Migrantes hartan a pueblo griego
- Matina Stevis-Gridneff
En la isla fronteriza de Lesbos, a 320 kilómetros al sur, los lugareños impidieron que un bote inflable lleno de inmigrantes procedentes de Turquía, incluyendo a una mujer embarazada y niños, desembarcara en un muelle.

Migrantes descansan mientras cientos más hacen fila para comer en un cruce fronterizo de Turquía con Grecia. Foto / The New York Times.
EVROS, Grecia — Agricultores y jubilados vestían ropa negra y botas pesadas, imitando a las fuerzas especiales de Grecia, y caminaban por una carretera en un patrullaje nocturno en busca de inmigrantes que intentaran cruzar la frontera terrestre con Turquía. “¡Los atraparemos la próxima vez!”, gritaron a un pequeño grupo de hombres que había logrado cruzar para luego huir.
En la isla fronteriza de Lesbos, a 320 kilómetros al sur, los lugareños impidieron que un bote inflable lleno de inmigrantes procedentes de Turquía, incluyendo a una mujer embarazada y niños, desembarcara en un muelle.
VEA TAMBIÉN: Chicharito ve hora de un cambio
Una cosa está clara a lo largo de la serpenteante frontera de Grecia con Turquía: esto ya no es el 2015. Entonces, mientras gran parte de Europa se convulsionaba con ira y miedo mientras más de un millón de solicitantes de asilo llegaban desde guerras lejanas, los griegos ayudaban a rescatar a refugiados en el mar o los recibían con empatía mientras atravesaban el país rumbo al norte de Europa.
Los ciudadanos de la isla de Lesbos incluso fueron nominados para un Premio Nobel de la Paz.
Ahora, la reacción es de hostilidad manifiesta. Un nuevo Gobierno griego de centro-derecha ha dejado de aceptar solicitudes de asilo y ha prometido expulsar a los que llegan para desalentar a los migrantes. Y los ciudadanos comunes, muchos de quienes están hartos, están tomando el asunto en sus propias manos.
“Cuando los sirios empezaron a venir hace cinco años, les dimos ropa, cocinábamos para ellos y mecíamos a sus bebés”, dijo una mujer llamada Fotini que vive en la aldea de Moria, colindante con el tristemente célebre campo de refugiados en Lesbos, donde hay más de 15 mil migrantes en instalaciones diseñadas para 3 mil.
VEA TAMBIÉN: Empresas toman acciones contra el coronavirus
“Cinco años de solidaridad”, agregó. “Ya no podemos más. Queremos recuperar nuestra vida”.
Para los griegos, la frustración es palpable. Ahora, Turquía, hogar de más de 3 millones de refugiados sirios, ha abierto las puertas a miles de migrantes para que entren a Grecia mientras intenta presionar a Europa para que ayude en el conflicto en Siria.
A diferencia del 2015, esta crisis se siente más manufacturada que espontánea, y muchos griegos no quieren nada que ver con ello. El Gobierno griego ha respondido cerrando las fronteras, desplegando el Ejército y fomentando una retórica de tiempos de guerra contra Turquía, a la que acusa de orquestar una invasión.
Para los griegos, la crisis migratoria de hace cinco años aún no ha terminado. Los problemas que ésta le causó al país han persistido y han exprimido casi toda gota de generosidad de un pueblo que se había enorgullecido de su compasión.
VEA TAMBIÉN: Disputas por tierras se tornan violentas
Continúa la expansión y el encono en los campos de refugiados en Lesbos y otras islas. Se han extendido a las comunidades locales, que sienten que han recibido poco apoyo del Gobierno o de la Unión Europea. Relativamente pocos migrantes se han trasladado a tierra firme, y aún menos han salido de Grecia, para aliviar la carga. No hay solución a la vista.
Por el contrario, miles más siguieron llegando, aun después de que Turquía interrumpió en gran medida el flujo de desesperados solicitantes de asilo de Afganistán, Irak y Siria, como parte de un acuerdo con la Unión Europea.
En Lesbos, los lugareños golpearon a un reportero gráfico alemán y a un corresponsal, y agredieron a un funcionario de la ONU.
Los trabajadores de ayuda fueron echados de la isla, acosados hasta que muchas organizaciones decidieron evacuar al personal y a voluntarios, preocupadas por su seguridad.
Escenas similares se desplegaron a lo largo de la frontera norte de casi 200 kilómetros de Grecia con Turquía. Aunque está fuertemente vigilada por el Ejército, los griegos comunes se sintieron obligados a intervenir.
VEA TAMBIÉN: Políticas de Modi prenden polvorín indio
Algunos de los grupos más violentos parecían haber sido movilizados por conocidos extremistas de extrema derecha, pero era evidente que el movimiento contra los migrantes gozaba de un apoyo social más amplio en las zonas fronterizas.
Granjeros furiosos alinearon sus tractores y se declararon listos para luchar para proteger al país.
La riña en la frontera ha sido violenta. Migrantes y funcionarios turcos dijeron que al menos dos personas fueron ultimadas a tiros el 2 de marzo por fuerzas griegas.
El 4 de marzo, no llegaron más botes a Lesbos.
“Desde que nos deshicimos de las ONGs no han llegado nuevos migrantes”, dijo un hombre. “¿Coincidencia? No. Estamos retomando el control”.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.