El nuevo libreto del turismo istmeño
- Jaime Figueroa Navarro
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Para comparaciones, a pesar de la pandemia en 2022 el aeropuerto de Cancún ha recibido 28 millones de turistas, con Cancún como destino final.
A lo largo de su novicia gesta, la industria del turismo en Panamá, a pesar de las cándidas intenciones de sus gestores, ha resultado un categórico fracaso. Las cifras no desmienten nuestra cruda aseveración. La escuálida suma de 1.8 millones de "visitantes" en 2022, número que incluye migrantes irregulares que entran y salen a través de nuestras fronteras a diario como Juan por su casa, ejecutivos de multinacionales, organismos internacionales y oenegés con sedes regionales en nuestro país al igual que personas en actividades comerciales, que en todo sentido no son turistas, deja palpable el descalabro de la actividad.
Existe por allí la coartada que "aquello es resultado de la pandemia de Covid-19". ¡Febril evasiva, como la larga letanía de excusas que se ciernen sobre la falta de vigor en la industria! El último informe del Barómetro OMT de la Organización Mundial del Turismo, emitido en septiembre 2022 nos indica que "entre los destinos que informaron de llegadas por encima de los niveles anteriores a la pandemia en los nueve meses hasta septiembre (en nuestra región) se encuentran Colombia, El Salvador, Honduras, Puerto Rico y República Dominicana." A todas luces, Panamá y su canal debiese ser una opción más acogedora que los citados. Y el repunte se ha quedado en Babia.
Lo que hace falta en Panamá para su pleno desarrollo como meca turística, no son hoteles, como pretendía disponer nuestra honorable Asamblea para el beneficio de algunos allegados al gobierno de turno. Se hace evidente la creación de magnetos al turismo complementariamente a la erección de nuevos centros de hospedajes. Cito como ejemplo la ejecución del plan maestro de desarrollo turístico de Quintana Roo, paupérrimo estado de la república mexicana, con los mayores índices de pobreza extrema del hermano país. En 1970 se implementa la nueva política pública azteca de fomento al turismo con la puesta en marcha de Centros Integralmente Planeados donde resalta Cancún, hasta ese momento una pinche aldea de pescadores artesanales.
Su vigoroso crecimiento sirve como ejemplo del logro en un área árida, abandonada y pobre cuando el turismo se convierte en política de estado en un sitio que no tenía nada que ofrecer comparado con la enorme riqueza ecológica, histórica y estratégica del istmo de Panamá.
Para comparaciones, a pesar de la pandemia en 2022 el aeropuerto de Cancún ha recibido 28 millones de turistas, con Cancún como destino final. No como Tocumen que se jacta anunciando recibir 15 millones de pasajeros este año, de los cuales más de 13 millones son pasajeros en tránsito.
Para el logro de una pujante ocupación hotelera se hace evidente el desarrollo de magnetos al turismo. ¡Revuelvo la mirada y a veces siento espanto, porque Panamá cuenta con cuantiosos imanes al turismo, vírgenes y escasos como la falta de creatividad de nuestros gobernantes! El Camino medieval de Santiago de Compostela en España acoge millones de peregrinos, turismo religioso que culmina con la visita a la cripta del apóstol. En aquella modalidad, más cercano, encontramos el poblado de Buga en el valle del Cauca colombiano, quien recibe más visitantes anuales que la totalidad de los turistas hacia Panamá.
Sencillamente para rendir culto a su Cristo Milagroso. ¡Y la comunidad es prospera! La venta de objetos religiosos no se da abasto, amén que gozan de su deleitable, suculento, incomparable manjar blanco. Cientos de miles de visitantes albergaría el istmo si lograse recrear, como un ejemplo, el Camino Real, sendero donde transitó la mayor cantidad de oro en la historia de la humanidad. Bien trazado, con la erección de una ciudadela en las ruinas de Panamá La Vieja, localidad más antigua del pacifico del continente, cuyas ruinas yacen allí, olvidadas, polvorientas, para que los visitantes disfrutasen recrear la vida durante el periodo colonial, con un galeón enquistado en sus playas, que bien pudiese servir como el mejor refectorio istmeño. ¡Y ello es tan solo la punta del iceberg!
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