La identidad alemana se divide entre occidental y oriental
Más de 9 de cada 10 migrantes viven en la ex Alemania Occidental, pero es en la ex Alemania Oriental que el sentimiento antiinmigrante es más fuerte.
- Katrin Bennhold
- - Publicado: 24/11/2019 - 12:00 pm
BERLÍN — Abenaa Adomako recuerda la noche en que cayó el Muro de Berlín. Alegre y curiosa como muchos alemanes occidentales, había ido al centro de la ciudad para recibir a los alemanes orientales que cruzaban la frontera para probar por primera vez la libertad.
“Bienvenidos”, dijo con una amplia sonrisa a una pareja que parecía desorientada entre la multitud, y les ofreció vino espumoso.
Pero no lo aceptaron. “Me escupieron y me insultaron”, recordó Adomako, cuya familia había llegado a Alemania desde la década de 1890. “Ellos eran los extranjeros en mi País. Pero para ellos, al ser una mujer de raza negra, yo era la extranjera”.
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Los alemanes conmemoraron el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre, pero la pregunta de qué hace a alguien alemán —quién pertenece y quién no— sigue sin respuesta. Alemania es una potencia económica y política, con su reunificación siendo fundamental para su lugar dominante en Europa.
Pero la unificación hizo poco para conciliar la dolorosa problemática de la identidad alemana. Después de 30 años, parece que incluso se ha exacerbado. La violencia y el odio étnicos están al alza. Un partido de extrema derecha prospera en la ex Alemania Oriental. Adomako dice que aún teme ir allí. Pero no es la única que se siente como una extraña en su propia tierra. El actual esfuerzo de Alemania por integrar a más de un millón de buscadores de asilo recibidos por la Canciller Angela Merkel en el 2015 es el reto más inmediato.
En las décadas transcurridas desde la caída del Muro, la población inmigrante de Alemania se ha vuelto la segunda más grande del mundo, detrás de la de Estados Unidos. Una de cada cuatro personas en Alemania tiene un antecedente inmigrante.
Pero dos décadas después de que el país dejó de definir la ciudadanía exclusivamente por la línea de sangre ancestral, la extrema derecha y otros han empezado a distinguir entre “alemanes de pasaporte” y “bio-alemanes”. Los descendientes de trabajadores invitados turcos que llegaron después de la Segunda Guerra Mundial aún batallan para ser aceptados. Los judíos, la mayoría de los cuales llegó procedente de la ex Unión Soviética, están recelosos después de que el ataque a una sinagoga en la ciudad oriental de Halle el mes pasado conmocionó al país que había hecho del “Nunca Más” un pilar de su identidad de posguerra.
Muchos alemanes orientales se sienten como ciudadanos de segunda clase tras una reunificación que Hans-Joachim Maaz, un psicoanalista en Halle, llama una “toma cultural”. Una nueva identidad oriental está socavando la narrativa alegre que predominó en la historia de la reunificación en aniversarios pasados.
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Superar el pasado, en especial la ideología nazi que dio lugar al Holocausto, ha sido un precepto rector de la identidad alemana desde la Segunda Guerra Mundial. En la Alemania Occidental y Oriental por igual, la ambición era crear una Alemania diferente y mejor. La Occidental decidió convertirse en una democracia liberal modelo, expiando los crímenes nazis y subyugando los intereses nacionales a aquellos de una Europa postnacionalista. La Oriental se definió en la tradición de comunistas que se habían resistido al fascismo, dando lugar a una doctrina estatal de remembranza que eficazmente la exculpaba de las atrocidades de tiempos de guerra.
Detrás del Muro, la Alemania Oriental estaba congelada en el tiempo, un país blanco en gran medida homogéneo. “Bajo la tapadera del antifascismo, el viejo nacionalismo sobrevivió parcialmente”, dijo Volkhard Knigge, historiador y director del memorial en el ex campo de concentración de Buchenwald. “La tapadera se cayó en 1989”.
Ésa es una razón por la que el populismo nacionalista prospera más abiertamente en la ex Alemania Oriental. La otra es que los alemanes orientales se han estado rebelando contra una narrativa occidental que les ha quitado poder. Maaz, al igual que muchos de sus pacientes, ahora se identifica como alemán oriental, algo que nunca hizo bajo el comunismo.
La Alemania Occidental, dijo, había pasado por alto el papel que la identidad nacional jugó en la revolución pacífica de la Alemania Oriental contra el dominio soviético. “Manifestamos y derrotamos al comunismo, pero todo se convirtió en una victoria de Occidente. Nunca nos dieron el poder para contar nuestra versión de la historia. Ni siquiera puedes decir que tuviste una infancia feliz sin romper un tabú”. Dijo que los orientales fueron cómplices de su subyugación. “El prejuicio occidental era: nosotros somos mejores. El prejuicio oriental era: nosotros no somos tan buenos”, señaló. “Ahora los orientales dicen: somos diferentes”.
El partido de extrema derecha Alternativa para Alemania ha sacado ventaja de ese sentimiento, perfilándose como un partido de identidad oriental y propiciando resentimientos, especialmente contra los migrantes. Más de 9 de cada 10 migrantes viven en la ex Alemania Occidental. Pero es en la ex Alemania Oriental que el sentimiento antiinmigrante es más fuerte.
“Hay una ansiedad demográfica y eso ha avivado el sentido de una amenaza a la identidad”, dijo Maaz.
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Adomako, que creció en Alemania Occidental, recordó la ola de ataques antiinmigrantes en los años posteriores a la caída del Muro. Durante la primera parte de su vida, Alemania Occidental también había sido abrumadoramente blanca. Cuando nació en los años 60, era la única estudiante de raza negra en su escuela de Berlín Occidental. Para cuando su hija, Antonia, de 20 años, terminó la preparatoria el año pasado, uno de cuatro estudiantes de su generación era no blanco.
Sin embargo, cuatro generaciones después de que su bisabuelo llegó a Alemania procedente de Camerún, entonces una colonia alemana, a Antonia aún le preguntan rutinariamente: “¿de dónde eres?”.
Idil Baydar dice que se sentía alemana cuando era niña. Pero eso ha cambiado. La hija de 44 años de un trabajador turco que llegó en los 70 ahora se describe como una “extranjera alemana con pasaporte”. “Los alemanes me han convertido en una migrante”, dijo Baydar.
El momento clave se presentó el año pasado cuando se llegó a un veredicto en una serie de 10 asesinatos de inmigrantes en su mayoría turcos que habían sido adjudicados a otros inmigrantes. En realidad, habían sido perpetrados durante siete años por un grupo clandestino neonazi protegido por el propio servicio de inteligencia de Alemania. Para Baydar, el caso se llevó la última pizca de confianza de que su país natal la protegería.
Ha estado planeando una “ruta de escape”, posiblemente a Canadá. “Mis amistades alemanas me dicen: ‘exageras’”, dijo. “Yo les digo: ‘si tuviera ojos azules y cabello rubio, yo diría lo mismo’.
“Y ahora están persiguiendo a extranjeros en las calles alemanas”, añadió en referencia a extremistas de derecha que atacaron a personas de aspecto “extranjero” en la ciudad oriental de Chemnitz el año pasado.
La comunidad judía en Alemania, que cuenta con alrededor de 200 mil miembros, está nerviosa.
El resurgimiento de la ideología prefascista hoy preocupa a Knigge. La gente anhela una fuerte identidad nacional, señaló, y la vieja receta alemana occidental de ligarla deliberadamente a la humildad —”estar orgullosos de no ser orgullosos”— no ha satisfecho esa necesidad. “Necesitamos hacer que las lecciones del Holocausto sobre los derechos humanos y la protección de las minorías estén vigentes para todas las minorías”, dijo Knigge.
Ahora, 30 años después de la caída del comunismo, Alemania tiene otra oportunidad de intentarlo.
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Ibrahim Kodaimi, de 52 años, dijo que nunca olvidaría los rostros sonrientes y la comida caliente que recibieron a su familia hace tres años luego de su peligroso viaje desde Siria.
Pero su hija Nahida, de 20 años, dijo que se sentía excluida por usar velo. Y su hijo Omar, de 18 años, comentó que había tratado de hacer amigos alemanes en la escuela, pero que le parecieron indiferentes.
Aun así, Omar está decidido a hacer que Alemania lo acepte. Uno de sus momentos de mayor orgullo, afirmó, fue cuando un alemán, tras escucharlo hablar el idioma, le preguntó si había nacido en Alemania.
Adaptando una frase que Merkel empleó cuando las oleadas de migrantes llegaron a Alemania, dijo, “Ich schaffe das” (“puedo hacerlo”).
John Eligon y Christopher F. Schuetze contribuyeron con reportes a este artículo.
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