una chiquilla preciosa, peinada con muchos rulos, como de unos 7 u ocho años, calculo, entró corriendo y se detuvo frente a mí, seguida de una mujer joven que la agarró molesta de la mano y las dos se pararon frente a mí como dos estatuas.
Al despertar ahí estaban las dos como grabadas en mi mente.
Wao qué lío, dije para mis adentros y ¿ahora qué?
Les comparto.
La madre de la niña que llamaremos Siboney y a su inquieta hija, Puquita.
La madre tendría apróximadamente unos 26 años, trabajaba de maestra en la única escuela que existía en ese pueblito, la habían nombrado en ese lugar a pesar de saber que tenía una niña pequeña todavía y que era madre soltera, porque hasta que las mujeres no aprendan a no abrir siempre las piernas, aumentarán las madres solteras.
Bueno eso es harina de otro costal.
VEA TAMBIÉN: Los expedientes de un cura
Lo cierto es que Siboney cargaba con su hija todos los días y mientras ella daba clases a niños de cuarto grado su hija tomaba de tercero y cuando salía se iba al salón de su mamá, que la ponía en cintura de una vez para que la dejara dar tranquila su clase hasta terminar.
La chiquilla era bastante inquieta, pero la madre sabía como disciplinarla sin llegar a los extremos.
Y así sin prestarle mayor atención, la niña asimilaba bastante de lo que enseñaba Siboney a sus alumnos.
Y así día tras día esa era la rutina de Siboney con su hija Puquita.
Pero siempre hay algo o ocurre un acontecimiento que rompe la rutina.
La dirección regional, encargada de las escuelas de ese sector, organizó un concurso de matemáticas entre todas las escuelas, entre los cuartos grados, como era lógico había que tener un representante por escuela.
Siboney se esmeró en preparar a sus alumnos todos los días, al final les puso un examen para evaluarlos, al terminar los recogió todos, cuando terminó de corregir preguntó: aquí hay un examen que tiene la nota más alta pero no tiene nombre, ¿a quién se le olvidó ponerle su nombre?
Todos decían que le habían puesto su nombre.
Siboney, con una mirada de lince clavó los ojos en su hija que temerosa la miraba asustada y llamándola o más bien invitándola a pasar al pupitre le pregunto: ¿tú hiciste esto?
Puquita, moviendo la cabeza afirmativamente decía que sí.
¿Y cómo conseguiste el examen y de quién te copiaste?
La niña, con lo avispada que era, respondió :cuando estabas repartiendo pusiste uno en mi puesto y no me copié de nadie porque eso lo aprendí de tus clases.
La madre la miró incrédula.
Boquiabierta.
VEA TAMBIÉN: El jubilado y su presupuesto familiar
Y se puso las manos en la cabeza y solo se escuchó un ¡Dios mío!, como un murmullo.
En eso sonó el timbre para la merienda y Siboney les dijo que podían salir.
Ella, con el examen en la mano, se fue a la dirección a poner a la directora en conocimiento de lo que había pasado.
Esta se tomó su tiempo para asimilar y analizar el asunto, luego le hizo a Siboney la pregunta que como fósforo rasgado prendió la mecha.
Esto no serán triquiñuelas tuyas para crear esta situación, porque tu hija no tiene edad ni capacidad para hacer esto.
A Siboney se le agitó el pecho como muchachito con asma y cuidando de no faltarle el respeto a la directora le dijo: mire profesora, yo soy la primera sorprendida, no tenía ni idea de que mi hija estaba asimilando todo lo que yo enseñaba.
Entonces, ¿por qué le dio un examen para que lo desarrollara?
Estaba repartiendo banca por banca y ni reparé que le había dado uno a ella, cuando la vi escribiendo pensé que se entretenía haciendo cualquier cosa como otras veces.
Yo no tengo ningún interés en que mi hija participe en nada si no tiene la edad, todo lo que sabe escapó de mis manos, ahora descubro lo hábil que es al poner atención a mis clases.
Aclarado todo, la directora le dijo: déjeme el exámen por favor.
Aunque cuesta creerlo, el examen de Puquita fue el de mayor puntaje en toda la escuela.
La directora comentó con el organizador del concurso lo que había pasado y él decidió que si la niña era estudiante de esa escuela debía en justicia representarla.
Acordando con todos los docentes y explicándoles lo que pasó, ellos, después de considerar como sucedieron las cosas, aceptaron que Puquita representará la escuela, ya que apreciaban mucho a la mamá por los esfuerzos que hacía para sacar adelante a su hija.
Resumiendo; la niña se ganó el premio, se le otorgó una beca hasta salir de secundaría y la escuela recibió una significativa donación económica para mejoras de la misma.
Gracias a la habilidad e interés de esta niña, que supo aprovechar lo que veía y escuchaba decir a su mamá cuando daba clases en vez de perder el tiempo en ociosidades.
Bernardina
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.