Los bancos estaban preparando un simulacro de crisis económica, pero llegó la pandemia
- Jack Ewing
Algunos economistas esperan que la economía europea disminuya en más del 10 % en el primer semestre de este año a causa de la pandemia, que amenaza con una explosión de préstamos incobrables, activos deteriorados y un desplome en el precio de las acciones.
FRANKFURT — Se suponía que sería un simulacro. Los supervisores gubernamentales probarían si los bancos europeos podrían sobrevivir a una hipotética tormenta perfecta que incluía una fuerte crisis económica, una caída en el precio de las acciones y un colapso en el gasto del consumidor.
Sin embargo, antes de que los reguladores bancarios pudieran iniciar su planeada prueba de estrés este año, la realidad los confrontó. El impacto financiero del coronavirus —visible en las fábricas cerradas, aeropuertos vacíos y centros urbanos desolados— hace que su peor escenario, una disminución del 4.3 en la producción económica de la Unión Europea para fines del 2022, parezca leve en comparación.
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Algunos economistas esperan que la economía europea disminuya en más del 10 por ciento en el primer semestre de este año a causa de la pandemia, que amenaza con una explosión de préstamos incobrables, activos deteriorados y un desplome en el precio de las acciones.
La pregunta que se hacen ahora los reguladores y banqueros centrales es si las medidas que tomaron en los últimos años para hacer que el sistema bancario fuera a prueba de crisis bastarán para evitar una crisis crediticia, quiebras bancarias y un colapso financiero con ramificaciones globales.
Andrea Enria, que supervisa la regulación bancaria en el Banco Central Europeo, indicó que el daño ha sido manejable hasta ahora. Pero “aún tenemos que comprender cuánto durará esto y qué tan profundo será”, dijo desde su oficina en casa en Frankfurt.
Los bancos están bajo presión dondequiera que se ha propagado el virus, que es prácticamente en todo el planeta. El problema es particularmente agudo en Europa porque muchos bancos ahí nunca se recuperaron realmente de la última crisis financiera, que comenzó en 2008 con una deuda inmobiliaria tóxica, se extendió a la deuda gubernamental de la eurozona y tardó al menos siete años en ser controlada.
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Prestamistas como el Deutsche Bank en Frankfurt están plagadas de escasa rentabilidad, operaciones ineficientes y el costo continuo de limpiar viejos desastres.
Más que Estados Unidos, la economía europea depende de los bancos para funcionar. Las compañías europeas obtienen más de dos tercios de su crédito en la forma de préstamos bancarios, mientras que las empresas estadounidenses obtienen menos de un tercio directamente de los bancos. Recaudan el resto vendiendo bonos corporativos o acciones.
Aún no hay señales de quiebras bancarias, en parte porque el Banco Central Europeo inundó rápidamente el sistema financiero con efectivo.
“Podrá haber algunos bancos más pequeños que tienen que ser rescatados, pero no creo que alguno de los grandes”, dijo Richard Portes, profesor de Economía en la London Business School.
Sin embargo, Portes, que también es presidente de un comité que asesora al Banco Central Europeo y a reguladores europeos sobre riesgos financieros, advirtió que las cosas están sucediendo tan rápido que es imposible decir qué podría deparar el futuro.
Cuando todo termine, los bancos europeos podrían verse aún más disminuidos en el escenario global de lo que ya están. El Deutsche Bank es el último prestamista de la eurozona entre los 10 principales bancos de inversión a nivel mundial, con base en ingresos.
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El sistema financiero europeo está más fuerte de lo que estaba durante la última crisis. Los líderes políticos centralizaron la supervisión de las entidades de préstamos en el Banco Central Europeo. Las nuevas reglas obligaron a los bancos a reducir su dependencia del dinero prestado y a aumentar sus reservas de capital. Ahora “tienen bastantes recursos para quemar antes de que se topen con pared”, dijo Enria.
Pero entre más dure la crisis, mayor es el riesgo de que esos recursos se agoten.
Melissa Eddy contribuyó con reportes desde Berlín.
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