Los jóvenes se van de la ciudad de Nueva York
- Matthew Haag
Los jóvenes que llegaron a Nueva York siendo veinteañeros y treintañeros para perseguir sus sueños han empacado y se han marchado en oleadas.
Aunque el dominio del coronavirus ha empezado a disminuir, quizá sea demasiado tarde para revertir una de las huellas más preocupantes que ha dejado en la ciudad de Nueva York.
Los jóvenes que llegaron a NY siendo veinteañeros y treintañeros para perseguir sus sueños han empacado y se han marchado en oleadas.
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Muchos están desempleados, fueron reajustados o han sufrido grandes recortes salariales. Más de dos de cada cinco reclamos del seguro de desempleo en el Estado de Nueva York desde fines de marzo fueron presentados por trabajadores menores de 35 años. En cuadras de toda la ciudad se ven camiones de mudanzas.
Carlos Arana, de 29 años, regresó a casa de sus padres cerca de Austin, Texas. A principios de marzo, tras viajar a Perú para una boda familiar, Arana regresó a Texas en lugar de ir a NY, donde operaba un negocio de asistentes virtuales. Un amigo se hizo cargo de su contrato de renta y le envió su ropa.
La compañía de Arana ha prosperado durante la pandemia, y ha aprendido que puede manejarla igual de bien desde Texas. “Estoy disfrutando de la agilidad de no tener gastos por primera vez en mi vida”, dijo.
No hay cifras exactas sobre cuántos jóvenes han abandonado la ciudad. Pero si muchas personas optan por no regresar, el impacto sería significativo. NY se vería privada de un grupo demográfico educado, creativo y decidido que es fundamental para mantener la prosperidad y el crecimiento de la ciudad en campos importantes, como la tecnología.
Kaila Bernhardt, de 26 años, se enamoró de NY durante un viaje familiar cuando estaba en segundo año de primaria. Ella y su novio, Nik Nugnes, por fin se mudaron allí en agosto pasado.
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Pero recientemente empacaron y se mudaron a la casa de los padres de ella en Cape Cod, Massachusetts. Bernhardt, que trabaja en una firma de investigación de mercados, sufrió un recorte de sueldo luego del inicio de la crisis, y la firma financiera de Nugnes no tiene prisa por hacer que los empleados regresen a la oficina. “Hemos hablado de volver, pero supongo que eso no es definitivo”, dijo Nugnes, de 26 años. “Estamos desanimados porque justo cuando iniciábamos nuestras vidas en NY, nos robaron esa experiencia”.
Sus amigos, Christa Montano y su prometido, Tyler Wilmot, les habían rogado durante años que se unieran a ellos en NY. Pero ahora también se han ido. La pareja, ambos de 26 años, amaba su departamento tipo estudio de 51 metros cuadrados, pero resultó menos atractivo cuando estuvieron confinados en él de tiempo completo luego de que sus patrones cerraron sus oficinas.
Ahora, trabajan a distancia desde el hogar de los padres de ella en el oeste de Massachusetts, con sus muebles apilados en la cochera. Esperan regresar a NY, pero no están seguros cuándo.
“Es una situación triste en este momento porque todas las cosas que nos encantan de NY, simplemente no podemos hacerlas”, dijo Montano, gerente de marketing digital.
NY siempre ha tenido un atractivo para los jóvenes dispuestos a tolerar su alto costo de vida, desde inmigrantes que esperan ascender por la escalera económica hasta aspirantes a actores que trabajan en bares mientras van a audiciones esperando su gran oportunidad. La gente quiere estar allí por su status de centro global de industrias como publicidad, la banca, artes creativas, finanzas y medios. Pero la crisis ha cambiado la naturaleza del trabajo. Las compañías están rediseñando las oficinas para permitir más espacio entre los empleados y están adoptando esquemas de trabajo desde casa.
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Si más compañías adoptan políticas así, permanecer en la ciudad sería más difícil de justificar, dijeron algunos jóvenes. Soportaban los retos debido a lo que ofrece NY: restaurantes de clase mundial, aclamados shows de Broadway, instituciones culturales de renombre y abundantes parques. Pero gran parte de eso ahora está cerrado, y no está claro qué aspecto tendrá cuando vuelva a abrir.
Megan Taylor, gerente de marketing, aceptó un empleo en el 2015 en las oficinas en Tampa, Florida de Rakuten Advertising, que tiene su sede norteamericana en NY. Luego de unos dos años, se transfirió a la oficina de NY. En marzo, la oficina cerró y Taylor, de 30 años, intentó trabajar desde el departamento que comparte con dos amigas, pagando 2 mil 300 dólares al mes de renta. Dijo que no tenía sentido pagar tanto y estar atrapada adentro. El 18 de abril, se mudó a casa de sus padres en Florida.
Jesse Elgene, de 25 años, había intentado probar suerte en la escena teatral de NY. Tomaba clases de improvisación en un centro de capacitación y trabajaba para una compañía de boletos de Broadway. Ahora el centro de capacitación ha cerrado permanentemente y no hay boletos qué vender.
El 13 de marzo, tomó un autobús hacia el departamento de su novia en Virginia.
“El teatro era una parte tan inmensa de lo que me encantaba de NY”, dijo Elgene. “Ahora estoy abierto. Estoy pensando en Atlanta o LA”.
Nancy Coleman contribuyó con reportes a este artículo.
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