Trabajan las 24 horas para combatir el virus
- Charlie Warzel
En un cuarto hermético y sin ventanas, virólogos de élite en trajes de presión manométrica, conectados a mangueras de oxígeno, manejan los patógenos más letales del mundo, desde gripe aviar hasta ébola y peste.
HAMILTON, Montana — Es totalmente posible que el secreto para entender —quizás incluso vencer— al coronavirus yace en un pueblo apacible de 5 mil habitantes enclavado al borde de un bosque.
Hamilton es la sede de Rocky Mountain Laboratories, operado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. Afuera, las instalaciones apuntan al oeste hacia los afluentes serpenteantes del río Bitterroot y las vistas panorámicas de la Cordillera Bitterroot.
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Al interior, en un cuarto hermético y sin ventanas, virólogos de élite en trajes de presión manométrica, conectados a mangueras de oxígeno, manejan los patógenos más letales del mundo, desde gripe aviar hasta ébola y peste.
El laboratorio normalmente tiene 450 empleados. Pero ahora está en su mayoría vacío, con entre 50 y 75 personas trabajando las 24 horas en sólo una enfermedad: COVID-19.
Docenas de gobiernos y compañías privadas han volcado una gran cantidad de recursos en cientos de estudios y pruebas. Y, sin embargo, cuando se trata de la investigación del coronavirus, el centro del universo bien podría ser Rocky Mountain Labs —una entre solamente nueve instalaciones federales en EE.UU. con una capacidad de bioseguridad Nivel 4, el más alto.
Pruebas cruciales en monos macacos rhesus usando una vacuna de la Universidad de Oxford fueron realizadas por un equipo encabezado por Vincent Munster. Otro equipo desarrolló un modelo animal confiable para cultivar el coronavirus en células y ha demostrado primeros resultados efectivos de fármacos terapéuticos para tratar el virus en animales.
Emmie de Wit, directora de patogénesis molecular del laboratorio, escuchó hablar por primera vez del virus a fines de diciembre. Dijo que las semanas desde entonces han sido un torrente de actividad. En el último mes, su equipo ha trabajado para poner a prueba el antiviral remdesivir en macacos rhesus.
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Los hallazgos —que arrojaron que la medicina “reducía considerablemente” el avance de la enfermedad y el daño pulmonar en animales— fue noticia al tiempo que el fármaco sigue avanzando hacia pruebas en humanos.
Me topé con el laboratorio luego de que fue mencionado por casualidad en reportes noticiosos. Me sorprendió enterarme que estaba a menos de una hora por carretera de mi hogar en Montana. Parecía inusitado que la mirada de la comunidad médica internacional estuviera fija en un pequeño pueblo cerca de los límites con Idaho.
Sin embargo, ésta dista mucho de ser la primera vez que Rocky Mountain Labs ha cambiado la forma en que el mundo entiende las enfermedades.
Alrededor de 1900, una nueva peste letal arrasó por el Valle de Bitterroot. Provocaba fiebre y un zarpullido oscuro que hicieron que los habitantes de la región la bautizaran como “sarampión negro”. Cuando ningún tratamiento funcionó, Montana trajo a investigadores médicos para tratar de determinar la causa.
Un investigador de la Universidad de Chicago llamado Howard Ricketts, trabajando en el interior de una carpa improvisada, mostró que era transmitida por mordedura de garrapata. La enfermedad se llegó a conocer como enfermedad moteada de las Montañas Rocosas.
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Poco después, los médicos se las ingeniaron para crear una vacuna al recolectar garrapatas, molerlas con mortero y pilón y tratar la mezcla con formaldehído.
Para 1930, Rocky Mountain Labs se fusionó con los Institutos Nacionales de Salud. Desde entonces, el laboratorio ha estado a la vanguardia del descubrimiento de enfermedades infecciosas en Estados Unidos.
A pesar de ser una de las personas selectas en el mundo en experimentar de cerca con el nuevo virus, De Wit tiene las mismas interrogantes que todos tenemos.
“Por un lado, puedo ser optimista porque he visto la velocidad y los avances por mí misma. Por el lado negativo, tardará un tiempo antes de que verdaderamente tengamos esto bajo control”, afirmó. “Como cualquiera, a todos nos preocupa relajar demasiado la guardia”.
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