La industria vinícola enfrenta su peor panorama
Demasiados incendios forestales y bichos raros desatados por el cambio climático, y agregando a eso la pandemia por coronavirus.
- Ben Ryder Howe
- - Publicado: 28/5/2020 - 12:00 pm
Beckstoffer Vineyards, el mayor productor privado de uvas en California, había establecido un récord con una cosecha de 55 millones de dólares de cabernet sauvignon.
Pero este invierno, su fundador, Andy Beckstoffer, no estuvo celebrando. Sabía que la industria vinícola enfrentaba su peor panorama en generaciones, y eso era antes del coronavirus. La letanía de plagas fue despiadada: demasiadas uvas, gracias a una cantidad épica en California y el Estado de Washington. Demasiados incendios forestales y bichos raros desatados por el cambio climático. Y luego estaban los millennials.
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La generación nacida entre 1981 y 1996 ha sido culpada de matar todo, desde servilletas hasta la propiedad de viviendas, y gracias a su pasión por el hard seltzer y la mariguana líquida, también ha sido culpada de matar al vino. A Beckstoffer, de 80 años, le parecen desconcertantes los rituales enloquecidos por la salud de esa generación. “El vino es a base de plantas”, dijo, meneando la cabeza.
Unas semanas más tarde, su ansiedad fue confirmada por la publicación del informe anual del Silicon Valley Bank sobre la industria vinícola estadounidense. Su autor, Rob McMillan, ha predicado durante años sobre dos tendencias: precios más altos en el extremo premium del mercado e indiferencia de los millennials. Aun cuando sus compras de otros artículos de lujo han aumentado, los millennials se han resistido a los cabernets de alto precio, lo que combinado con el coronavirus convierte al 2020 en “el peor momento desde la Prohibición para los productores de vinos finos en Estados Unidos”, dijo.
El Valle de Napa tiene el mejor “terroir” de Estados Unidos, y dentro de él, la tierra más selecta es la de Beckstoffer. Los vinicultores detrás de etiquetas como Stag’s Leap, Schrader y Realm pagan hasta 25 mil dólares por tonelada de sus uvas, más de cinco veces el promedio de Napa. Él valúa su imperio en 500 millones de dólares.
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Los rivales de Beckstoffer dicen que solo le importa el dinero. Él dice que se preocupa por los agricultores y la tierra.
Durante más de un siglo, el potencial del vino del valle había sido reconocido. Pero la calidad era desigual y, en opinión de Beckstoffer, el vino solo alcanzaría su potencial si se convertía en un producto de lujo. En los 80, cuando Napa aún estaba orientado hacia varietales humildes, la filoxera (un insecto rapaz) acabó con los cultivos. Beckstoffer ayudó a liderar la carga para replantar con cabernet más elegante, mientras que introducía elementos de agricultura industrial para aumentar las cosechas.
La tierra de Napa es escasa: 78 mil hectáreas. Las propiedades Beckstoffer suman sólo unas 400 hectáreas, o el 2 por ciento del área plantada. Pero gracias a sus viñedos de primera calidad como To Kalon y Dr. Crane, puede exigir casi cualquier precio. Se decidió por una fórmula de Borgoña: por una tonelada de uvas, cobraría 100 veces el precio de una botella elaborada con ellas. También exige que los vinicultores pongan el nombre de él en sus etiquetas.
Tor Kenward, que produce cabernets con uvas Beckstoffer, que se venden a entre 200 y 300 dólares, dijo: “algunos vinicultores se sienten incómodos con las condiciones, pero la mayoría cree que el precio vale la pena”.
El precio de las botellas de Napa ha aumentado año tras año. ¿Pero seguirá prosperando a medida que su demografía más lucrativa, la generación de posguerra, deje atrás los años de mayor consumo?
McMillan dijo que por fin se escucharon las advertencias sobre la amenaza de los millennials.
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“No es que no beban vino”, dijo. “Sólo que hay otras opciones. En los 90, hubo un crecimiento salarial increíble, pero la cerveza apestaba. Ahora, ¿adivinen qué? La cerveza es buena. Y también los licores”.
Para marzo, Beckstoffer estaba recluido en casa. Parecía optimista sobre el colapso económico del COVID-19. “En este negocio, tendemos a tener siete u ocho años buenos y luego dos o tres malos”, dijo. Los millennials, sin embargo, aún lo persiguen.
“Lo resolveremos”, dijo Beckstoffer. “Un negocio bien administrado siempre resistirá el temporal”.
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