Opinión
Desinformación, una pandemia más
- Azihra E. Valdés Madrid
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- Directora de DIPRED
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No nos llamemos a engaños, el que desinforma conscientemente lo hace con un solo interés: beneficio propio.
Azihra E. Valdés Madrid, directora de DIPRED.
La masificación del contacto a través de la tecnología ha acrecentado en el mundo, el riesgo de recibir noticias falsas, tergiversaciones de la verdad, opiniones sesgadas y lo peor: la incitación a la desobediencia.
La desinformación es una pandemia con los mismos alcances que la COVID-19, que infecta las redes sociales, la opinión pública y los medios periodísticos, algunos, hasta la misma médula.
Ahora cuando leemos, vemos o escuchamos una información, surgen dudas en el receptor sobre la veracidad o falsedad de la información. Si no tenemos certeza absoluta, tras un proceso de verificación, no se debe compartir porque corremos el riesgo de convertirnos en partícipes de una calumnia.
Nadie debe estar ajeno a la "rumorología" o sea, identificar y estudiar los rumores disfrazados de noticias, que desencadenan en desinformación para influir sobre la ciudadanía y que ha encontrado en las redes sociales, su mejor aliado para penetrar y esparcirse sin necesidad de dar explicaciones.
Porque no nos llamemos a engaños, el que desinforma conscientemente lo hace con un solo interés: beneficio propio.
Qué fácil es resolver un país desde la comodidad de un dispositivo, acabar con las esperanzas de sociedades enteras, con la reputación y el nombre de otros sin presentar pruebas o hacer frente a consecuencias legales.
Pregúntele al campesino si tiene una cuenta de "X" o al trabajador de una fonda de cuánto tiempo dispone para leer las acusaciones (sin pruebas) que publican quienes calumnian indiscriminadamente o si comprenden las famosas "glosas" que no son más que bochinches anónimos, escritos en clave, incomprensibles, sin pie ni cabeza.
Mucho se ha estudiado y publicado ya sobre los impactos negativos de las redes sociales en personas y sociedades. En el caso de las "fakes news" se trata de estrategias diseñadas para manipular emociones y comportamientos, mantener conectados a los usuarios, porque resultan más entretenidas y atrayentes.
También son conocidos los testimonios de exejecutivos de las empresas más grandes de Silicon Valley y de académicos, sobre el objetivo del consumo de redes sociales.
Cuantas más horas pasamos conectados a las redes sociales, más información detallada dejamos al descubierto sobre nuestros hábitos, gustos y características de consumo, datos que son aprovechados para seguir manipulándonos.
En otras palabras, le regalamos nuestro tiempo y "likes" y ellos salen ganando porque somos parte del negocio, pero no de las millonarias ganancias.
Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts advierte que la información falsa se propaga más rápido que la información que la desmiente, y que el 70% de los mensajes desinformadores se comparten, convirtiéndose en los llamados "fenómenos virales"; pero el mismo estudio revela que un 85% de las personas sabe que la desinformación es una amenaza para la democracia.
Repetir una mentira mil veces no la convierte en verdad, simplemente, deja ver a quién miente en su verdadera intencionalidad. Pero hay que ser cauteloso para detectarlas.
La desinformación masiva lleva a confusión y malentendidos generalizados afectando la capacidad de las personas para tomar decisiones informadas.
Lo vivimos durante situaciones críticas como la pandemia con la difusión de noticias falsas sobre tratamientos, vacunas o medidas de prevención lo que puso en riesgo la vida de las personas.
Esa misma desinformación se utiliza como herramientas de manipulación política para desacreditar a rivales, crear divisiones e influir en los resultados. Pero tal vez lo más peligroso es que fomentan del odio y la violencia, puesto que pueden exacerbar tensiones que desencadenan en agresiones, disturbios o conflictos entre comunidades.
Habiendo dicho todo esto, depende de nosotros dejarnos manipular, a sabiendas de que cada tecla que oprime el emisor de esos mensajes se traduce en algún beneficio personal del cual no formamos parte. La tecnología nos facilita la vida, pero combatir la mentira es crucial para mantener la integridad de la información pública y la cohesión social.
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