Los repartidores son almas valientes en la pandemia
- Aaron Randle
Para muchos de estos trabajadores, su terror inicial ha sido templado por un sentido de deber y orgullo. “Estamos manteniendo unida a esta ciudad. Me siento como un héroe”, dijo Gerald Timothee, repartidor.

Gerald Timothee se siente “como un héroe” entregando comestibles. Foto / Brittainy Newman/The New York Times.
NUEVA YORK — Cuando escuchó la noticia sobre la pandemia del coronavirus y el confinamiento de toda la ciudad, Gerald Timothee llamó a su familia en Puerto Príncipe, Haití.
Se preguntaba cuánto tiempo podría mantener su empleo entregando comestibles para la app Instacart con la mortal enfermedad en el aire, corriendo desenfrenada. ¿Y cuánto tiempo pasaría antes de que la enfermedad lo alcanzara mientras hacía entregas?
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“Les dije que iba a morir”, recordó Timothee, de 35 años. “Pensé que mi vida había terminado. No sabía cómo podría trabajar con esto”.
La posibilidad de enfermarse es una realidad que Timothee y miles de otros trabajadores de la “economía de trabajos esporádicos” (gig economy) de la ciudad de Nueva York han tenido que enfrentar cada día mientras se aventuran en las calles de la urbe no sólo para ganarse la vida, sino también para alimentar a otros residentes.
Pero para muchos de estos trabajadores, su terror inicial ha sido templado por un sentido de deber y orgullo. “Todo tiene que ver con nosotros en este momento”, dijo Timothee. “Estamos manteniendo unida a esta ciudad. Me siento como un héroe”.
Tras un aumento en la demanda durante el confinamiento, las filas de compradores personales de Instacart en NY se han engrosado a más de 14 mil desde marzo, reporta la compañía, un aumento de más del 150 por ciento.
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La compañía emplea trabajadores para comprar y entregar comestibles y otros artículos para el hogar pedidos en línea, y les paga una cuota por cada entrega.
Con un aumento de más del 400 por ciento en las ventas desde marzo, Instacart ha visto un mayor incremento desde la pandemia que cualquier otra compañía.
El día de Timothee comienza cada mañana con una travesía de una hora desde su departamento en Brooklyn hasta Manhattan, donde, dijo, los habitantes más adinerados de la ciudad son más propensos a usar la app.
A diferencia de muchos trabajadores de Instacart que poseen auto, Timothee hace sus entregas a pie.
“Camino unos 8 o 10 kilómetros diarios”, dijo. Parado afuera de un departamento, recorría la app de Instacart en busca de su próxima compra.
Eligió un encargo que le redituaría 34 dólares.
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En la tienda, se desinfectó a sí mismo y al carrito antes de buscar lo que necesitaba: un paquete de papel higiénico y toallas de papel, muffins ingleses y yogurt. Luego inició la caminata de tres cuadras para entregar la mercancía.
Trabajando por lo general hasta las 20:00 horas más o menos, realiza entre 8 y 10 viajes de compras al día.
Por lo regular, le piden que deje los comestibles en el porche, con el portero o en la recepción.
“El 90 por ciento de las veces ya no veo para quién hago las compras”, dijo.
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