Tal vez convenga, por ahora, la estabilidad y el orden, en vez del pensamiento radical que se congrega en los románticos extremos de la sociedad. Foto: Archivo.
Según José Ingenieros, hay tres tipos de hombres, usualmente.
Aquellos que conservan el vestigio sólido del alma de la especie.
Sus maneras, sus gustos y hasta su personalidad, se distancian menos del animal más próximo que de lo que se distancia, comúnmente, un hombre de otro, en todos esos aspectos.
Lo rige y lo domina el sentido irreflexivo, el instinto básico y, más propiamente, el desigual cronómetro de su propia digestión.
No viven, sino que simplemente existen; doblegados tristemente bajo los impulsos que las pasiones les generan.
En este rango básico merodea, sin escapatoria, el antisocial que ha sido muchas veces el producto de su propio entorno.
VEA TAMBIÉN: Importancia de la estadística en la investigación periodística
Los que tienen en ellos es alma de la sociedad, que son los muchos y las mayorías, son los que vienen a imitar por excelencia, los que rinden culto a la raigambre de los dogmas y conservan, en lo más refrigerado de sus mentes, el tesoro del estado actual de cosas de su sociedad, como si luego de las altas tapias revestidas por prejuicios, existiera solo aquel vacío que hay en la nada.
No traspasan ese muro, que genera microclimas de estabilidad social conservadora.
Se destaca sobre todo en ellos, de manera colectiva e inconsciente, el temor reverencial por todo lo que existe ya.
Son, pues, como la alacena de la humanidad, que conserva para las generaciones posteriores los pilares firmes que han hincado sus generaciones.
Gravitan sobre un solo eje y los viene a regentar, inclusive por encima de la compasión, su gran sentido de estabilidad social.
Por último, están aquellos que a fuerza de dolor, y mucho sacrificio a veces, rompen y liberan de sí mismos las raíces más profundas de sus tiempos.
Sus pensamientos son tan finos y tan abarcadores que no pueden ser las presas de las redes anchas de trasmallo con las que contienen toda idea los sistemas.
VEA TAMBIÉN: Se requiere invertir en educación para un futuro viable
El libre pensador, el que escapa a pura fuerza de meditación y observación, y que con gran capacidad de espíritu logra escabullirse por el cierre de la tapa hermética que toda sociedad impone al raciocino libre de la rebeldía; ese, se diría, que tiene un alma individual, en lo que a la organización social comprende.
En estos momentos de la historia patria, con muestras insensatas de odio y de intolerancia en lo político, pensemos que tal vez sea más propicio que ese amplio cinturón social, el alma misma de la sociedad, compuesta por la colectividad que imita en su conducta y guiada siempre por instintos de conservación social, sea la democrática marea de votos que decida los destinos los cinco años que ahora se avecinan.
Y aunque el abismo llama al abismo, y sean por siempre los extremos los que llaman y apasionan, tal vez convenga, por ahora, la estabilidad y el orden, en vez del pensamiento radical que se congrega en los románticos extremos de la sociedad.
Abogado
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.