Pandemia y Economía Política: de los actores e intereses
Aun centros muy conservadores en el primer mundo han adoptado el realismo económico como modus operandi en una situación de pandemia que es, en economía, lo más parecido a una guerra.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 30/7/2020 - 12:00 am
Los anuncios de una o dos vacunas exitosas para enfrentar la pandemia del coronavirus, la mejor noticia en los últimos tiempos, y permite detenerse a pensar en otras dimensiones de la enorme crisis que nos ha tocado vivir.
Ciertamente pasarán meses antes que la vacuna se produzca a escala industrial suficiente para atender la enorme demanda.
Es de temer que como en el caso de otros fármacos e implementos técnicos durante la pandemia, los países con más poder acaparen –incluso manu militari- la primera producción atendiendo a la población de sus naciones (de lo que podrían hablarnos los alemanes y franceses).
E igualmente está por ver cómo se desarrollará la logística y cómo, incluso, se podrá atender de manera ordenada y no caótica los procesos de vacunación en nuestro país.
No está demás mencionar que el conjunto de las vacunas tradicionales para atender a la población ha tenido un retraso y un gran desfase sea por la sobredemada de servicios médicos y de enfermería relacionados con la epidemia de la COVID-19, sea por el miedo y por la desorganización de los centros de atención base, esto es, los centros de salud así como de las unidades a nivel de corregimiento y barrio, que son las naturalmente llamadas a sobrellevar esta tarea.
Por eso, seguimos enfatizando que una fuerza joven de voluntarios universitarios, profesores y maestros entrenados y capacitados, debidamente cubiertos, pueden ser un auxilio casi inmediato, si el
Estado se decide de una vez por todas a llamar a la población joven a organizarse bajo la égida de las entidades pertinentes.
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Pero hoy quiero referirme a aspectos económicos, ya insoslayables y que venimos insinuando en artículos previos.
El pésimo manejo informativo y mediático del Ejecutivo ha sido incapaz de presentar una hoja de ruta, que en términos gruesos marca la pauta de la política económica que el Estado panameño desarrollará para atender las fases finales de pandemia (lo que bien puede ser hasta fin de año, en una perspectiva optimista) y la inmediata fase de reactivación cuya marcha no es posible detener y es urgente arbitrar desde ya. Sino como diría el viejo Keynes, los “animal spirits” harán de las suyas.
Para despejar dudas ideológicas y doctrinales, adelanto que soy de los economistas de la gran familia Keynesiana y neo-keynesiana que ha sido marginada del manejo de la gestión pública panameña desde la época del neoliberal Pérez Balladares, y cuyas líneas maestras han seguido todos los gobiernos desde entonces, cambiando un par de comas a la receta aperturista-desreguladora y francamente anti-estatista que signó las políticas de los abuelos políticos Reagan y Thatcher y cuyo saldo ha sido tener una sociedad enormemente desequilibrada y terriblemente atrasada en sus bases productivas.
Parece que en el MEF no conocieron ni estudiaron otras líneas de interpretación y han sido incapaces de ponerse al día en cuanto a esta materia de nuevo y fascinante hay en el mundo.
Pero lo cierto es que a reserva de ser un sexagenario “Chicago boy” de la rancia escuela (de los que hay muy pocos ya por desprestigio y situación etaria en los centros de decisión política en el mundo), o a no ser que usted haya entregado su corazón a Hayek y a la escuela austriaca desde su más tierna infancia intelectual, son hoy muy escasos países de reducida intelligentzia económica, adopte las posturas y recetas que aquí se adoptan e implementan.
Aun centros muy conservadores en el primer mundo han adoptado el realismo económico como modus operandi en una situación de pandemia que es, en economía, lo más parecido a una guerra.
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Y como ya lo supo Roosevelt, sin conocer mucho de Keynes y sus muchachos de Cambrige, hizo suyo los postulados teóricos de aquel revolucionario teórico, e hizo remontar la economía norteamericana de sus peores crisis, así como manejar economía del tiempo de guerra. Otros más osados, como Holanda, ya se atreven a apostar por una Economía Verde, empleos verdes, basadas en innovación social.
Algo tan elemental parece desconocer mis colegas del entorno del presidente Cortizo y sus asesores de más prestigio (por cierto, los asesores del Príncipe desde 1990 a esta fecha)
Por demás la debacle intelectual de la Escuela de Economía de la Universidad de Panamá no ayudó nada a ello, relegada casi relegada a pieza de museo, desde los tempranos ochenta, pese a que existen allí profesores brillantes de formación estructuralista.
En el fondo no es un problema de Política Económica (ite est: uso y empleo de política fiscal, comercial, industrial y variopintas herramientas), sino un problema de Economía Política.
Es decir: del arbitrio necesario de qué valores deben guiar la política económica de corto, mediano y largo plazo; y, sobre todo, cómo conciliar intereses de actores diversos: el gran capital y las multinacionales; la mediana y pequeña empresa; los trabajadores y ese ogro no tan filantrópico que es el Estado panameño.
Y por último, cómo hacerlo en un contexto global plagado de contradicciones.
Comprender su poder e intereses y saberlos armonizar es lo más difícil en la práctica de gobierno.
Lo más fácil, plegarse a los que tienen agarrada la sartén por el mango y pueden darse el lujo de esperar.
Y el dilema es: o persistimos en darle la tajada gruesa del excedente social a los que mucho tienen, o plantearse la transformación productiva que nos saque del atolladero donde nos encontramos.
Economista. Docente y gestor universitario.
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