Manifestantes chiitas enfrentan dilema en Líbano
- Vivian Yee y Hwaida Saad
Las protestas incluyen a personas de todos los orígenes, unidas en el desprecio por líderes que no pueden ofrecer lo básico: electricidad las 24 horas, una economía funcional o un buen gobierno.
![Protestas anti Gobierno estallaron en Líbano en octubre, uniendo a personas de diferentes sectas. En Beirut, en enero. Foto / Diego Ibarra Sanchez para The New York Times.](https://www.panamaamerica.com.pa/sites/default/files/imagenes/2020/02/20/ref_03_hezbollah_1-1.jpg)
Protestas anti Gobierno estallaron en Líbano en octubre, uniendo a personas de diferentes sectas. En Beirut, en enero. Foto / Diego Ibarra Sanchez para The New York Times.
KAFR RUMMAN, Líbano — Hay una frase libanesa que se traduce, más o menos, como “una bofetada”. Eso parece ser lo que sucedió a varios manifestantes antigubernamentales captados en televisión mientras denunciaban a Hassan Nasrallah, el líder de la milicia islamista y partido político Hezbollah, en los primeros días del levantamiento libanés.
La cachetada que recibieron de un partido que tolera poco la resistencia y ejerce una influencia tremenda en el Gobierno de Líbano, podría haber sido física o verbal. De cualquier forma, aparecieron de nuevo en televisión unos días después; esta vez, para disculparse.
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“Sayyid significa mucho para mí. Hay miles que lo admiran, pero soy como el número 100 en la lista”, dijo un hombre, usando un término de respeto para Nasrallah, a quien había acusado previamente de dejar que su comunidad se muriera de hambre.
La disculpa fue un preludio a retribuciones más violentas contra manifestantes de la comunidad chiita, la más grande de las 18 sectas religiosas reconocidas de Líbano, que durante décadas ha recurrido a Hezbollah para protección, empleos, servicios sociales y una sensación de lucha compartida contra enemigos como Israel.
Al tiempo que el colapso de Líbano entra en su quinto mes, las protestas incluyen a personas de todos los orígenes, unidas en el desprecio por líderes que no pueden ofrecer lo básico: electricidad las 24 horas, una economía funcional o buen gobierno. Muchos chiitas enfrentan un dilema: ¿cómo pueden conciliar la lealtad a Hezbollah con el apoyo de éste al statu quo?
“Apoyo la resistencia contra Israel”, dijo Ali Ismail, de 51 años, un manifestante en Kafr Rumman, un poblado en el sur del Líbano que ha estado dominado por Hezbollah y Amal, el otro partido chiita importante. “Pero también apoyo la resistencia contra la corrupción”.
La historia reciente de Ismail suena como la de muchos manifestantes. Se ha endeudado para pagar las colegiaturas de sus hijos. Su esposa, Farah, dijo que había sido rechazada de todos los empleos de enseñanza para los que había hecho solicitud porque no tenía contactos dentro del partido.
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Incluso el hombre que se disculpó públicamente con Nasrallah puede que haya renunciado a su insulto, pero no a su súplica.
“Por favor, ayúdenos”, imploró en el video de la disculpa. “En verdad, nos estamos muriendo de hambre. No tenemos empleos”.
Entre los chiitas, las protestas surgen en parte del éxito militar simultáneo de Hezbollah y de su descuido de asuntos domésticos, declaró Randa Slim, especialista en Líbano en el Middle East Institute. Las amenazas de seguridad que reunieron a la base del grupo han perdido su urgencia. Y cuando Hezbollah entró a la política libanesa en el 2005 para proteger su condición de ejército en la sombra, apuntaló la incompetencia y corrupción del Gobierno.
“Hezbollah nunca ha dado prioridad a los problemas básicos, pero de repente se enfrenta a una comunidad que dice que las necesidades básicas son una prioridad”, dijo Slim. “Ahora es parte de un Gobierno corrupto y no pueden culpar a otros de la corrupción; son parte de la ecuación de corrupción”.
Al principio, Nasrallah, por quien muchos chiitas sienten una sincera reverencia, criticó las protestas y pidió a sus partidarios que se fueran a casa. Incluso muchos no miembros de Hezbollah atribuyen a Nasrallah la expulsión de Israel tras 18 años de ocupar el sur de Líbano. Su hijo murió luchando contra los israelíes, y por lo general es considerado incorruptible. Aunque Nasrallah no ocupa un cargo, Hezbollah y sus aliados dominaron el último Gobierno, que renunció en octubre, así como el nuevo gabinete formado en enero.
Los seguidores de Hezbollah y Amal, que es encabezado por Nabih Berri, el líder del Parlamento al que muchos consideran corrupto, han golpeado a los manifestantes con palos y puños, aunque los partidos no han alentado abiertamente los ataques. Los manifestantes informaron que recibieron amenazas telefónicas, advertencias anónimas en WhatsApp de un “impacto negativo en tu vida” o visitas de representantes de los partidos para pedirles que cesaran.
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Quizá la táctica más eficaz de Hezbollah ha sido insinuar que las protestas son producto de una conspiración extranjera contra los chiitas. Pero cuando los manifestantes son amigos, vecinos y familiares, eso es difícil.
Jad Jarjoui, de 20 años, un manifestante en Tiro que se ofreció de voluntario con Hezbollah en Siria y ahora está desempleado, dijo que no fue amenazado directamente, pero que un atacante desconocido lo había apuñalado en el brazo una noche.
“Mi padre preguntó que por qué me meto en problemas, pero le dije que estaba haciendo lo correcto”, comentó.
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