Futuro
Evolución energética
- Fermín Agudo Atencio
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- opinion@epasa.com
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La naturaleza crea con silencio infinito y el hombre afanosamente procesa.

Las máquinas, cada vez más, relevan el uso de las herramientas manuales. Foto: EFE
El hombre llegó al planeta Tierra con los pensamientos de ascendencias creativas, frescos y agradables, demostrando plenas inquietudes por todo aquello que le rodeaba, motivando el rendimiento del prestigioso interés que, con sigilosa placidez, lo conferían a los predios incitantes de los desarrollos, prestos a traer las buenas nuevas atractivas y culminantes captando los deseos amables, entusiastas y vencedores.
El pensador se detiene con prudente cuidado, dispuesto a realizarle el debido proceso como prueba verídica y, más aún, si el propósito marcha con incidencias descollantes acerca del destino futurista del hombre en las asalariadas faenas que la vida le impone.
El mundo acompañado del tiempo se presentaron un buen día reuniendo los divinos anhelos del ser humano, tendientes a reemplazar las lentas manos de hombres y mujeres, puestas sus proyecciones en el hilar, obteniendo los valiosos y provechosos tejidos, que al punto fueron manufacturados.
La naturaleza crea con silencio infinito y el hombre afanosamente procesa.
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El vaticinio cuando es muy lucrativo hace estremecer el destino de la historia y fue precisamente aquí que asomó con ardor llegando la industria, arengando de inmediato, vengo a reemplazar la mano del hombre y al preciso instante se presenta el curioso dilema, en el que las fuerzas constitutivas de las máquinas iban a relevar el uso de las herramientas manuales, abriendo las amplias esperanzas del advenimiento de un universo creativo y pomposo, frente a la amplia cuna avivada de la progenitora Inglaterra, en las postrimerías del siglo XVIII, abriendo las presuntuosas puertas de la impresionantes Revolución Industrial.
Con suma tristeza se dijo que el brazo del sujeto era relegado a ocupar el rol secundario pasando con lentitudes graduales al corazón del olvido.
El individuo de ciencias trae consigo el magnífico interés muy prestos a eliminar dudas que fueron reemplazadas por la realidad objetiva, cumpliendo las cuantiosas ganancias productivas.
Es el aprestado y progresivo futuro plasmado, ya que para el año 1764 se promovía con audacia la industria textil donde la máquina apodada Juanita La Hiladora ensalza excesivamente su entrada triunfal, cuya rapidez emulaba el trabajo de 30 hiladoras de ruedas, donde es notorio recordar que antes de este invento se hilaba en el hogar mediante ruedas movidas a manos.
Cursando el tiempo, el aparato fue mejorando.
Prosigue la venida del telar mecánico prevaleciendo la fuerza hidráulica, acelerando la fabricación de telas y, ya andando el año 1793 es inventada la desmontadora de algodón que hace apropiada la utilización de la fibra de manera ventajosa.
Primero el hombre utilizó el músculo concentrando su fuerza interventora, también fue aplicado el empleo de animales como caballos, bueyes y camellos como núcleos energéticos.
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En 1765, Jacobo Watt aplica la fuerza de combustión interna que emplea el uso de la gasolina en la máquina moderna de vapor.
En el siglo XIX, aparece la electricidad como mayor portador y productor de fuerza y movimiento.
Concluida la Segunda Guerra Mundial se descubre la energía atómica que venía a extender las discreciones anímicas del hombre.
Pero las fuerzas nos brindan esperanzas en sus rendimientos fijados en las actividades motrices, pues muchos países avanzados las están promoviendo con fines industriales.
Pero sin dudas ya los robots empiezan a certificar las labores del ser pensante llevándolas a un ilimitado ordenamiento debutante.
Escritor.
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