La pandemia revela debilidades económicas
- Neil Irwin
Parece que el mundo está reviviendo el periodo de 1918 a 1939, pero en otro orden. Esa era tuvo un colapso financiero global, un ascenso del autoritarismo; el surgimiento de una nueva superpotencia económica (EE.UU. entonces, China ahora), y una pandemia.
Cuando ocurren eventos económicos convulsivos, las implicaciones pueden tardar años en manifestarse y moverse en direcciones impredecibles.
¿Quién habría pensado que una crisis que comenzó con incumplimientos de pagos de hipotecas en los suburbios estadounidenses en 2007 conduciría a una crisis fiscal en Grecia en el 2010? ¿O que un colapso de la bolsa de valores en NY en 1929 contribuiría al ascenso de los fascistas en Europa en los años 30?
La economía mundial es una red infinitamente complicada de interconexiones. Cada uno de nosotros tiene una serie de relaciones económicas directas que podemos ver: las tiendas donde compramos, el patrón que paga nuestro salario, el banco que nos otorga un préstamo hipotecario. Pero una vez que te sales dos o tres niveles, es realmente imposible saber con seguridad cómo funcionan esas conexiones.
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Y eso, a su vez, muestra lo que es perturbador sobre la calamidad económica que acompaña a la propagación del nuevo coronavirus.
“Por mucho que confíe en que podemos volver a arrancar la actividad económica ordinaria, ése es solo el inicio de nuestro problema”, dijo Adam Tooze, historiador en la Universidad de Columbia en NY y autor de “Crashed”, un estudio de los extensos efectos dominó globales de la crisis financiera del 2008. “Éste es un periodo de incertidumbre radical, un orden de magnitud mayor que cualquier cosa a la que estamos acostumbrados”.
Sería imprudente hacer predicciones sobre cómo lucirá el orden económico mundial en cinco años, o incluso en cinco meses.
Pero una lección de estos episodios de zozobra económica es que esos sorprendentes efectos dominó tienden a resultar de debilidades de mucho tiempo no abordadas. Las crisis ponen en primer plano cuestiones fáciles de ignorar en buenas épocas.
Un candidato obvio es la globalización, en la que las compañías pueden cambiar la producción a donde sea más eficiente, las personas pueden tomar un vuelo e ir a cualquier parte, y el dinero puede fluir a dondequiera que se le dé el mejor uso. La noción de una economía mundial con EE.UU. en su centro ya se estaba viniendo abajo, entre el ascenso de China y el propio giro de EE.UU. hacia el nacionalismo.
Hay indicios de que la crisis del COVID-19 está exagerando, y posiblemente consolidando, esos cambios.
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“Habrá una reconsideración de cuánto quiere cualquier país depender de otro país”, dijo Elizabeth Economy, miembro de la organización estadounidense Council on Foreign Relations.
El ministro de Finanzas de Francia ordenó a las compañías francesas que revaluaran sus cadenas de suministros para depender menos de China y de otras naciones asiáticas.
“Creo que las empresas están hablando activamente sobre resiliencia”, dijo Susan Lund, socia de McKinsey & Company. “¿Hasta qué grado estarían dispuestas las compañías a sacrificar la eficiencia trimestre a trimestre por resiliencia a largo plazo, ya sea a desastres naturales, la crisis climática, pandemias u otros shocks?”.
Ella no imagina tanto una retracción a gran escala del comercio global, sino más bien un cambio hacia los bloques comerciales regionales y un mayor énfasis en hacer que las compañías incorporen redundancia en sus redes de suministros. Es probable que los gobiernos insistan en que productos como los farmacéuticos y el equipo médico dependan más de la producción nacional.
En una desglobalización anterior —la deshilación del comercio global ocurrido en medio de la Primera Guerra Mundial y la epidemia de la influenza de 1918— también hubo una reconfiguración del sistema financiero global, con la libra esterlina perdiendo su supremacía. Las señales apuntan en la otra dirección: a que el dólar se afiance aún más en el centro del sistema financiero global.
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Funcionarios europeos han estado reacios a tomar medidas que volverían al euro más primordial para el sistema monetario mundial. Y China no quiere reformar su sistema financiero en formas que permitirían que el renminbi se volviera más crucial para el comercio mundial.
En los últimos 12 años, en ocasiones pareció como que el mundo estaba reviviendo el periodo de 1918 a 1939, pero en otro orden. Esa era tuvo un colapso financiero global; un ascenso del autoritarismo; el surgimiento de una nueva superpotencia económica (EE.UU. entonces, China ahora), y una pandemia.
Una cosa parece clara: la historia puede dar miedo cuando no sabes cómo termina.
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