Mensaje
Eres el verbo encarnado
... hemos sido llamados, con nuestro propio nombre, elegidos por el Señor, para ser en la tierra anunciadores de la fe en Cristo muerto y resucitado, el Dios encarnado, en cualquier situación o circunstancia...
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... hemos sido llamados, con nuestro propio nombre, elegidos por el Señor, para ser en la tierra anunciadores de la fe en Cristo muerto y resucitado, el Dios encarnado, en cualquier situación o circunstancia...
Adorarán los inscritos en el libro de la vida al Dios Padre, al Hijo y al Espíritu, unidos los bienaventurados en un amor pleno y para siempre. Foto: Archivo.
¡Oh Jesús!, yo te reconozco a ti como el Cristo, el ungido de Dios, el enviado del Padre, quien asumió toda la realidad creada como el Verbo al encarnarte.
Todo era tuyo desde el inicio, el sol y la tierra amada, al igual que todo el Universo porque el Padre en ti lo hizo.
Y todo tuvo un comienzo y no tendrá un fin en su esencia, ya que todo lo muerto será levantado.
Cuando el ser humano por tu misericordia sea resucitado, entonces toda la creación, por estar contenida en tu encarnación, toda ella será transformada.
Las galaxias con sus billones de estrellas, las constelaciones y agujeros negros, los animales de todas las especies y los glaciales, los montes y los anchos valles, todo lo que sea y haya existido, será glorificado.
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Y entonces vendrá la gran reconciliación, purificación plena, y el oso jugará con el cabrito, el león con el venado, las armas se transformarán en rosas, los golpes demoledores en abrazos eternos, y los llantos en risas, las llagas en luces de colores, la sangre derramada en manantial de bendiciones y el hambre en gozo satisfecho.
Y estaremos para siempre contemplando al Dios viviente en eternidad de cielo, embebidos en un resplandor incandescente, luz divina, la Trinidad santa en plenitud jamás imaginada, y que veremos cuando nos revistamos de gloria con cuerpo transfigurado y podamos quedar para siempre embelesados, de la verdad y la belleza, del Dios eterno y siempre nuevo, salvados de la aniquilación por el pecado, gracias a la sangre vertida por el redentor crucificado.
Y veremos la Jerusalén bajada del cielo, la esposa del Cordero, toda ella de oro puro como cristal, con las bases de su muralla de piedras preciosas las más bellas y variadas, y sus doce puertas de perlas hermosas, donde no habrá templo porque Dios mismo lo será, donde no habrá luz del sol ni de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.
Y allí no habrá noche, ni llanto ni lágrimas, ni dolor alguno, y adorarán los inscritos en el libro de la vida al Dios Padre, al Hijo y al Espíritu, unidos los bienaventurados en un amor pleno y para siempre.
Nunca olvidemos que hemos sido llamados, con nuestro propio nombre, elegidos por el Señor, para ser en la tierra anunciadores de la fe en Cristo muerto y resucitado, el Dios encarnado, en cualquier situación o circunstancia, y que cuando venga la prueba y la persecución, proclamar que Cristo es el Señor será señal de salvación.
Con Cristo Jesús seremos más que vencedores.
Amén.
Monseñor.
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