Insomnio pandémico
La única forma de acelerar su fin es la vacunación masiva en todos los rincones de la tierra, mientras más rápido, mejor. Reaperturar la economía sin vacunas resulta tan estéril como abandonar al amigo borracho en media cantina.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 06/2/2021 - 12:00 am
Concebir 9 millones de dosificaciones no es ciencia nuclear, sobre todo en un país tan rico como el nuestro. Foto: EFE.
Acostumbrados, sin saberlo, a una rutina harto similar anterior a la pandemia, ahora sí estamos conscientes de la misma. Despertar, trabajar, dormir. Revivir la misma jornada sin fin. Sin roces, sin abrazos, sonrisas escondidas tras mascarillas. La pesadilla comunal ahorca la paz mental elevando los niveles de intranquilidad y cuestionando el incierto futuro.
De allí brota el infernal insomnio que aflige a tantos durante este experimento de sanidad. Abrir los ojos en madrugada sin reconciliar el apreciado sueño. Y es que ahora, a través de mediciones económicas, las famosas bandas de salud que han reemplazado el tradicional reloj de pulsera, no solo medimos las palpitaciones del corazón, los pasos al caminar y la oxigenación de la sangre sino también las horas de sueño.
Dentro de ese perfil, resulta que el parámetro nos ha indicado tradicionalmente que debemos dormir en promedio ocho horas diarias para mantener el organismo dentro de un equilibrio ideal. Las famosas bandas de salud no solamente miden la cantidad de tiempo que dormimos, sino también los porcentajes de sueño profundo y liviano, al igual que los periodos donde soñamos, catalogados como "REM" (del inglés: movimiento rápido de ojos).
Tomando como referencia el programa Health (salud) de Huawei, que nos permite intercomunicar el teléfono celular con la banda de salud, este cuenta con los siguientes elementos dentro de la categoría sueño: horas de sueño ( referencia 6-10 horas), sueño profundo (referencia 20-60%), sueño ligero (referencia <55%), REM (referencia 10-30%), continuidad de sueño profundo (referencia 70-100 puntos), veces levantado (referencia 0-2 veces) y calidad de respiración (referencia 70-100 puntos).
Al despertar, el programa nos provee un puntaje resultado de las mediciones, donde también podemos comparar la calidad de sueño durante esa noche con un promedio semanal, mensual y anual. De tal forma que podemos cambiar nuestros hábitos mejorando la calidad del sueño y, por ende, de nuestra salud y vida. No sé si, a veces, resultaría mejor no contar con estos nuevos juguetes tecnológicos pero ello sería también como jugar a la ruleta rusa.
En mi caso, el análisis refleja un cuadro lejos de lo normal. Y me pregunto si soy la excepción o la regla. Entonces, me trazo metas para mejorar mis horas de sueño diario.
Indagando entre amigos y conocidos me doy cuenta de que no soy el único. Pandemia o ausencia de ella, la vida continúa. Y debemos aprender, cuando estas vicisitudes colectivas nos asedian, a apreciar las bondades de la vida. El sencillo hecho de despertar cada mañana, tocarnos y estar conscientes que estamos vivos, sin dolores ni molestias, es una bendición en sí. Apréciala y gózala porque no es así para todos.
Caminar al alba, respirando el aire matinal marino de la cinta costera, pocas almas presentes, gatos callejeros por doquier quienes sienten su feudo invadido por humanos, divisando a lo lejos sobre la incipiente bahia de Panamá, uno que otro camaronero bailoteando levemente sobre sus olas, la salida del rey sol, es estar en la presencia de Dios.
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Ojalá pronto termine esta pesadilla. La única forma de acelerar su fin es la vacunación masiva en todos los rincones de la tierra, mientras más rápido, mejor. Aun no entiendo cómo aquí en Panamá, pedacitito de tierra, no haya calado en los grandes cerebros de nuestros gobernantes, que es esa la única solución. Concebir 9 millones de dosificaciones no es ciencia nuclear, sobre todo en un país tan rico como el nuestro.
En lugar de vivir a diario la insomnia colectiva de una locura sin fin, de un teatro de lo absurdo con los menos indicados actores en sitios protagónicos, por favor Nito (Laurentino Cortizo, presidente de la República), antes de volver a tu finca, allá en costa arriba, actúa como visionario, déjanos un legado de genuino mandatario. Haz tu par de llamadas y genera millones de vacunas ya, rápido, que reaperturar la economía sin vacunas resulta tan estéril como abandonar al amigo borracho en media cantina.
El insomnio colectivo marca más sobre aquellos que han sufrido la innecesaria pérdida de seres queridos. No tiene clase social ni racismo, simplemente llega en el momento menos esperado y nos arranca aquello que dio sentido a nuestras vidas. Y ya no es solamente tema de viejitos. A diario nos enteramos de víctimas a flor de edad, con un futuro obscurecido por la crudeza del virus. Busque las vacunas y búsquelas rápido, sargento Cortizo. El tiempo es de esencia.
Líder empresarial.
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