Ven un enfoque arriesgado en Inteligencia Artificial
- Tim Wu
Estados Unidos y el resto de Occidente están adoptando un enfoque sorprendentemente apático y alarmantemente arriesgado respecto a la tecnología.

Lluvias intensas y drenaje obstruido de basura causaron inundaciones en calles de Karachi en agosto. La Ciudad ha sido calificada como una de las menos habitables. Foto/ Rizwan Tabassum/Agence France-Presse — Getty Images.
La brillante novela de ciencia ficción del 2014, “El Problema de los Tres Cuerpos”, del escritor chino Liu Cixin, retrata el destino de las civilizaciones como casi enteramente dependiente de ganar carreras importantes a logros científicos.
Alguien en el liderazgo de China debió haber leído ese libro, ya que Beijing ha convertido el ganar la carrera a la inteligencia artificial en una obsesión nacional, al destinar miles de millones de dólares a la causa y fijando el 2030 como el año meta para el dominio mundial.
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Sin querer quedarse atrás, el presidente ruso Vladimir Putin acaba de señalar que quien sea que domine la IA “se convertirá en el soberano del mundo”.
Claro, las promesas audaces hechas por los verdaderos creyentes en la IA pueden parecer excesivas; las tecnologías de IA de hoy son útiles sólo en situaciones limitadas.
Sin embargo, si existe una pequeña posibilidad siquiera de que la carrera por desarrollar una IA más fuerte vaya a determinar el futuro del mundo —y la posibilidad por lo menos existe— Estados Unidos y el resto de Occidente están adoptando un enfoque sorprendentemente apático y alarmantemente arriesgado respecto a la tecnología.
El plan parece ser que la industria tecnológica de EU, que percibe la mayoría de su dinero de publicidad y de la venta de dispositivos personales, funja como el paladín de Occidente. Se espera que esos negocios investiguen, desarrollen y difundan las tecnológicas básicas más importantes del futuro.
Compañías como Google, Apple y Microsoft son entidades formidables, con grandes talentos y recursos que se aproximan a los de países pequeños. Pero carecen de los recursos de países grandes, y de incentivos que se alineen por completo con el interés público.
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Para exagerar un poco: si estuviéramos en 1957, para el caso estaríamos esperando que las aerolíneas comerciales nos llevaran a la luna.
Si la carrera hacia una IA poderosa efectivamente es una competencia entre civilizaciones por el control del futuro, EU y las naciones europeas deberían estar gastando al menos 50 veces más de lo que destinan al financiamiento público de investigación básica de IA.
A su favor, hay que decir que compañías como Google, Amazon, Microsoft y Apple están gastando sumas considerables en investigación avanzada. Google ha estado dispuesto a perder unos 500 millones de dólares al año en DeepMind, un laboratorio de inteligencia artificial, y Microsoft ha invertido mil millones de dólares en el laboratorio independiente OpenAI.
No obstante, sería un grave error pensar que podemos estar tranquilos porque el Silicon Valley tiene todo bajo control. La historia de la investigación informática no sólo involucra a laboratorios corporativos importantes, sino también colaboración y competencia entre el Gobierno civil, el Ejército, la academia y jugadores privados tanto grandes (IBM, AT&T) como pequeños (Apple, Sun).
Cuando se trata de investigación y desarrollo, cada uno de estos actores tiene ventajas y limitantes.
Comparado con la investigación financiada por el Gobierno, la investigación corporativa en su máxima expresión puede ofrecer un equilibrio estimulante de teoría y práctica, generando inventos como el transistor y el sistema operativo Unix. Pero las compañías importantes también pueden ser herméticas, ocasionalmente paranoicas y, a veces, simplemente estar equivocadas, como cuando AT&T desdeñó las tecnologías de internet.
Algunos partidarios de una mayor investigación de IA han hecho un llamado a un “proyecto Manhattan” para la inteligencia artificial —pero ése no es el modelo adecuado. La IA es un conjunto amplio y vago de tecnologías científicas que no sólo abarcan tendencias recientes en el aprendizaje de máquinas, sino también cualquier cosa diseñada para imitar o aumentar el conocimiento humano.
No necesariamente queremos una obsesión con una idea particular sobre en qué se convertirá la IA.
Igual que lo hizo con la investigación para desarrollar la Internet, el Gobierno de EU debería financiar ampliamente investigación básica e insistir en una amplia difusión, con la excepción de herramientas que pudieran ser peligrosas.
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Además, EU necesita apoyar leyes migratorias que atraigan a los principales talentos de IA del mundo. El historial de avances realizados por startups también deja entrever la necesidad de políticas, como la aplicación de leyes antimonopolio y la defensa de la neutralidad de la red, que brinden una oportunidad a los jugadores pequeños.
En su libro “AI Superpowers: China, Silicon Valley, and the New World Order” (Superpotencias de la IA: China, el Valle del Silicio y el Nuevo Orden Mundial), Kai-Fu Lee describe una carrera entre China y el Silicon Valley, como si éste fuera la esencia de la ciencia occidental en este campo.
En el futuro, cuando recordemos este periodo, podríamos llegar a arrepentirnos de la pérdida de un sano equilibrio entre la investigación de IA con financiamiento público y privado en Occidente, y el paso de demasiado talento científico y de ingeniería al sector privado.
Tim Wu es catedrático de Derecho en la Universidad de Columbia, y autor de “El Interruptor Principal: Auge y Caída de Imperios de la Información”.
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