Perros detectores ayudan en labores de arqueología
- Cat Warren
Un pastor belga malinois logró encontrar un hueso de dedo de pie que tenía más de mil 300 años.
Un día en Croacia, hace varios años, una arqueóloga y dos adiestradoras de perros observaban mientras dos canes se abrían paso a través de un peñasco rocoso con vista al Mar Adriático.
Desde la Edad de Hierro yacían cuerpos en tumbas en forma de colmena en esta necrópolis, parte del fuerte prehistórico de Drvisica. Los dos perros, entrenados para detectar restos humanos, buscaban olores que tenían miles de años de antigüedad.
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Panda, una belga malinois con una “nariz sensible”, de acuerdo con Andrea Pintar, su adiestradora, se quedó inmóvil de repente con la nariz apuntando hacia un cofre fúnebre de piedra. Ésta era su señal de que había localizado el olor de restos humanos.
Pintar dijo que se le puso la carne de gallina. “Estaba escéptica y pensé: ‘está jugando conmigo’”, recordó.
Los arqueólogos habían encontrado fragmentos de huesos y dientes humanos en el cofre, pero éstos habían sido retirados meses antes para su análisis.
Los perros de detección de restos humanos (PDRH) son empleados en todo el mundo en tierra y agua. Canes bien entrenados ayudan a encontrar a desaparecidos y muertos en desastres, accidentes, asesinatos y suicidios. Pero el experimento en Croacia marcó el inicio de un método arqueológico poco común. Si estos perros podían localizar con éxito los sitios de entierro de ejecuciones masivas, que datan desde la Segunda Guerra Mundial hasta los conflictos de los Balcanes en los 90, ¿podrían ser eficaces para ayudar a los arqueólogos a encontrar sepulturas verdaderamente antiguas?
Panda no estaba bromeando. Tampoco Mali, el otro belga malinois entrenado por Pintar. Cada perro dio sus indicaciones finales ese día al sentarse o acostarse dentro del círculo de las tumbas, con sus narices apuntando hacia los cofres funerarios en el interior.
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La expedición había sido iniciada por Vedrana Glavas, una arqueóloga de la Universidad de Zadar de Croacia. Ella ya sabía mucho sobre la necrópolis de Drvisica, al haber excavado y analizado completamente el contenido de tres tumbas allí. Adentro de cada una había cofres funerarios de piedra caliza áspera. Ella y su equipo recuperaron cuentas de ámbar, hebillas de cinturón, broches de bronce, dientes y falanges. Cada cofre contuvo alguna vez al menos dos cuerpos, que la datación por radiocarbono confirmó que tenían 2 mil 700 años.
Pero había otras tumbas en el sitio, y ¿podrían los perros ayudar a localizarlas?
Esa “prueba” marcó el inicio de un estudio cuidadoso sobre si los perros de detección de restos humanos podrían ser un recurso para los arqueólogos. Establecer un estudio controlado fue difícil. Glavas tuvo que aprender la literatura científica, como teoría de los olores, muy lejos de los límites estándar de la arqueología; lo mismo fue cierto para Pintar y el campo de la arqueología.
Los restos antiguos probablemente presentan un perfil de aroma diferente y más tenue que los cadáveres de personas recién fallecidas, a medida que las décadas se convierten en siglos y milenios. Era probable que ocurrieran falsos negativos.
En septiembre del 2019, la revista Journal of Archaeological Method and Theory publicó los resultados de su estudio: “Esta investigación ha demostrado que los perros DRH pueden detectar cantidades muy pequeñas del olor específico de la descomposición humana, así como señalar a entierros considerablemente más antiguos de lo que se suponía con anterioridad”, escribieron Glavas y Pintar.
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Los perros que detectan restos humanos están ayudando a los arqueólogos en algunos sitios particularmente desafiantes. Mike Russo y Jeff Shanks, arqueólogos en el Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos, habían creado al menos 14 pozos de prueba cerca de un sitio en Florida. No encontraron nada.
Entonces le pidieron a Suzi Goodhope, una adiestradora de Florida, que llevara a su perro de detección, Shiraz, un belga malinois, al sitio en el 2013. Shiraz y Goodhope trabajaron el área durante mucho tiempo. Luego, Shiraz se sentó. Una vez.
“Yo estaba muy escéptico”, declaró Shanks.
No obstante, los arqueólogos cavaron. Y cavaron. Cavaron casi un metro, y allí encontraron un hueso de un dedo de pie humano de más de mil 300 años.
Los investigadores aún están tratando de determinar qué compuestos orgánicos volátiles en los restos resultan importantes para los perros entrenados.
“Creo que los perros son realmente capaces de esto, pero creo que es un desafío logístico. No es algo que se pueda replicar una y otra vez”, dijo Adee Schoon, experta de los Países Bajos.
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