Análisis
Atizando transformación en turismo
- Jaime Figueroa Navarro
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- opinion@epasa.com
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Ofrecimos voraces incentivos para la erección de una robusta industria hotelera capitalina a inicios de siglo, pero se nos olvidó que, para mantener una sana utilidad a la pujante inversión en este rubro, se hacía necesario un programa de incentivos similares en actividades de ocio que rebosasen los hoteles.

Se podrían analizar rutas alternas, por ejemplo, a lo largo de la costa caribeña, que permita el desarrollo de nuevas inversiones.
En ausencia de una dinámica creativa en nuestros emprendimientos turísticos, la industria languidece en espera de un Godot quien no se asoma, vacilante y cabizbajo, en un medio que goza de tantos frutos que ofertar.
Resulta algo así, como la estéril oferta de jugos en nuestros restaurantes, cuya mayoría, al consultarles su convite nos responden "naranja o piña", y en algunos casos insultan al comensal deseoso de saborear lo nuestro, estrenando orgullosamente, dándose golpes al pecho, el elixir de naranja Tropicana, como si lo gringo fuese mejor.
Ese ejemplo es un espejo de nuestro turismo.
Ofrecimos voraces incentivos para la erección de una robusta industria hotelera capitalina a inicios de siglo, pero se nos olvidó que, para mantener una sana utilidad a la pujante inversión en este rubro, se hacía necesario un programa de incentivos similares en actividades de ocio que rebosasen los hoteles.
O, ¿se imaginan ustedes un Las Vegas en medio del desierto sin sus casinos, sin sus convenciones y sin sus miles de emprendimientos que atraen al turismo como abeja al panal?
Caso México, molde de pujanza continua en su desarrollo turístico.
A pesar de sus saludables cifras, vaticina un incremento en el número de visitantes en 2019 de un 5.8% para lograr la cifra de 45 millones de turistas que gastarán más de 23 mil millones de dólares.
¡Hasta al ingenuo muro de Trump le sacarían provecho!
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Cuaja interesante como la iniciativa de construcción del Tren Maya, pilar fundamental en la recién elección de Andrés López Obrador a la primera magistratura azteca, autofinancia los $5.7 mil millones de los fondos recaudados a través del impuesto al turismo para la construcción de los 1,500 kilómetros de vía férrea, comunicando los principales centros arqueológicos a través de 5 estados del sudeste mexicano, creando de esta forma un formidable magneto al turismo mundial.
Algo similar, aunque falto de enfoque turístico, podemos saborear en el Istmo con el proyecto de expansión del Canal de Panamá, programa harto exitoso y autofinanciable también que no escarba el bolsillo de los contribuyentes.
En el horizonte vemos la oferta de un tren a Chiriquí igual de caro, posiblemente más, pero recorriendo un tercio la versión Maya, sin ningún plan que refleje un incremento en la actividad turística que apoye sólidamente su costo y amerite complementariamente el desarrollo, el fomento, de actividades que beneficien a la población y las inversiones a lo largo y ancho de la ruta, asumiendo torpemente que seguirá el mismo trazado de la carretera Interamericana, lo cual sería un error garrafal para el desarrollo pleno de la economía istmeña.
Si lo que se pretende con la propuesta de la nueva red férrea es fundamentalmente el movimiento de carga hacia destinos centroamericanos, bien se podrían analizar rutas alternas, por ejemplo, a lo largo de la costa caribeña, que permita el desarrollo de nuevas inversiones a destinos en la región que alberga la mayor parte de la población en pobreza extrema de la República, asentando la calidad de vida de sus habitantes, optimizando significativamente los ingresos de todos, creando nuevas fuentes de riqueza que permeen a todos los niveles.
Allí, el turismo juega parte inherente en la estrategia de desarrollo, porque en Panamá el mayor atractivo turístico yace es el Caribe, paradójicamente desatendido en todos los estériles planes de expansión turística.
Cuando Acapulco en la ribera pacífica era el diamante del turismo mexicano, pregúntele al humilde pescador del pueblito de Cancún en el caribeño estado de Quintana Roo si algún día él pensaba que su aeropuerto, inaugurado en 1974, atendería 25 millones de turistas al año, sobrepasando Guadalajara y Monterrey para convertirse en el segundo destino aeroportuario en México.
Perfila bien el proyecto de López Obrador. Y aquí ¿qué?
Líder empresarial.
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