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Has visto qué grande es el Señor
Dios no tiene medida. Lo trasciende todo. Está por encima de todo. Para él, un millón de años luz serían un minuto y viceversa. No hay forma de buscar comparación con Dios.
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Dios no tiene medida. Lo trasciende todo. Está por encima de todo. Para él, un millón de años luz serían un minuto y viceversa. No hay forma de buscar comparación con Dios.
Ante el misterio insondable, infinito de Dios nuestro Señor, mejor arrodillarse, mirar hacia el cielo y decirle al Señor: "perdóname, ten compasión de mí, no sé quién eres y por eso me he atrevido a dudar de tu grandeza". Foto: EFE.
Sabes que estamos en el sistema solar, parte de una galaxia que tiene doscientos mil millones de estrellas. Y que cada estrella puede ser como el sol, o más grande o pequeña. Y que todas están en movimiento expidiendo energía hacia fuera y gravitando en su centro, y en armonía con otras estrellas.
Y que forman una galaxia, la nuestra, la Vía Láctea, que a su vez forma parte del universo donde hay cien mil millones de galaxias. ¿Te imaginas por un momento lo que significa eso? Que nosotros, con un ego tan inflado, nos creemos tan grandes, cuando la Tierra, parte del sistema solar empieza a perderse de vista cuando se sale de él y que este se pierde de vista cuando se mira desde otra estrella, y así, el sol desaparece de la vista cuando se mira desde una estrella más lejana, y nuestra galaxia se pierde de vista desde otra galaxia y así imagínate vivir entre cien mil millones de galaxias. ¿Dónde quedamos?
Todo eso para ponerte a pensar en la inmensidad de la creación, en lo grande que es el universo, que cabe todo él, siguiendo estas comparaciones humanas e inciertas, en un punto diminuto de la palma de la mano de Dios.
Y ni eso, porque Dios no tiene medida. Lo trasciende todo. Está por encima de todo. Para él, un millón de años luz serían un minuto y viceversa. No hay forma de buscar comparación con Dios.
Todo esto sirva para imaginarnos un poco, exigiendo a la mente el pensar con la razón y con fe, quién es Dios, cómo es él. Y por otro lado, quiénes somos nosotros. Nos atrevemos a cuestionar a Dios, a dejarlo a un lado, a dudar de su grandeza y sabiduría, cuando somos nada en comparación con él.
Nos atrevemos a decirle que él se ha equivocado en la forma en que nos creó. Que no lo hizo bien. Y le reclamamos, que por qué la muerte, y por qué las enfermedades. Qué ha fallado.
Si el dicho "la ignorancia es atrevida" tiene vigencia, aplicado aquí sería de manera absoluta, como una blasfemia, al poner en duda la sabiduría, el poder, la grandeza infinita de Dios.
Por eso, ante el misterio insondable, infinito de Dios nuestro Señor, mejor arrodillarse, mirar hacia el cielo y decirle al Señor: "perdóname, ten compasión de mí, no sé quién eres y por eso me he atrevido a dudar de tu grandeza".
La humildad es la mejor respuesta ante el misterio divino, de un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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Monseñor.
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