Epicentro
Sobre la nueva orientación de la política en el mundo
El odio sistemático persiste, sí, pero ya como ese credo de política que se propagaba a veces como inoculado por el agua que bebían los hombres, sino más bien como un pequeño dardo que se incrusta en ese corazón del hombre que siente esos rencores que no entiende, pero que los siente y manifiesta al fin.
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 13/4/2021 - 12:00 am
En la mayoría de las fraternidades y hermandades, constituidas seriamente, se excluye de manera expresa el tema de política en la agenda de conversaciones, porque así como hace cercanía de algunos, a otros los separa para siempre. Los odios políticos han dejado huellas manifiestas en nuestra propia historia nacional, y el siglo XIX fue un caldero de pasiones entre liberales y conservadores, cuando reclamaban cada uno hegemonía sobre el poder político de la nación.
El ser humano, en esos temas, se relega a la caverna y la mentalidad rupestre, se enciende como bestia custodiando presa, y a veces hace naufragios de su idea propia para que se mezcle indefinidamente entre la colectividad gregaria a la que pertenece, borrando todo trazo de su individualidad.
No me queda duda de que la política ha sido la herramienta de civilización de muchos, pero también ha sido el mecanismo de embrutecimiento de otros, que se amparan en sus credos para cometer los crímenes de mayor atrocidad en el mundo.
En esta era de iluminación y de conocimiento, la política parece revelarse como un polo orientador, que no tiene propósito en sí misma como un fin, sino más bien como la herramienta para el logro de propósitos sociales.
Ha perdido el eje caudillista, por medio del cual un individuo o grupo controlaba a masas ciegas que, atormentadas por la falta dolorosa de su propia individualidad, eran capaces de arrasar a todo aquel que no hiciera la adhesión de sus ideas colectivas.
El odio sistemático persiste, sí, pero ya como ese credo de política que se propagaba a veces como inoculado por el agua que bebían los hombres, sino más bien como un pequeño dardo que se incrusta en ese corazón del hombre que siente esos rencores que no entiende, pero que los siente y manifiesta al fin.
Ha pasado, pues, a ser un quiste y una incrustación, muy peligrosa al fin, pero individualizada. No se justifica ya perder en masa el pensamiento; vaciar esos cerebros colectivos de razón y usarlos como el recipiente para ideas radicales.
La masa, en sí, se ha vuelto ingobernable en la medida de que el individuo sí se ha vuelto receptivo a esas ideas, de manera más focalizada. Esa es la razón que hace al consumismo casi religioso, puntual y teledirigido.
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Ya se sabe en qué individuo cala qué producto, y cuáles mercancías pueden hacer de un hombre esclavo en su consumo. Las campañas no son ya para la masa, sino más bien para los hombres, de manera individual; para que se filtren a través de mecanismos personalizados como el celular o la computadora.
Seamos vigilantes de las nuevas formas de control, que no tienen ya ese alcance hacia la colectividad entera, sino más bien hacia el que piensa, por lo cual se hacen de cuidado y peligrosas.
Al final, la política podría hacerse ahora del propósito real para el que ha nacido; servir como herramienta, como antorcha en medio de la oscura convivencia humana, faro en medio de tormentas, astro orientador a aquellos que han perdido el rumbo.
Ya no servirá jamás para ser la niebla que se extendía vastamente para entorpecer el pensamiento colectivo.
Abogado.
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