Líderes peruanos, entre la corrupción y el caos
Gran parte de la crisis tiene sus raíces en Odebrecht, una empresa brasileña que trabajó en los grandes proyectos de infraestructura que utilizaron varios presidentes para subrayar su desempeño como custodios del país.
- Andrea Zarate y Nicholas Casey
- - Publicado: 20/10/2019 - 03:00 pm
LIMA, Perú — Un expresidente peruano se quitó la vida de un tiro cuando llegó la policía. El líder de la oposición se encuentra en la cárcel. Y un día reciente, tanto el presidente como el vicepresidente afirmaron ser el líder legítimo de Perú.
Aunque durante mucho tiempo fue un ancla de estabilidad en latinoamérica, Perú lucía casi ingobernable a fines de septiembre, al tiempo que un choque entre Martín Vizcarra, el presidente actual, y la oposición terminó con el presidente disolviendo al Congreso. La legislatura encabezada por la oposición tachó de ilegal al voto y tomó protesta al vicepresidente para que asumiera el poder, al tiempo que los peruanos observaban confundidos.
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Perú parecería un candidato improbable para la zozobra que ha experimentado en años recientes. Ha estado en paz desde el 2000, cuando llegó a su fin una guerra civil que había cobrado 69 mil vidas en el curso de 20 años. Ese año renunció el presidente Alberto Fujimori, poniendo fin a 8 años de dictadura. La transición democrática coincidió con un auge en la economía.
Gran parte de la crisis tiene sus raíces en Odebrecht, una empresa brasileña que trabajó en los grandes proyectos de infraestructura que utilizaron varios presidentes para subrayar su desempeño como custodios del país. En el 2016, Odebrecht admitió haber pagado cientos de millones de dólares en sobornos para contratos en toda latinoamérica.
Entre los implicados: dos alcaldes de Lima, varios legisladores y casi todos los expresidentes. La policía arrestó a Ollanta Humala, presidente del 2011 al 2016, con los fiscales buscando una sentencia de 20 años de cárcel.
Alejandro Toledo, que portó la banda presidencial a principios del 2000, está tras las rejas en EU, con una solicitud de extradición pendiente por cargos de que aceptó unos 20 millones de dólares en pagos.
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En abril, mientras las autoridades descendían con una orden de arresto sobre la casa de Alan García, sucesor de Toledo, el expresidente se apuntó a la cabeza con una pistola y jaló el gatillo. Murió en el hospital.
Fujimori, el exdictador, fue encontrado culpable en el 2009 de crímenes en materia de derechos humanos durante su mandato, incluyendo los asesinatos de 25 personas a manos de un escuadrón militar de la muerte. Su hija, Keiko, ha buscado por su cuenta la Presidencia vía Fuerza Popular, un partido populista y conservador, buscando capitalizar el legado de su padre y potencialmente liberándolo de la cárcel.
Ella ha logrado apoyo de los peruanos pobres y parecía cerca de tener éxito el año pasado en otro escándalo —este involucrando a Pedro Pablo Kuczynski, el presidente más reciente de Perú. Después de que Kuczynski dijo que una compañía que él controlaba había aceptado honorarios de Odebrecht, el partido de Keiko Fujimori amenazó con someterlo a juicio político.
En respuesta, Kuczynski emitió un perdón presidencial a Alberto Fujimori, ahora de 81 años. Su liberación desató encono y contribuyó a la renuncia de Kuczynski. El perdón fue revertido por los tribunales y Fujimori regresó a prisión.
El escándalo elevó a Vizcarra, entonces vicepresidente, a la silla presidencial. La mayoría de los peruanos apenas lo conocía, pero inició una campaña anticorrupción.
Para entonces, Keiko Fujimori también había sido encarcelada en el escándalo Odebrecht. Su partido, buscando aún bloquear las reformas propuestas por Vizcarra, planeaba elegir un nuevo Tribunal Constitucional de una lista que incluía a varios candidatos acusados de corrupción.
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Vizcarra respondió disolviendo al Congreso. La Oposición tachó de ilegal a la acción. En respuesta, los legisladores presentaron su propia elección para la Presidencia, Mercedes Aráoz, la vicepresidenta, a quien tomaron protesta como presidenta interina. Pero cuando se volvió claro al día siguiente que las fuerzas de seguridad del país respaldaban a Vizcarra, Aráoz renunció.
Mientras que Vizcarra parece haber ganado esta batalla, no está claro si tendrá mejor suerte que sus predecesores en gobernar al país hasta la próxima elección, programada para el 26 de enero.
Elda Cantú contribuyó con reportes a este artículo.
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