Una Biblioteca viviente llena de bacterias
- Jennifer Pinkowski
Gracias a la colección, muchos científicos han logrado estudiar cómo evolucionan las bacterias, ponen a prueba protocolos de seguridad para patógenos infecciosos, desarrollan vacunas, medicamentos contra el cáncer y tratamientos para enfermedades metabólicas.
En el invierno de 1915, el cabo Ernest Cable llegó al Hospital Estacionario Número 14, en Wimereux, Francia, en mal estado. Los soldados del Ejército británico destacamentados en el Frente Occidental de la Primera Guerra Mundial estaban siendo devastados por una variedad de enemigos microscópicos. En el caso del Cabo Cable, fue Shigella flexneri, la bacteria que causa la disentería.
Un bacteriólogo militar tomó una muestra de S. flexneri del cuerpo del cabo Cable después de su muerte el 13 de marzo de 1915. Probablemente fue mantenida viva en agar y sellada con parafina. Se le rebautizó como NCTC 1 cuando se convirtió en el primer espécimen agregado a la Colección Nacional de Cultivos Tipo (NCTC) de Gran Bretaña, la biblioteca de patógenos bacterianos humanos más antigua del mundo dedicada a compartir cepas con otros científicos. La colección cumplió su centenario este año.
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Administrado por Salud Pública de Inglaterra, el NCTC contiene alrededor de 6 mil cepas bacterianas que representan más de 900 especies que pueden infectarnos, enfermarnos, mutilarnos y matarnos. (Las cepas son variantes genéticas de una especie). De las casi 800 colecciones de cultivo registradas en 78 países, es una de las pocas dedicadas a bacterias clínicamente relevantes —es decir, a especies que nos enferman.
La colección brinda a muchos de los microbiólogos clínicos del mundo cepas microbianas autenticadas de origen conocido. Estos científicos estudian cómo evolucionan las bacterias, ponen a prueba protocolos de seguridad para patógenos infecciosos, desarrollan vacunas, medicamentos contra el cáncer y tratamientos para enfermedades metabólicas, y estudian el problema cada vez mayor de la resistencia antimicrobiana.
Por ejemplo, el asesino del cabo Cable fue revivido de su forma liofilizada por investigadores en la Universidad de Liverpool. Sigue cobrando cerca de 164 mil vidas al año, la mayoría de niños.
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El equipo secuenció el genoma del NCTC 1 y luego lo comparó con otras cepas. Solo el 2 por ciento del genoma de la bacteria había cambiado, pero esos cambios eran asociados con una mayor virulencia, evasión inmunológica y resistencia antimicrobiana.
Cuando investigadores descubren una nueva especie o cepa, pueden depositarla en el NCTC.
“Otras personas pueden estudiar su ciencia”, dijo Sarah Alexander, la principal científica de la colección. “Puede haber nuevas aplicaciones para esas cepas”.
La colección abrió en Londres en 1920 en el Instituto Lister de Medicina Preventiva. Sus primeros 200 cultivos fueron depositados por Sir Frederick William Andrewes, un patólogo que estudió disentería durante toda la Primera Guerra Mundial.
Hoy es una organización sin fines de lucro que se mantiene gracias a la venta de cepas, que generalmente cuestan entre 85 y 375 dólares.
En el 2019, la colección envió 3 mil 803 ampolletas de bacterias a 63 países. La colección también está creciendo a buen ritmo. “Recibimos entre 50 y 200 cepas al año de todo tipo de fuentes”, dijo Jake Turnbull, un microbiólogo de la colección.
Cada muestra debe venir con una descripción de su origen, identificación y características especiales que se agregan a una base de datos.
La colección acepta el 90 por ciento de las muestras que recibe. La mayoría son cepas que circulan actualmente, responsables de brotes o que tienen nuevos perfiles de resistencia antimicrobiana.
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Es probable que la resistencia antimicrobiana sea una de las principales preocupaciones de salud pública en los próximos años. De los 49 antibióticos actualmente en desarrollo, sólo 4 han sido aprobados, y menos de una cuarta parte provienen de nuevas clases de medicamentos.
Las muestras que se estudian, donan y conservan en el NCTC y en otras colecciones culturales probablemente jugarán un papel en los avances médicos dentro de décadas.
Alexander está consciente de esta visión a largo plazo. “Inmortalizas tu ciencia. Tenemos muchas esperanzas de que dentro de 100 años, las personas puedan acceder a cepas que los científicos depositaron cientos de años antes”.
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