Resulta difícil sacar la fauna silvestre del menú chino
Al tomar pasos para restringir el comercio, el Gobierno de China está luchando contra tradiciones culturales y culinarias sumamente arraigadas.
- Steven Lee Myers
- - Actualizado: 18/6/2020 - 09:34 am
Las ratas de bambú sacaron a Mao Zuqin de la pobreza. Ahora, debido a la pandemia del coronavirus, la pobreza amenaza de nuevo.
En los últimos cinco años, Mao ha construido una granja en el sur de China con mil 100 ratas de bambú, un roedor comestible y rechoncho que es un manjar en la región. Luego, en febrero, el Gobierno de China suspendió la venta y el consumo de vida silvestre, cultivada o capturada, congelando un comercio identificado como la fuente probable del brote.
Sin embargo, Mao aún tiene que alimentar a los animales, y no tiene forma de cubrir sus costos o sus inversiones. “Estoy hasta el cuello de deudas”, afirmó.
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China ha sido elogiada por suspender el comercio de fauna, pero la medida ha dejado en peligro a millones de trabajadores como Mao. Su destino económico, junto con lagunas en las restricciones del Gobierno, amenazan con socavar la promesa de China de imponer una prohibición permanente.
La legislatura de China, el Congreso Nacional del Pueblo, suspendió su sesión anual a fines del mes pasado sin adoptar nuevas leyes que pondrían fin al comercio. En lugar de ello, el Congreso emitió una directriz para estudiar la aplicación de las regulaciones actuales mientras redacta la legislación, proceso que podría tomar un año o más.
Al tomar pasos para restringir el comercio, el Gobierno de China está luchando contra tradiciones culturales y culinarias sumamente arraigadas, incluido un canon de literatura antigua que exalta los beneficios medicinales del consumo de animales como osos, tigres y rinocerontes.
El virus se propagó desde un mercado en Wuhan, donde los animales se vendían de jaulas y eran sacrificados en el lugar, en condiciones sanitarias menos que ideales, debido al valor extra que se le da a la frescura.
Algunas ciudades, incluida Beijing, han procedido con prohibiciones a la caza y venta de carne de animales silvestres. Wuhan anunció una prohibición de cinco años. Sin embargo, en regiones rurales como la de Mao, los funcionarios han cabildeado por exenciones, en parte para cumplir con el objetivo establecido por el líder de China, Xi Jinping, de erradicar la pobreza extrema para este año.
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El Ministerio de Agricultura eliminó a los perros de su lista de animales domesticados aprobados. Pero agregó dos especies previamente consideradas silvestres, el emú y el pato real, permitiendo que aún se vendan. No añadió a las ratas de bambú.
El Gobierno ha hecho excepciones para el uso de fauna para pieles y medicina tradicional china, que el Partido Comunista ha promovido, incluyendo el uso de bilis de oso como tratamiento para el COVID-19.
Las exenciones han creado lagunas que podrían propiciar un comercio ilícito de carne de caza. Hay una para los pangolines, un animal en peligro de extinción que ha sido identificado como posible portador del coronavirus. Su carne —valorada por algunos como fuente de virilidad— es contrabando, pero es legal comprar medicamentos hechos con sus escamas.
Una tienda cerca de la Plaza Tiananmen exhibe escamas de pangolín, anunciándolas como uno de los 28 ingredientes de Guilingji, una cápsula que la compañía promociona como tratamiento para la impotencia, fatiga y pérdida de la memoria, entre otras dolencias. Otros ingredientes incluyen astas de venado, caballitos de mar y sesos de gorrión.
El 5 de junio, el Gobierno elevó al pangolín al máximo nivel de protección para una especie en peligro de extinción.
Xi ha pedido el fin a la venta y el consumo de carne de caza, pero también ha identificado los desafíos de hacer realidad la promesa del Gobierno de una prohibición permanente. Se ha referido a fallas en la aplicación de leyes existentes, deficientes normas de salud pública, el tráfico ilícito de animales y el desarrollo económico que el comercio legal ha impulsado.
La cría de vida silvestre genera casi 8 mil millones de dólares, de acuerdo con un estimado del 2017.
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En Guangxi, la región fronteriza con Vietnam donde vive Mao, han florecido las granjas de ratas de bambú, fomentadas por el Gobierno como una forma de sacar a los agricultores de la pobreza. Liu Kejun, del Instituto de Investigación de Crianza Animal de la región, dijo que 100 mil personas allí crían 18 millones de ratas de bambú.
Mao dijo que solía ganar el equivalente a 700 dólares al año cultivando cacahuates y maíz, pero cambió a las ratas de bambú en el 2015. Comenzó con 100 y luego invirtió sus ganancias para expandirse. Con mil 100 ratas ahora, puede ganar más de 14 mil dólares al año, un ingreso que de repente está en peligro.
“Invertí tanto dinero que no me atrevo a darme por vencido”, aseveró. “Me siento impotente”.
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